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El Chandé, el más reciente hijo del vallenato

Por Abel Medina Sierra – Investigador cultural.

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Pese a todos los corsets que ortodoxos le han querido aplicar al género vallenato, éste ha sido más una música de rupturas que de continuidades, “un lenguaje en permanente reconstrucción”  como lo expresa el musicólogo Héctor González. Aunque rayemos el disco diciendo que el único y legítimo repertorio vallenato son las formas festivaleras (puya, merengue, son y paseo); la historia nos demuestra que ese canon no le ha impedido a los músicos explorar nuevas formas de hacer vallenato, que no encajan en las cuatro formas  tradicionales. Ya el músico Roger Bermúdez expresó en su libro que en el vallenato existen formas interinas, que son “exploraciones en búsqueda de ajustes o acomodación con inclusión de elementos autóctonos y advenedizos”.

Precisamente, en este campo de acomodaciones cabe lo que ha sido llamado “paseo chandé”, “jamaqueo” o “son corrido”, “brincoleo”.  Después de recibir toda una suerte de denominaciones, al fin, los músicos y los medios han acordado implícitamente llamarlo “chandé” y que ocupa buena parte del repertorio del movimiento nueva ola del vallenato. Algunos ya estarán pensando que chandé es un género de tamboras del bajo Magdalena y la depresión Momposina y, están en lo cierto. Pero también nuestro merengue tiene tocayos en República Dominicana y otros países del Caribe; también se llama puya a algunos aires de tambora y de gaitas, el son tiene homónimo en Cuba  y paseo también se llama la parte inicial del danzón.

Ahora bien, en los inicios de este nuevo formato, era evidente una ligazón con el chandé ribereño, ese mismo ritmo que hizo famoso Alberto Fernández con “Te olvidé”. Desde mediados de los años 80, Beto Zabaleta, con Beto Villa y  luego con Pangue Maestre, comenzaron a grabar algunas canciones de Beto Murgas con una percusión similar a la del chandé de rio: “Siga la trilla”, “Los caprichos de Esmeralda”, “La ilustrada”, “La carioca”. Ya a inicios de los 90, Jorge Oñate nos sorprendía con canciones como “Eso no lo puedes decir” de Franco Arguelles. Tito Castilla, con el conjunto de Diomedes ya buscaba “acomodaciones o ajustes” para algunas canciones como “El regreso del cóndor” “Eso no es ná”, “Lucero espiritual” o “Parranda, ron y mujer”. Lo mismo ocurría en el Binomio de oro con canciones como “Canción a las mujeres” o “Ponte chévere”. Este tipo de ajustes, son muy naturales y normales en la música, hay canciones que riñen con un patrón rítmico y los músicos le buscan el acomodo.

Para entonces, los percusionistas, pasaban de un ambiente cerrado en el que se mantiene invariable el patrón del paseo a unas variaciones o “sabroseo” en el que cambian a un ambiente abierto. Recordemos el célebre episodio de Rodolfo  Castilla acompañando a Juancho Rois en el Festival de la leyenda vallenata. Tuvo la osadía de pasar de un ambiente cerrado que es regla en el festival, a un ambiente abierto que llaman “casetero”, el que hoy llaman chandé. Ese día a “Rodo· se le echó la culpa de la derrota de Rois, pero el tiempo le dio el triunfo, pues ese estilo es hoy casi hegemónico en la percusión de los nuevos intérpretes.  Resulta paradójico que la estirpe más tradicional de cajeros vallenatos, Los Castilla,  también sea precursora de una ruptura y la creación de una nueva forma: el chandé.

Hoy se pueden consultar muchos tutoriales sobre la percusión llamada chandé en el vallenato, siendo los más consultados los de Sebastián Velásquez. En los mismos, podemos ilustrarnos cómo, con el paso del tiempo, de breves ambientes abiertos, los percusionistas vallenatos fueron cada vez acentuándolo hasta  reducir a lo mínimo el ambiente cerrado. Hoy, la gran mayoría de canciones bailables que se graban, mantienen ese estilo percutivo que llevan chandé, pero que a veces se combina con el de paseo y de allí lo de “paseo chandé”. Particularmente, en un ejercicio académico, le pedí al músico y docente de Fundartes y la Universidad de La Guajira, Lizandro Pinedo,  una transcripción y análisis comparativo entre el paseo y el chandé, encontrando diferencias en la percusión y en la guacharaca (la que retoma el estilo del paseíto).

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No es menos cierto, y como lo demuestran los tutoriales de expertos en percusión, que no hay una sola manera en la percusión del chandé vallenato. Lo anterior, nos lleva a inferir que se trata de una denominación para todos los ambientes abiertos o acomodaciones contemporáneas que nuestros músicos aplican para salirse del patrón de ambiente cerrado.

Podemos reconocer el chandé en canciones como  :  “El jamaqueo”, “El látigo”, “Le pongo un 10”, “Pura pólvora”, “Me vive coqueteando”,  “Báilame” (interpretadas por Martin Elías);  “La espelucá”, “La trabajosa”, “El tira que jala”, “La química”, “La patineta loca”, “Aquí va a ve´vaina” (Grupo Kavras); “La llamada clandestina”, “Dónde andabas tú”,  “La pastillita” (Churo Díaz); “Te empeliculaste”,  “Dos a cero”, “El preferido”,  (Peter Manjarrés); “El confite”, “La llamadita” (Silvestre Dangond); ”La llama encendida” (Iván Villazón).

Pero, si bien se popularizó esta forma con la nueva ola, ya venía desde los 80 cocinándose esta exploración o forma interina. Un nuevo hijo parió el vallenato, claro, no faltará quien le niegue legitimidad y lo relegue a la categoría de espurio o aborto, también normal en las tensiones entre tradición y modernidad en que se mece  esta música popular.

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