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De maestros y anticipos

Por: Weildler Guerra Curvelo

En una de sus clases en la Universidad de los Andes afirmaba el destacado antropólogo australiano Michael Taussig que en todos los países del mundo se contrataba a un especialista para resolver de manera concreta una avería doméstica. En contraste, en Colombia las personas debían suscribirse a plomeros, albañiles o electricistas por un tiempo largo e indefinido. Esa suscripción, similar a la que hacemos de un periódico, se renueva automáticamente con los desperfectos que de manera incesante emergen en los espacios de una casa o en el desarrollo de una obra. Ellos surgen de tal manera que aún no se ha terminado de reparar el árbol de leva de un baño cuando se empiezan a obstruir el sifón de un lavaplatos y nuevamente hay que llamar al consabido maestro.

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Iniciarse en el mundo de los maestros conlleva comprender que las reglas de juego pueden ser distintas para las partes. Ambos, contratante y maestro, ven un tablero idéntico de ocho filas y ocho columnas, pero mientras usted cree que está jugando damas él le demostrará después que en realidad se trataba de ajedrez. Lo primero es comprender el concepto de “anticipo”. Anticipar es según la RAE “entregar una cantidad de dinero antes de la fecha estipulada para ello”. En cambio, para muchos maestros el anticipo es la forma más eficaz de tomar como rehén a quien le encarga un trabajo y de adaptarlo a sus particulares concepciones del tiempo. Usted deberá aceptar su ritmo o resignarse a perder la suma anticipada. Para que su ingenuidad sea perfecta sepa que su anticipo va a la obra no culminada de otra persona que ya había caído con el cuento del adelanto. La suya deberá esperar.

 

Entre todos esos maestros de los oficios mecánicos  los carpinteros poseen un sentido cosmológico del tiempo que solo es comparable con la formación de las galaxias o la muerte de una estrella. Hace más de cuatro décadas mi madre decidió emprender una obra por largo tiempo esperada: la construcción de su closet, tarea que,llena de grandes ilusiones sobre su cercana terminación, puso en manos de dos especialistas de la madera. Al mismo tiempo en Colombia se iniciaba la construcción de la represa de El Guavio que el país requería para asegurar su suficiencia en materia de energía eléctrica. Ambos equipos, los carpinteros de mi madre y las firmas de ingeniería, iniciaron sus tareas casi simultáneamente hacia 1980. Mientras que, con un alto costo en vidas humanas y recursos, los encargados de la central hidroeléctrica terminaron su obra entre 1990 y 1992, mi madre tuvo que esperar varios años para ver la culminación de su closet.

Al final la relación con los maestros se fragua en una mezcla de aguante, azar y confianza pues existen buenos carpinteros, albañiles y herreros, pero estos son tan escasos como san José, san Antonio y san Baldomero, patronos de estos oficios. Si usted tropieza una y otra vez con ellos cuídese de la indignación, pues no hay insulto capaz de alterar el caparazón de un maestro cachazudo y solo le quedará el consuelo de estar forjando con sacrificio y paciencia su propia santidad.

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