Gary Julio o las Bodas de plata de un experimento exitoso

  • En la edición 19 de la revista Ranchería del Fondo Mixto de Cultura de La Guajira se publicó una crónica a propósito de los 25 años de uno de los proyectos culturales más fructíferos del departamento cuyo principal gestor que falleció en la ciudad de Barranquilla. Como un homenaje a su gran aporte al desarrollo artístico y cultural de nuestro territorio publicamos el texto en cuestión bajo la firma de un colaborador asiduo de EntoRnos, al tiempo que expresamos nuestros sentimientos de pesar a la comunidad cultural por el sensible fallecimiento del maestro Gary Julio Escudero. 

Gary Julio o las Bodas de plata de un experimento exitoso

Por Orlando Mejía Serrano

Presentación de la Danza Experimental de La Guajira en Quito, Ecuador.
Gary Julio recibió múltiples reconocimientos por su labor al frente de la Danza Experimental de La Guajira.

 

En noviembre de 1998 Gary Julio Escudero fue sorprendido por el llamado urgente de su vecina Alfa Palacio.

-Ve, Gary, ¡te llama Shakira!, le gritó.

– ¿Cómo? ¿Qué pasó?

-Que te llama Shakira. Está al teléfono…

Y el coreógrafo y bailarín riohachero –“nacido y criado en la Calle ancha”-  se apresuró a atender la llamada de la cantante que quería saber si había recibido su último álbum, “que te envíe la semana pasada”. “Sí, lo recibí, muchas gracias… ¿cómo van las cosas?”. “Bien, Gary, en la promoción del CD…”

En la casa de la vecina se formó una pequeña aglomeración porque alguien creyó oír que allí estaba Shakira en persona. Y la algarabía estaba plenamente justificada, pues en ese momento, con el disco titulado ¿Dónde están los ladrones?, la barranquillera iniciaba su ascensión definitiva hacia el estrellato internacional. De hecho, un año después de aquella conversación, García Márquez publicaría un espléndido perfil de la artista en el que retrata su pasión por el trabajo y cómo forjó su destino para ser una figura de talla mundial. “Con su rostro de niña perfecta y su engañosa fragilidad, tuvo siempre la certeza absoluta de que iba a ser un personaje público de resonancia mundial. No sabía en qué arte o en qué parte, pero no tenía una sombra de duda, como si estuviera condenada al fatalismo de una profecía”, escribió el nobel.

Gary puntualiza:

-Lo que pasa es que en esa época yo no tenía teléfono en mi casa y Alfa me permitía usar el suyo-. Y a continuación me cuenta la historia de su relación con Shakira. Lo hace con pelos y señales, como el buen conversador que es.

El asunto es que él había viajado a Barranquilla a estudiar Derecho después de desertar de la Facultad de Optometría de la Universidad La Salle de Bogotá cuando se dio cuenta “de que eso que era pura física y matemática”. Entonces su familia lo puso a escoger entre la medicina y el derecho. Y optó por lo segundo. “Mi tío nacho Escudero estudiaba en la Corporación Universitaria Unicosta y me ayudó a entrar a esa institución”. Al momento de partir al nuevo destino, su madre, Josefa Escudero, le recomendó que dejara de bailar y de cantar y se dedicara al estudio. Atendió el consejo a medias. Corría 1982.

Gary, en efecto, asiste a las clases de derecho, pero simultáneamente inicia su carrera como bailarín en la Academia de Gloria Peña. Entró como estudiante, pero a los tres meses ya hacía parte  del Ballet folclórico profesional. Y gracias a un hecho totalmente fortuito pudo participar en una presentación a la que fue invitado el grupo en Estados Unidos por aquel entonces. “Alfredo Morelos, el bailarín titular, no podía ingresar a ese país por distintas circunstancias y me escogieron a mí para que lo reemplazara. Gloria Peña me dijo: “tienes dos días para aprenderte todos los bailes”. Y él se aplicó a la tarea con verdadera pasión. “Fueron jornadas de trabajo durísimas. Me levantaba y me acostaba ensayando”, recuerda.

El esfuerzo valió la pena. La presentación en el país del norte fue un éxito rotundo y a partir de ese momento se afianzó como bailarín del Ballet del Gloria Peña, en el cual permaneció por “12 maravillosos años”, durante los cuales realizó presentaciones en distintas ciudades de Colombia y el exterior

Gracias al sólido prestigio que había construido como bailarín en la capital del Atlántico, las Hermanas terciarias capuchinas le propusieron que se vinculara como docente al colegio de la Sagrada Familia de esa ciudad. Allí estuvo nueve años. Su actividad se hizo aún más exigente: “Alternaba la docencia y los estudios universitarios con el ballet. Salía a las 4 a.m. de mi casa y llegaba a las 10 p.m.”, pese a lo cual agendó un nuevo compromiso.

El  locutor de radio y televisión Rubén Darío Álvarez, a quien conoció en Riohacha –“él era el presentador del Reinado de la juventud que organizaba Ruth Berardinelli en la ciudad”-, lo contactó “para que fuese parte del equipo formador de la escuela de modelaje Pasarella”, en la cual estudiaba “una niña muy inquieta que cantaba y bailaba mucho, prima de mi compañera de baile Soraya Zapata Eljach”. Era Shakira Mebarak Ripoll, que de inmediato se convirtió en su discípula predilecta. “En el programa de clausura de Pasarela ella cantó una canción de Madonna.  Fue un éxito, Shakira se robó el show. Tenía alrededor de diez años, una niña todavía, pero ya se le veía el talento”, dice.

A raíz de este buen suceso, los padres de Shakira buscaron a Gary para que fuera su coreógrafo. “Ella había grabado su primer disco –Magia- y necesitaba un grupo de bailarines que la acompañara en las presentaciones”. Entonces se hizo una convocatoria a través de la Academia de Álvarez  “y se escogieron cuatro muchachos muy bien parecidos” que se convirtieron en “sus bailarines de planta”. Los ensayos de la artista barranquillera eran maratónicos. Así lo reseña una edición de la revista TV Y NOVELAS de 1999: “Doña Nury Rodríguez, la propietaria y directora de la Academia Pasarella, recuerda que en las noches los cuatro jovencitos, Shakira, y sus coreógrafos Gary Julio y Rey Silva ensayaban hasta el amanecer”.

Luego de ello, Shakira se fue a vivir a Bogotá, pero Gary no pudo acompañarla por sus compromisos en Barranquilla. “Algunos bailarines si lo hicieron, pero por poco tiempo, pues su nuevo manager lo primero que dijo fue que ella debía salir sola al escenario, que ella era el show. Y tenía razón, por supuesto”.

No obstante esta circunstancia, Shakira no se olvidó de uno de sus primeros maestros de baile. “Ella siempre me mandaba sus álbumes, entre ellos el que la catapultó a la fama. La última vez que conversamos fue  hace 2 años en el hotel Dann de Barranquilla cuando se hizo el lanzamiento del disco La bicicleta. Me dijo que quería abrir una escuela de su fundación Pies descalzos en La Guajira. Le recomendé que lo hiciera en la Media Guajira porque ya en la Alta había un internado”. El proyecto requería, además del apoyo de la cantante, aportes del Departamento y el Municipio de Riohacha, pero no hubo receptividad. Gary, sin embargo, espera que esta iniciativa se pueda concretar en el corto plazo. “Me invitaron al concierto que realizará en Barranquilla en noviembre próximo y pese a que le tengo pavor a los sitios hacinados, pienso ir para ver si puedo hablar con ella y retomar el tema”.

De estas y otras ricas experiencias se nutrió Gary Julio Escudero en Barranquilla hasta que en Riohacha lo reclamó un compromiso afectivo que él atendió sin pensarlo dos veces.

“La sangre llama”

Gary Julio regresó a Riohacha en 1992. Y si bien no trajo el cartón de abogado debajo del brazo, tenía la satisfacción del deber cumplido. “Hice los diez semestres, pero no me gradúe”, lo cual ya no importaba: él había decidido que la danza era su proyecto de vida. Pero además su regreso tenía una razón tan poderosa que todo lo demás pasó a un segundo plano. “Regresé para estar con mis padres, que se habían quedado solos”. Y estuvo con ellos hasta el final, hasta su muerte. Por esos días volvió hablar con su madre sobre aquel consejo que le dio antes de partir a Barranquilla. Ella sabía perfectamente por qué lo hacía: el menor de sus hijos había mostrado aptitudes artísticas desde temprana edad que ahora podían interferir con sus estudios universitarios.    

En el colegio Las Américas –donde terminó la primaria- se destacó por su activa participación en los eventos culturales que se organizaban periódicamente, y en 1973 se presentó en el Festival Cactus de Oro, un concurso de canto que organizaba la reconocida promotora turística y cultural Ruth Berardinelli. Gary pasó a la final. “Canté María Magdalena y le gané a Franklin Choles, que nunca logró el primer puesto. El pobre Franklin siempre quedó de segundo”, dice hoy, sonriente.

En 1975 entró a cursar el bachillerato en el colegio Divina Pastora donde tuvo un encuentro afortunado. La profesora Marta Elías –“una mujer muy linda y elegante”- lo entusiasmó para que participara de los bailes que ella organizaba con alguna frecuencia. Ahí surgió su gusto por el baile. Más adelante conoció a María  Elena Maldonado, quien vino a Riohacha a formar una Academia y posteriormente se vinculó a Uniguajira. “Ella me inició en la danza y el teatro, gracias a lo cual fui fundador del grupo de danzas de Uniguajira sin ser estudiante de la institución”, dice.

En esas circunstancias, la noticia de su regresó no pasó inadvertida entre los animadores de la naciente comunidad dancística de Riohacha, especialmente entre los más jóvenes, que estaban al tanto de su trayectoria. De modo que al poco tiempo fue convocado por un grupo de muchachos que lideraba un grupo llamado Bailadores del sonido. “Tenían una propuesta de baile urbano y me pidieron que los asesorara. Vi que había potencial y comencé a trabajar con ellos en coreografía, técnicas del ballet, etc. “Los ensayos se realizaban en lo que hoy es el Centro Cultural, ahí quedaba un kiosco de la Universidad de La Guajira”. Un año después Bailadores del sonido dejó de existir y surgió la Danza Experimental de La Guajira, pues  “precisamente lo que buscábamos era experimentar con varios ritmos, la parte folclórica y la parte urbana”, explica Gary.

En 1994 la iniciativa recibió un impulso definitivo. El director del recién creado Instituto de Cultura de La Guajira, Reinaldo Melo Guerrero, llamó a Gary Julio y le ofreció su apoyo para consolidar el grupo sobre la base de que éste se comprometiera a realizar una investigación sobre los bailes del departamento. El coreógrafo riohachero aceptó la propuesta, pero también fijó sus condiciones. La entidad debía suministrarles vestuario, espacios para ensayar y mínimas garantías para desplazarse a los corregimientos. Hecho, dijo el funcionario.   

La investigación se realizó en tres meses y como resultado de ello se hizo la puesta en escena  de los bailes folclóricos de La Guajira, los cuales fueron presentados en un evento organizado por la Organización de Estados Iberoamericanos  en Bogotá.Los bailes que llevamos fueron los Indios del Rosario de El Molino, La Colita, la Yonna, El pilón riohachero, Los diablos de El Molino, La puya provinciana acompañados de un grupo musical de la región. La presentación se realizó en el Museo Nacional, en 1994. Y fue un éxito”.

A partir de entonces la Danza experimental de La Guajira se empezó a forjar un nombre poderoso en el escenario dancístico regional, nacional e internacional con una propuesta que exalta la cultura regional. “Hemos estado en Ecuador, Perú, Chile, Venezuela, Panamá, Costa Rica, Aruba, Bonaire Curazao, etc., representando a Colombia, pero siempre con la bandera de La Guajira en lo más alto, la bandera del folclor de nuestro departamento”, dice Gary alborozado.

¡Bodas de plata!

Para festejar los 25 años de la Danza Experimental de La Guajira, Gary Julio convocó a sus antiguos discípulos, que hoy exhiben autonomía de vuelo en el firmamento dancístico regional. Y como era de esperarse, fueron los integrantes del extinto grupo Bailadores del sonido, simiente de la Danza experimental de La Guajira, quienes se echaron al hombro la organización del merecido agasajo.

Y el gran día fue llegado. El 9 de junio de 2018 más de 800 personas abarrotaron el auditorio del Liceo Nacional Padilla para asistir a un majestuoso espectáculo de danza y coreografía que contó con la entusiasta participación de los exalumnos de Gary Julio Escudero dispersos por Colombia y el mundo: Federman Brito, director de la Compañía Danza Matuna (Barranquilla), Evelis Herrera del programa Zumba (Bogotá), Joselyn Ramírez Suárez, profesora de danza de la U Antonio Nariño (Bogotá), Kelvin Amador, director de danza del hotel Decamerón (Ecuador), Yurielis Ríos, exreina de belleza y modelo (Islas Canarias, España), y los grupos que permanecen en Riohacha:  Fusión Étnica de Edwin Vega, Ama la academia de Jhorman Ulloa, Fundación Arte Maldonado de Alex Maldonado (hijo de María Elena), Curvas Dance de Jenny Díaz y Afroguajira de Zaimi Cotes, los cuales corrieron con todos los gastos (“!y hasta estrenaron vestuario!”) para participar de la gran gala de la Danza Experimental de La Guajira.

El momento más emotivo de la noche fue propiciado por Federman Brito, quien llevó a escena La Ofrenda, primer montaje del grupo. Y entonces los forjadores del exitoso proyecto, algunos de los cuales tenían más de veinte años sin verse, se fundieron en un largo y sentido abrazo y entre lágrimas y risas evocaron sus inicios en la danza de la mano del coreógrafo riohachero. “Yo no quería llorar, pero cuando vi a Nubia Frías, a Coco, a Melvin Arévalo con el rostro mojado no pude contener las lágrimas”, recuerda Gary.

El evento se cerró con un tributo a la gratitud. “Hicimos reconocimientos a las primeras alumnas, a exbailarines del grupo que han continuado nuestro legado, a gente que nos ha apoyado de distintas maneras, entre ellas la periodista Doris Cabeza; a autoridades públicas y privadas, a niñas que se formaron en la Danza y han sacado la cara por La Guajira en reinados y festivales, a María Elena Maldonado, mi maestra, a bailarinas que permanecieron 17 años con nosotros”, y por supuesto, Gary Julio exaltó a las grandes matronas del baile riohachero: “Mi mamá, que fue un pilar fundamental a través de la tradición oral, la pipi Mejía, compañera de mi madre, Mariana Gómez”, así como a quienes contribuyeron con su trabajo de investigación sobre los bailes guajiros: “Poncho Torcoroma, Teresa Luisa, María Antonia Pichón, entre otros”.

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Tras este recorrido por su fructífera carrera –inconcluso, a todas luces-, Gary Julio hace una reflexión sobre el presente de la danza en La Guajira y precisa que hace falta que quienes manejan la institucionalidad cultural del departamento “se pellizquen un poco y asuman que la inversión en procesos de desarrollo artístico y cultural no es ningún regalo, pues los recursos que administran han sido presupuestados para ese fin”. Hace ver que en los últimos años “ha habido una gran apatía a la hora de apoyar procesos que ya están en marcha o aquellos que apenas inician”. Aboga por la inversión en infraestructura para el sector, ya que “somos pobres en escenarios”. Y defiende las bondades de la danza –y del arte en general- para construir convivencia, pues como señala Plan nacional de danza (Mincultura), “la danza es una práctica que genera conocimiento, cultura, tejido social y memoria”. 

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