Por: Abel Medina Sierra-Investigador Cultural*.
No han pasado muchos días desde que el investigador, dramaturgo e historiador Freddy González Zubiría, gerente actual del Fondo Mixto para la promoción de la Cultura y las Artes de La Guajira, me pusiera en la, aparentemente fácil, labor de identificar algún nombre de compositora vallenata guajira vigente y notoria. Por mucho que traté de esforzarme, y luego de haberle dicho que no se me ocurría ningún nombre, recordé, con grata sorpresa, el de la joven corista, cantante y autora villanuevera María José Ospino, a quien le han grabado intérpretes como Fabián Corrales, Los Gigantes, Los Inquietos y varios grupos de México, entre otros. María José también ha grabado como intérprete y ganado festivales con sus canciones.
La solicitud del gerente del Fondo Mixto, tenía como motivo, la iniciativa de apoyar un proyecto discográfico de la joven mestiza Iris Curvelo de Uribia, pero que la noble intención de González, es que interprete canciones inéditas de autoras, preferiblemente guajiras.
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El ejercicio de rastrear nombres de autoras me dejó una honda preocupación. Sí, alguno de los lectores estará pensando que sí conocen el nombre de alguna mujer que cada cinco años presenta una canción en uno de los casi 40 festivales que tenemos en La Guajira y los casi 100 a nivel nacional. A nivel de región, hay poco conocidas y ganadoras de festivales prestigiosos como las cesarenses Hortensia Lanao, Martha Guerra y Antonia Daza quienes se han alzado con la corona de reinas de la canción inédita en el Festival de la Leyenda Vallenata. Igual, en festivales como el Cuna de acordeones han ganado mujeres en esa modalidad de concurso. Con excepción de Ospino, todas anónimas, sin dedicación al oficio y cuya oferta no pasa de unas cuantas canciones, muy escasas llegan a grabarse.
En la historia de la autoría musical femenina en el género del vallenato, solo se reconoce como exitoso el nombre de Rita Fernández, autora de canciones muy recordadas como Sombra perdida y Las dudas del amor (grabada por el Binomio de Oro), La tierra tiene sed (Diomedes Díaz), Romance de San Andrés (Adaníes Díaz) y Tierra blanda (Jorge Oñate). Quisiera poder decir que han sido muchas, pero las estadísticas son abrumadoras, en la discografía vallenata la autoría femenina hay que buscarla con lupa y paciencia de fraile medieval.
En momentos en que en el Festival de la Leyenda Vallenata se concede espacio para que, por primera vez, se tenga una reina vallenata, cuando el Encuentro Vallenato Femenino (EVAFE) está muy posicionado y su ganadora tiene cupo asegurado en el Festival Francisco El Hombre, se hace imperioso promover que nuevas autoras salten al ruedo, o que de los festivales den el paso a la grabación.
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Es pertinente señalar, que estamos justo en el tercer boom del vallenato femenino. El primero se dio a finales de los 70s con la emergencia de las Universitarias, lideradas por Rita Fernández, con acordeoneras y cantantes como Jenny Cabello, Carmen Guanipa, Fabri Meriño y Cecilia Meza. Su repertorio era una mezcla del tradicional y el lírico de Gustavo Gutiérrez. Un poco más tarde surge la figura del canto, Ludys de La Ossa. Sin embargo, fue un fugaz destello, hubo que esperar hasta los 90´s con la generación liderada por Patricia Teherán, Adriana Lucía (a mi parecer, la mejor voz femenina que ha tenido el vallenato), Kissy Calderón, Esmeralda Orozco y Mildreth Mendoza entre otras. Grupos vallenatos como Las Diosas, Las Chicas, Las Musas impusieron una moda y un estilo sensiblero (con excepción de Lucy Vidal) con muchas emuladoras regionales.
Este tercer boom, viene de la mano de intérpretes que no dependen del disco grabado sino, que aprovechan las redes sociales. Karen Lizarazo, Ana Del Castillo, María Silena Ovalle, Carolina Celedón, Amia, Eliana Gneco son algunos de muchos nombres que piden pista, muchos más que en los dos picos bonancibles anteriores.
Hay muchas voces, más acordeoneras, pero faltan autoras para que el canto femenino interprete la feminidad cabalmente. Para que las representaciones sociales de género, propensas al sexismo y machismo en autores como Rolando Ochoa, Fabián Corrales y sus epígonos, tengan también esa mirada de la mujer sobre el hombre, su forma de ver el mundo y exaltar los sentimientos. El primer paso es que ellas mismas se graben, que surjan espacios para visibilizarlas y estimularlas a conquistar ese espacio tan marcado por lo hombres. Se buscan compositoras, que salten al ruedo.
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