La Parroquia San Juan Bautista: Historia viva de fe y tradición en San Juan del Cesar, La Guajira

Por Rafael Eduardo Gutiérrez Romero

Históricamente, la Villa de San Juan Bautista del Cesar, por su ubicación estratégica entre las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta y el Valle del Río Cesar, estuvo habitada en su época prehispánica por indígenas Arhuacos, Koguis, Conopans y Marocazos. La llegada de la conquista, y con ella, del fundador de esta villa, Don Félix Arias, el 24 de junio de 1701, marcó el inicio del periodo virreinal de esta prominente plaza. Ya para finales de 1600, contaba con la presencia de nobles familias de origen español y portugués, diseminadas en hatos vecinos. Entre ellas figuraban los Daza, los Gutiérrez, los Cuello, los Chapell, los Celedón y más tarde los Lacouture, provenientes de Francia, entre otras. Estas familias, movidas por sus arraigadas creencias religiosas traídas del viejo continente y del notable linaje que las antecedían, recurrían asiduamente a las autoridades eclesiásticas de la Ciudad de Nuestra Señora Santa María de los Remedios del Río de la Hacha (actual Riohacha) y el Valle de Upar para que enviaran misioneros a esta zona peninsular. Estos misioneros tenían la tarea de transmitir la fe mediante la administración de los sacramentos a la vasta población indígena que cohabitaba dicha zona y, por otro lado, atender espiritual y sacramentalmente a los europeos ya radicados en esta plaza.

Por ello, auspiciados por la efervescencia de aquel fervor religioso, se inicia y concluye en 1710 la construcción de la primera capilla de esta plaza, en una estancia solariega ubicada al lado de las actuales instalaciones de la Clínica San Juan Bautista. Esta capilla se caracterizaba por su estructura rudimentaria de caña brava, barro y techumbre de paja, cuya veracidad existencial se limita a testimonios de tradición oral, compilados en algunos libros de historia municipal. En este mismo solar, y por excavaciones propias del crecimiento urbanístico, se encontró años más tarde un bloque de adobe virreinal con una inscripción numérica grabada.

Sin embargo, debido a la creciente tasa demográfica y a la preeminencia social, cultural, religiosa, económica y militar que acompañaba los posteriores años de esta plaza fuerte, sus habitantes, animados por la autoridad religiosa que se encontraba ya para 1730 radicada en propiedad en esta cuasi parroquia, inician la construcción del primer templo dedicado a San Juan Bautista. La fecha de fundación de la villa coincidía con la celebración litúrgica del nacimiento de San Juan Bautista, precursor de Cristo, Hijo de Dios vivo. Este primer templo estaba ubicado en la esquina izquierda de la antigua plaza de armas, entre la carrera 2 con calle 6, siendo esta la misma ubicación que años después conservaría el actual y segundo templo dedicado a San Juan Bautista.

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El templo virreinal fue consagrado y puesto al servicio de la creciente población para la celebración digna del Santo Sacrificio de la Misa y demás sacramentos en el año de 1736. Se distinguía por su inequívoca arquitectura religiosa hispánica, dominante para la época, expresada en sus robustas paredes de ladrillo de adobe cocido, techo de teja terracota, piso de loza de barro, amplias puertas de madera, púlpito elevado y tres altares o retablos de madera tallada. De estos, solo el mayor existe hasta la fecha y reposa en la capilla del cementerio central, ya que los otros dos sucumbieron en la capilla San Antonio de Padua de La Junta tras su remodelación y en San Agustín de Cañaverales, por el paso del tiempo y la falta de mantenimiento.

Ya entrados los años 1900, el templo de adobe y teja, que databa de la época virreinal neogranadina, comienza a quedarse pequeño en comparación con las necesidades pastorales que gozaban de un exponencial aumento en la Villa de San Juan Bautista del Cesar. Así, simultáneamente crece el deseo de notables sanjuaneros de construir un nuevo y majestuoso templo, que se convirtiera en el signo plausible de la nobleza, pujanza y prueba más fehaciente de lo que, como sanjuaneros, podemos llegar a hacer cuando entregamos el corazón. Estos deseos son secundados con desmedido interés por pastores eminentes, hijos de nuestra cuna incomparable, como monseñor Rafael Celedón Ariza, obispo de Santa Marta y considerado uno de los pastores más letrados y eruditos de su época, y monseñor Manuel Antonio Dávila, principal promotor de la construcción del actual templo San Juan Bautista y de la capilla del cementerio central en el año 1938. Esta última fungiría como capilla provisional mientras duraba la construcción de la actual edificación religiosa. Cabe tener en cuenta que dicha obra titánica no estuvo exenta de detractores, como Doña Mercedes Romero de Quintero, quien se oponía vehementemente a la demolición del templo antiguo, argumentando que este debía conservarse como patrimonio y vestigio de nuestra pasada historia virreinal y buscar otro sitio para la nueva construcción.

Sin embargo, con todo esto y con las limitaciones que la época tenía para la realización de esta fastuosa obra, en 1944 se inicia la demolición del primer templo, obra que lastimosamente significó la pérdida definitiva de las antiguas campanas fundidas en España, las cuales, con su sonido y según testimonios recopilados, infundían respeto y recogimiento. También se perdieron las piletas de agua bendita esculpidas en mármol de Carrara, la hermosa imagen de la Purísima Concepción, copatrona de San Juan del Cesar, y la primera imagen de nuestro Santo Patrono en su infancia, que gracias a la piedad de la familia Urbina fue rescatada y actualmente reposa en la casona de la familia Urbina Arévalo, entre otros objetos de piedad. A dicha imagen se le atribuyen muchos milagros, entre los cuales están la protección en la guerra de los mil días, el ciclón que azotó la población y que el Santo Patrono hizo que las aguas volvieran a su cauce, entre otros.

En 1945 inicia la construcción del actual templo San Juan Bautista, cuyos planos y primera etapa de construcción estuvieron a cargo del arquitecto barranquillero Carlos Makis Ordóñez y, para su conclusión, estaría al frente el maestro Enemecio Sarmiento. Para el transporte de material desde Río Cesar, más exactamente del paso de los Barrancones y los hornos locales hasta la obra, se utilizó todo el capital humano, tanto masculino como femenino, existente en San Juan del Cesar y un Chevrolet color rojo con su respectivo tráiler.

Esta construcción duró aproximadamente 9 años. Las jornadas de trabajo se extendían hasta altas horas de la noche, haciendo uso para esto de focos y lámparas de gasolina y kerosene para no dañar la mezcla que preparaban, según el testimonio de los señores Julio Orozco Brito, Fabio Guerra Olaya, los hermanos Jubal y Rodrigo Mendoza, Francisco González “Kiko”, el maestro Enemecio Sarmiento, Miguel Ángel Palacio “Milangue”, Nicolás Rodríguez, Sergio González Brugés, Rafael Guevara, Víctor “Chicho” Mejía, Elías Guerra, Miro González y Alfonso Vargas, entre otros, quienes colaboraron como albañiles y ayudantes.

Asimismo, y según el testimonio de la Señora Olga Mercedes Ariza, para ese momento el padre Dávila: “Ordenaba a los niños Enrique Alfonso Brito “Charrito”, César Augusto Suárez “Chombe” y a otros jóvenes que en unas vasijas votaran los escombros en un lote al lado de la casona del Doctor José Manuel Daza “Yin” y donde años antes se encontraba la casa de las hermanas Acosta, o la afamada Capilla de Las Acosta, en donde se oficiaban las misas siguiendo el rito tridentino, mientras que el templo principal era concluido”.

El 11 de julio de 1954, con la indescriptible alegría del pueblo sanjuanero, se consagra solemnemente el actual Templo San Juan Bautista. El rito de consagración estuvo presidido por el obispo de Riohacha y concelebrado por muchos sacerdotes del Magdalena Grande, territorio del que San Juan del Cesar hacía parte para la época. En esta misma anualidad, Su Santidad le otorga al hasta ese momento cura párroco, padre Manuel Antonio Dávila Paredes, el título de monseñor, reconocimiento que se une al de camarero supernumerario del Su Santidad, que ostentaba desde 1927.

Este mismo año, Don Fernando Molina obsequió la actual imagen de San Juan Bautista que hoy por hoy reposa en el templo que lleva su nombre.

Cabe resaltar que el altar principal de mármol de Carrara, que se erigía en el ábside que se encuentra en el presbiterio del templo, y desde donde se oficiaban las misas en rito tridentino, ad orientem, fue desmontado para siempre tras las reformas litúrgicas que se dieron a partir de la constitución Sacrosanctum Concilium del Concilio Vaticano II. Hasta el presente, solo se conserva del antiguo altar la loza de mármol y los dos pilares que conforman el nuevo altar, y desde donde hasta nuestros días se celebra el Santo Sacrificio de la Misa con el celebrante vuelto a la asamblea. Los altares del Sagrado Corazón de Jesús y Nuestra Señora del Carmen fueron donados en años posteriores por las presidentas de las respectivas congregaciones; en ambos se oficiaban misas. Las imponentes puertas, confesionarios y primeras bancas con silueta de cisne fueron elaboradas por el ebanista sanjuanero Enrique Luis Egurrola Valverde.

La arquitectura clásica y teológica del templo expresa en sí misma los tres estados: el cielo, como iglesia triunfante, que para la concepción arquitectónica medieval tenía forma de ábside abovedado, como se evidencia en la integración armónica del ábside del presbiterio y la cúpula del actual templo; la asamblea como pueblo de Dios, congregada en la planta media del templo como signo de la iglesia que peregrina en búsqueda de la celestial Jerusalén; y la iglesia que purga la culpa de sus pecados, expresada en la cripta funeraria que se encuentra debajo del altar mayor del templo San Juan Bautista, unidas por una relación de amor donativo en el que unos rezan por los otros.

Es así como, a partir de ese celestial y memorable 11 de julio de 1954, el templo San Juan Bautista se ha convertido en el ícono más notorio y representativo de nuestro municipio, estando presente como una joya de valor inconmensurable en el corazón de todos los sanjuaneros, especialmente en los pensamientos de aquellos coterráneos que se encuentran fuera de nuestra patria chica y querida, y que cada 24 de junio rememoran a nuestro santo patrono saliendo por el pórtico principal de nuestro augusto templo y al padre diciendo salve por la calle del embudo.

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