No sufrir por maricadas: La cachetada que nos da Daniela Álvarez

Su historia nos conmueve porque agradece y ama su vida mientras nosotros no hacemos sino quejarnos de la nuestra en lugar de disfrutarla como ella

Por Enrique Trheebilcock Olmos* 

 

A Daniela Álvarez la traté una vez hace seis años. Como periodista, me encontraba armando un artículo sobre las estrictas normas del Concurso Nacional de Belleza. Ella, que había portado la corona de Señorita Colombia durante un año, era la indicada para hablarme del tema. Un par de mensajes por Whatsapp fueron suficientes para cuadrar una cita con ella. Como era presentadora de Estilo RCN y yo tenía acceso al canal por un carné de practicante que nunca devolví, acordamos que nos veríamos en RCN. Daniela, con la espontaneidad que caracteriza a su pueblo barranquillero, conversó durante 40 minutos conmigo en donde generosamente me contó con lujo de detalle lo que significó para ella haber ostentado el título de la mujer más bella del país, el sacrificio que ello implicó y el impacto que la experiencia tuvo en su vida tanto profesional como personal.

De aquella entrevista recuerdo que me habló del proyecto de vida que se trazó a los once años. Me dijo textualmente: “me propuse que iba a terminar mi carrera y después iba a ser Señorita Colombia”. No le pregunté de dónde le vino la determinación a tan corta edad. Imaginé que debió ser una pasón familiar desde que vio a Andrea, su hermana mayor, competir en el reinado del año 2001 como Señorita Bolívar. En todo caso, Daniela se trazó un camino y lo cumplió a cabalidad.

Me contó también que uno de los premios que recibió como Señorita Colombia había sido una beca para estudios superiores. Ella, ni corta ni perezosa, entregó corona y a los pocos meses se matriculó en la Javeriana para hacer una maestría en Relaciones Internacionales, la cual terminaba por los días de la entrevista. Recuerdo además que le tocaba hacer maromas con el tiempo para alternar su último semestre de maestría con las grabaciones de Estilo RCN. De hecho, el día de la entrevista estaba cansada. Había volado madrugada desde Barranquilla, del aeropuerto fue a clase en la universidad, de ahí salió a los estudios de RCN en Las Américas y luego fue que se reunió conmigo todavía arreglada por la grabación.

A lo largo de toda la entrevista fue reiterativa en que el estudio siempre había sido importante en su proyecto de vida. En efecto, Daniela había sido una de las pocas ex Señoritas Colombia que, teniendo las puertas del mundo de la tv abiertas, utilizó la beca que daba el reinado para hacer un posgrado. Me dijo que la otra semana viajaba a Cartagena porque iba a tener participación como presentadora en algunos eventos del reinado que se desarrollaba en esos días. Después de terminada la entrevista no volví a tener ningún contacto ni trato con Daniela Álvarez. De ella solo volví a saber lo que cualquiera que la siguiera en sus redes sociales podía saber; que siguió abriéndose camino en la televisión mientras sacaba adelante su propia marca de ropa y joyería. Además, era imposible no saber de ella porque sus videos bailando champeta se volvían virales en Instagram.

Hoy un vídeo de Daniela Álvarez vuelve a hacerse viral, aunque no propiamente por la sensualidad y la energía de los anteriores. Debo confesar que la grabación de solo tres minutos me aguó los ojos y me erizó la piel. Aquella mujer que seis años antes colaboró conmigo para hacer una nota sobre el reinado esta vez me hacía sentir estúpido, inmaduro y desagradecido con mi suerte. Después de todo un día sufriendo por pequeñeces como la barriga que me salió en cuarentena, la imposibilidad de ir a un gimnasio, un grano en el cachete, deudas, miedo al desempleo y estrés laboral, Daniela me hizo sentir vergüenza de mí mismo.

Su historia nos conmueve porque ella tiene una serie de características que como sociedad aplaudimos y deseamos: belleza, fama y juventud. Sin embargo, nos demostró que ante los designios del destino no hay adorno que valga y que a la final todos somos humanos; todos somos vulnerables. Le tocó a ella, como también le pudo haber tocado a cada uno de nosotros. Por eso solo dan ganas de acompañarla, de abrazarla, de desearle lo mejor.

Por si fuera poco, ocurre en medio de una situación nunca antes vista donde la vida debería ser la prioridad. Daniela logró hacernos entender que estar lamentándose porque se perdió un trabajo, una plata, un viaje o hasta una relación es egoísmo en su máxima expresión. Lo que hizo Daniela Álvarez, agradeciendo y amado su vida, fue darnos una cachetada con la suficiente fuerza para sacudirnos y entender dónde estamos parados.

No tengo duda de que, como bien lo dijo en el vídeo, la vida que se le viene será mejor que la que tiene ahora. Aunque no la conozco, puedo palpar que Daniela es una de esas raras personas con la admirable capacidad de moldear su vida de acuerdo con sus deseos, muy por encima de las circunstancias que le toque enfrentar y siempre fiel a sí misma. Se necesita mucha fortaleza mental, inteligencia y plenitud como persona para contar su historia de la manera en que lo hizo. Ante una prueba de esas lo único que lo salva a uno es la fe, el agradecimiento y la madurez que se haya adquirido hasta el momento. Daniela Álvarez, con 32 años, es una maestra que solo merece ovaciones. No tengo duda de que se le vienen grandes cosas.

*Las opiniones expresadas en este espacio son responsabilidad de sus creadores y no reflejan la posición editorial de revistaentornos.com

 @enriquecart

 

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