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¡Mamerto!

*Las opiniones expresadas en este espacio son responsabilidad de sus creadores y no reflejan la posición editorial de revistaentornos.com

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Por Abel Medina Sierra – Investigador cultural.*

Contrario al sentido lato y general de la palabra “mamerto” como “tonto”, “despistado”, “pasivo”, en Colombia, desde hace aproximadamente medio siglo, designa a personas con cualidades como “revoltoso”, “agitador”, “militante” y, especialmente, es sinónimo de “izquierdoso”. Cuando estaba en la universidad, así llamaban a los casi anónimos y anodinos miembros del minorista Partido Comunista encabezado por Gilberto Vieira.

La polarización política, cada vez más radicalizada en el país desde que surgió el uribismo, ha redescubierto esta palabreja a tal punto que se ha convertido en el insulto y estigma de moda. Particularmente, he recibido este, calificativo cuando he tomado una postura crítica frente al gobierno de turno o la ideología ultraderechista que encarna el uribismo. En estos días, un experiodista y ahora funcionario del gobierno de Duque, Jesús Solano, uno de los más radicales ultraderechistas de La Guajira, me tildó de “mamerto asolapado”, solo porque metí en el mismo saco de críticas al chavismo y al uribismo.

Las primeras veces, reaccionaba verbalmente agresivo. No me asumía como mamerto, pues no soy del todo izquierdoso, nunca he hecho militancia en el comunismo y miro con sospecha al socialismo. Aunque voté por Petro, también tuve afectos por el godo Belisario Betancurt, voté por liberales como Gaviria y Serpa, por Santos o Mockus que más de derecha no puede ser, para solo mencionar mis votos presidenciales. Tuve una enconada batalla verbal con muchos izquierdistas del departamento por una columna en la que cuestioné a esos militantes que aquí piden libertad de prensa, pero la justifican en Venezuela y Cuba; dicen ser defensores de derechos humanos, pero se callan cuando se violan en Rusia, Venezuela o Cuba. Erigen como héroes a dictadores como el de Korea del Norte y al régimen de terror como el de Putin solo porque hacen contrapeso a los Estados Unidos. Soy tan severo en mis críticas contra el régimen venezolano como lo fui con Uribe y ahora Duque. Me parece tan abominable la barbarie de las Farc como la de las autodefensas. Por tales razones, no me reconocía como “mamerto”, ahora resulta que, si lo soy, pero “asolapado” según Solano.

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Últimamente, he experimentado la apropiación de la palabra “mamerto”. Es como el indígena que querían humillar diciéndole “indio” y de pronto, le dio valor a la palabra y comenzó a decir “sí, soy indio” y tuvo un autoreconocimiento de su indianidad. Pero, eso no quiere decir que toda causa de izquierda me seduce, nunca defenderé lo indefendible.

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La “ofensa” de Solano me lleva a reflexionar que en la polarización de país no se aceptan términos medios ni tercerías. Se es “mamerto” o se es “uribista”, según el estado de opinión instaurado desde el Centro Democrático y su líder natural, todos los que no comulgan con su ideología, no le encienden velas a Uribe y critican el mal gobierno de Duque son “mamertos”, es decir, somos un país de mayoría mamerta entonces.

Haciendo el ejercicio de poner en balanza lo que representa ser mamerto o uribista, saco las siguientes conclusiones. Hay dos perfiles hegemónicos de ciudadanos. Si me pongo del lado contrario a los mamertos, me encontraré que ahí está los ultraderechista neo nazis que en estos días amenazaron con irse a las armas y matar a todo mamerto pues son los culpables de todos los males de la nación, aunque nunca hayan tenido un presidente. Allí mismo, están las organizaciones paramilitares que nunca escondieron su apoyo a Uribe y que, a punta de cañón pusieron a la gente a votar por él. En ese mismo lado contrario a los mamertos están el funesto inquisidor de Alejandro Ordóñez, fiscales de bolsillo como Néstor Humberto Martínez y Barbosa. Me encontraría en la misma línea ideológica del “abogado del Diablo” De La Espriella, de Vicky Dávila, Claudia Gurisati y Jaime Bayly, lo más parecido al periodismo “jalabolas”. En ese grupo están los enemigos del proceso de paz, los que prefieren que la guerrilla siga en el monte porque eso los hace ver como la única opción a los votantes. No me pinto del mismo lado de Sarmiento Angulo por obvias razones, tampoco de los ganaderos. No me verán participando en marchas contra la ideología de género.

Si ser mamerto es ser docente, pues irremediablemente lo soy. Si adherirse a las causas ambientales, hacer parte del país “emputado” que salió a protestar el año pasado, apoyar el proceso de paz, indignarse por la corrupción, la concentración de poder en el presidente, la mermelada para tener mayorías en el congreso, es ser mamerto, pues prefiero serlo. Si miro del lado de los mamertos, ahí encuentro a los mineros del Cerrejón, a los artistas, a mis colegas escritores, a los intelectuales, a los indígenas organizados con la excepción de “Manguito”, a los defensores de la libertad de prensa, a los líderes sociales. Viendo quiénes están cobijados por el rótulo de “mamertos”, uno se da cuenta de qué lado de la historia está.

Si eso es ser “mamerto asolapado” o “mamerto” a secas, pues lo soy entonces. Así corra el riesgo que se me tilde de “guerrillero” o “castrochavista”, causas que nunca defenderé y a las que me opongo con la misma firmeza con la que hago resistencia al remedo de democracia que nos quieren imponer los no mamertos.

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