Por María Isabel Cabarcas Aguilar
Llegó el cumpleaños número 7 de mi amado hijo Manuel Antonio de Jesús. Una fecha que remueve las más profundas emociones y sentimientos pues con su espléndido nacimiento mi existencia entera fue reconfigurada totalmente desde la más hermosa forma de amor, para que, en adelante, todo girara en torno a su vida. La maternidad se constituyó en mi mejor estado del ser, la más bella tarea y lo primero por ser y hacer cada día. Él contaba disciplinada e intensamente los días para que llegara su onomástico, y con mucha ilusión me indicaba que quería vivir como cumpleañero. Su emoción me hizo recordar la dedicación con que mis padres, y muy especialmente mi mamá, preparaba cada detalle de la celebración de mi cumpleaños, elaborando con sus diestras manos incluso desde enero (cumplo en junio), todo lo que haría de ese día especial, un momento inolvidable.
Si hay un rasgo característico de la personalidad de mi hijo es la comunicación. Con el sostengo largas y profundas conversaciones de variados temas que surgen especialmente en las noches después de rezar: “Vamos a hablar un ratico mamá”, me dice mientras eleva la cobija para que los dos quedemos debajo de ella. Desde hace años sus preguntas han acorralado mis limitadas posibilidades de darle respuesta pronta y acertada, a todas y cada una de ellas. Manuel es en esencia, un ser curioso; un investigador inocente e insistente que indaga y no se guarda nada, y que no descansa hasta lograr que le escuche con atención y atienda sus múltiples interrogantes respecto de todas las temáticas que se le pasan por su cabeza o aquellas a las que accede ya sea en el colegio, en las dinámicas de nuestra vida cotidiana o en la televisión.





Mamá: ¿si Dios hizo el universo, quien hizo a Dios?… Con esta perla me sorprendió hace algunos días, sin que pudiera yo, al menos, intentar un ágilmente, brindarle una aproximación mínima a tan profundo cuestionamiento. ¿Cuántos años tiene la tierra?, ¿Dónde estaba Dios cuando los dinosaurios se extinguieron? ¿volverá a caer un meteorito? ¿la abuela es una estrella?, entre otras preguntas, me han puesto contra las cuerdas constantemente. Las más recientes y próximas a su cumpleaños, fueron: ¿Los animales también van al cielo? ¿qué es un padrastro?, y muchas más con las que me sorprende cada día o cada noche pues su motivación hacia la indagación no tiene horario.
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Y así han pasado los días de este año que dejamos atrás, mientras me sigo admirando de su curiosidad, su manera de observar, su forma de apreciar la belleza, y de plasmarla también pues sigue siendo un dedicado dibujante que no desaprovecha la ocasión para interpretar su percepción de la realidad que le rodea a través del arte.
Estoy convencida que parte de nuestra tarea como mamás y papás, es eso también. Además de darles amor, protección, cultivar en ellos valores humanos y darles buen ejemplo con nuestros actos, está la gran tarea de identificar sus dones y talentos, motivándolos a que los sigan cultivando. Entre padres y cuidadores estamos llamados a propiciarles espacios para que continúen conectando con ese aspecto tan particular de su esencia. Las artes, la literatura, la música, el deporte y todos esos caminos que fortalecen en los más pequeños sus habilidades innatas, les impactan también en sus hábitos y comportamientos pues todo está conectado para bien. Orientarlos para que ellos puedan hacer algo que les gusta y que, a la vez, incida en su dedicación y disciplina en otras áreas de la vida.
Aunque no existe una guía orientadora para la maternidad o la paternidad, el amor es la mejor brújula para explorar juntos el mapa del corazón de nuestros tesoros intentando quizás ver el mundo a través de sus ojos para estar así más cerca de ellos. Hoy entiendo mejor que, como mamás y papás, nuestro deber moral es hacer todo lo que está a nuestro alcance para que ellos sean buenos seres humanos y que, en gran medida, eso emerge de la forma como nosotros mismos nos expresamos, nos relacionamos, les hablamos y los tratamos, pues a partir de allí y con nuestros propios actos se configura la manera como ellos expresarán y tratarán a los demás. Luego, a medida que vayan creciendo, ellos tomarán sus propias decisiones, sin embargo, mientras se encuentran de forma exclusiva bajo nuestro cuidado y tutela, sus actos, palabras, forma de relacionarse y tratar a los demás, es un reflejo de nosotros sus cuidadores.
Gracias a Dios por la maternidad y los amorosos retos a los que cada día nos enfrenta para crecer y ser mejores. Ellos se convierten en los más grandes maestros de la vida con su inocencia y su curiosidad. En mi caso, mi hijo Manuel Antonio de Jesús, ha sido el amoroso y sabio guía y compañero por los caminos de la vida desde que un bendito 27 de marzo de 2018 por intercesión de la Vieja Mello, Dios colmó de dicha con su vida a la mía. Feliz cumpleaños hijo mío, gracias a Dios por ti, que cumplas muchísimos más y que seas un niño bueno, generoso, noble, sabio, agradecido y feliz. Aquí estoy para ti siempre pues el mejor título que ostento me lo diste tú. Soy orgullosamente tu mamá, para toda la vida, amor de mi existencia.