El placer de leer

 Por Ella Cecilia Celedón Simanca-Narradora

Si no le damos juguetes al niño, estará jugando con piedritas o palos. Si no le damos el libro, no lo recogerá él mismo. Al principio, nos basta dejar que el niño sienta la alegría de escuchar y luego de leer, entonces tendrá ganas de leer, tenderá las manos por un libro, lo exigirá todos los días. Tales primeras lecturas tienen un impacto notable, conectan en una comunidad de experiencias del que lee y del que escucha.

Nosotros, los adultos, nos convertimos en niños pequeños para el tiempo de la lectura, volvemos nostálgicos a los “años de los cachorros”; ellos, pequeños, sienten nuestra mágica cercanía, tienen en nosotros el apoyo para experimentar miedo por la suerte del héroe, miedo cuando deambula entre las encrucijadas, alegría cuando ganará una recompensa después de las penalidades. Este es el primer papel del libro: construir puentes entre generaciones, conectando experiencias, risas y emociones en una comunidad.

El niño se identifica con los héroes del libro, en su destino, en las elecciones que hacen, en las escenas de derrotas y victorias, sin saberlo entran en sus propios dilemas, en su propio destino. Por eso, la lectura moldea su actitud, organiza su imagen de la vida, lo introduce en el mundo de los valores. El libro absorbe al niño, se los apropia, los esculpe en el proceso de lectura. Los efectos de tales experiencias de lectura duran muchos años, dejan su huella en toda la vida.

El viejo adagio dice que “Un libro es tu mejor amigo”. Permite al niño distanciarse de sus propias experiencias, mirarse a sí mismo y a su vida desde la distancia, como a través de binoculares invertidos. Al ver los problemas de los demás, sus luchas con su destino, su dolor, sufrimiento y alegría, sus decepciones y fracasos, el sabor de la derrota, la amargura de sus amistades decepcionadas, compartiendo la alegría de su felicidad, comienzan a comprenderse a sí mismos, a sus propias reacciones, la propia tristeza, pueden superar la soledad, que a veces, sobre todo en la infancia y la adolescencia, duele y provoca un dolor insoportable.

Por si estos beneficios de la lectura infantil no fueran suficientes, nuestro presente ha añadido los suyos propios, antes desconocidos. El siglo XXI ya es y muy probablemente seguirá siendo un siglo de silencio. El lenguaje que usamos a diario se ha reducido al papel de un transmisor de información y comandos. Mientras tanto, el libro usa palabras que significan que tienen poder, color y significado.

Al leer o escuchar el libro que se lee, el niño experimenta el poder mágico de las palabras, desarrolla y enriquece su propio vocabulario. Paso a paso, abraza el mundo con palabras, nombra los detalles de la realidad circundante. Cuando un niño puede nombrar sentimientos, cuando comienza a distinguir los estados mentales de los personajes literarios, los reconoce en sí mismo y luego en las personas que lo rodean. La capacidad de nombrar y aceptar las propias emociones, a veces difíciles, y luego las sensaciones y experiencias de otras personas, es quizás el arte más difícil que un joven debe dominar para alcanzar la madurez interior.

El libro no resolverá los problemas con los que lidiamos en el proceso largo y cargado de crisis de la formación humana desde los primeros años hasta el umbral de la madurez. No resolverá, pero desarrollará su inteligencia emocional, gracias a la cual podrá comprenderse a sí mismo y a los demás, desarrollar habilidades empáticas, gracias a las cuales será sensible a las necesidades de todos, despertar la sensibilidad y la intuición moral, gracias a que distinguirá el bien del mal, abrirá sus ojos a la belleza del mundo y a la sabiduría del hombre. Te ayudará a guiarte a través de experiencias difíciles y te alentará a buscar la verdad sobre ti mismo y el mundo.

Despierta la imaginación, sin la cual, incluso, las actividades cotidianas, como cocinar la sopa o poner la mesa, se convierten en automatismos y banalidades. Si un niño interactúa con libros hermosos, esos que cautivan y deleitan, que tientan por la originalidad de su diseño gráfico, con libros editados con arte y que provocan la reflexión, entonces crecerá en el elemento de la verdad, la belleza y la bondad, rica interiormente, abiertos, alegres, capaces de comprenderse a sí mismos ya los demás, de responsabilizarse de la propia vida y conducirla según los sueños, deseos, anhelos y esperanzas despertados.

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