De musas a escaramuzas

Por Abel Antonio Medina Sierra

En el mundo del vallenato, cada semana explota algún escándalo, un rifirrafe, una frase salida de tono, un “pique” hacia un colega, una separación engorrosa. No es que antes no existieran, solo que ahora los protagonistas tienen el medio emisor en sus manos y como son tan “maniprontos” (perdonen la invención lexical), ante cualquier hecho, estallan reactivamente y sin prever las consecuencias. Ocuparse de lo que pareciera un chisme más de la cada vez más candente escena vallenata pareciera ser asunto de poca monta. Pero, como lo dijo una vez el antropólogo Clifford Geertz en su obra emblemática ´La interpretación de las culturas´: «Pequeños hechos hablan de grandes cuestiones, guiños hablan de epistemología o correrías contra ovejas hablan de revolución”.

El reciente rifirrafe entre el hijo y la ex de Diomedes Díaz, justo cuando se conmemoraba un aniversario más del fallecimiento del ídolo, nos refrenda que, en estos tiempos de morbo mediático, ya no solo los escándalos y noticias explosivas tienen como protagonistas a los músicos, sino que involucran, como nunca antes, a su entorno familiar. El escándalo nace a raíz de aquel famoso comentario a herida abierta del Cacique en una presentación en la que, para sacarse el clavo y en ufana actitud vociferó “La que me dejó, por falta de chuzo no fue, porque casi se lo borro”. Esta desafortunada frase la trajo a colación Rafael Santos Díaz en una entrevista con el generador de contenidos Aco Pérez. Todo hubiera pasado como una anécdota si el hijo del cantor no la usara para referirse implícita y en malos términos a Betsy Liliana González, pareja y “traga” de su padre por varios años.

A los pocos días, como poseída por el espíritu de Ana del Castillo, una Betsy Liliana ahíta de venganza, reacciona con demasiada dinamita. La gracia de Rafael Santos quedó en morisqueta pues pasó a ser el villano de la película. Los medios no podían desaprovechar el morbo que suscita este tipo de noticias y, la vida personal e íntima no solo de la pareja Diomedes–Betsy Liliana sino de la de Rafael Santos–Margarita Gallego, fue el tema preferido para muchos medios esta semana.

A todas estas, cabe preguntarse cuándo las parejas de los intérpretes famosos pasaron de ser musas inspiradoras a generadoras de escándalos mediáticos a través de sus escaramuzas. Los acordeoneros y al mismo tiempo autores y cantantes de los primeros periodos del vallenato daban cuenta en sus canciones de sus lances amorosos, oficiales y extra matrimoniales sin recato ni remordimiento. Titulaban sus canciones muchas veces con el nombre de sus parejas, incluso, de aquellas a las que le tiraron el anzuelo y no cayeron. Bien sabemos que Leandro no logró ni una caricia de Matilde Elina, a Alejo no le bastó su canción para conquistar a Joselina Daza.

Muchas mujeres que fueron novias, esposas, amantes o parejas ocasionales de los músicos y autores vallenatos de las primeras generaciones se volvieron un referente regional, la gente sabía de ellas por lo que contaban los cantos, no porque les importara qué hacían o decían. Quién en la región no sabe de Matilde Elina la que encantó a Leandro, Carmen Díaz la de Mile Zuleta, la Maye o La Mona del Cañaguate de Escalona, la desafortunada Marily de Calixto, Chila la que atrapó a Alfredo Gutiérrez, la paciente Rosita de Luis Enrique, la Pocha de Roberto Calderón. Mujeres que se anidaron en la memoria oral como personajes de una gesta de seducción contada y cantada en el vallenato.

Cuántas riñas habrá tenido la Maye para que Escalona desistiera de andanzas tras el trago, los amigos y las faldas. Qué tipo de reclamos le guardaba Rosalbina al “Pollo Vallenato” cuando regresaba de corredurías de hasta un año sin regresar a casa. Las rabietas de Carmen Díaz se quedaban tras la puerta por muy bellaco que fuera el viejo Emiliano Zuleta. Vivíamos un mundo en el que, el protagonismo de la mujer se limitaba al de ser musa y no el de convertirse en controversiales figuras mediáticas que le dan gusto al morbo mediático.

Desde aquel 22 de diciembre del 2013 en que alzó el vuelo Diomedes Díaz, los escándalos, escaramuzas y conflictos de sus ex parejas, hijos y demás allegados se exacerbaron y la prensa se ha aprovechado para sobredimensionarlos. Patricia Acosta, la que antes solo veíamos como la novia de la ventana marroncita, la musa pueblerina de “Bonita”, “Te necesito” o “Sin ti”, comenzó a cobrar notoriedad por sus peleas con las ex de su difunto esposo. Se filtraron audios de conversaciones de comadres y los secretos de familia se volvieron un asunto público. Consuelo Martínez, la pareja que convivía con Diomedes al final de su vida, desde entonces tiene el foco mediático sobre ella, rastreando sus publicaciones, comentando sus fotos, replicando sus rifirrafes por los bienes en disputa con los herederos del padrote Díaz Maestre.

Betsy Liliana González, “La doctora”, no ha sido la excepción. Este cruce de agravios con Rafael Santos, la convierte de nuevo en protagonista de una novela de nunca acabar: acusaciones mutuas, “trapitos” que salen de la cocina y la alcoba para mostrarse a un público expectante y curioso en un engorroso espectáculo. Sexo, droga, infidelidad, traición, avaricia, todo el coctel que atrapa audiencia ha salido a relucir en este nuevo capítulo.

Como sucedió con Rafael Santos, muchos de los allegados Diomedes han caído en la trampa de los periodistas y cazadores de escándalos y chismes de farándula, Aco Pérez le lanzó una pregunta pringamocera y el “Muchacho” al que Diomedes quiso tanto, cayó en el terreno fangoso el que nunca debió pisar. La discreción parece que no es cualidad en ese entorno del Cacique.

También sucede con la viuda de Martín Elías Díaz. Todo lo que hace y dice Dayana Jaimes se vuelve noticia. Incluso, por curiosidad escribí su nombre en la barra de búsqueda de Google y me sorprendió la cantidad de entradas que se refieren a ella, hasta Wikipedia ofrece su perfil como si fuera una celebridad. Y lo es no por mérito propio, sino por las continuas tensiones que se han divulgado con otras parejas de Martín, hermanos y otros parientes de Diomedes. No solo gana notoriedad las batallas legales tras la muerte de Diomedes y su hijo, sino esas otras guerras verbales que cada vez que suceden revelan lo conflictivo que ha sido el círculo conyugal y familiar en el que vivió el ídolo de multitudes.

Los tiempos han cambiado, las personas con estos. Y en un escenario en el que la vida ya no es tan privada y se vuelve pública, en que la gente suele dirimir sus conflictos en redes sociales, en que los medios están a la caza para volver espectáculo lo doméstico, esas musas de antes ahora mojan tinta y roban pantalla. Y nada despierta más divulgación en nuestra región que lo que se refiera a Diomedes Díaz y su entorno.