Por Juan Rincón Vanegas
@juanrinconv
‘El flaco de oro’ al sumar 83 años de vida siempre tiene la virtud de nunca dejar dormir sus sentimientos, así las penas le arroparan el corazón y el alma estuviera dando vueltas en el trompo del recuerdo.
De esa manera desafió el destino poniéndole melodías y versos que al fin y al cabo fueron la ecuación perfecta, en medio de los huracanes de tristeza que lo querían llevar a un costado del silencio irreparable. Incluso, una vez intentó en un verso sacar azúcar del fondo del mar.
Al preguntarle al maestro como celebraba su cumpleaños, meditó un instante para atraer a su memoria la respuesta más adecuada que estuviera justa a sus pretensiones.
“Lo celebro siempre en mi hogar, rodeado de los míos y dándole gracias a Dios por darme un año más de vida. He sido bendecido a través de mi talento que he compartido con millones de personas”.
…Y continuó diciendo. “No hay palabras para agradecer la acogida a mis canciones, esas que son mis propias vivencias transportadas al pentagrama y remitidas al corazón de todos”. De esta manera concluyó su respuesta porque en la canción ‘El cariño de mi pueblo’, también lo había dicho.
“El que toda la gente me quiera, es un placer que me da la vida que muchos desearían. El que todos los amigos míos, se llenen de infinita ternura con las canciones mías”.
Esa vez también cantó haciendo una retrospectiva de los momentos alegres e ilusiones perdidas, teniendo presente la larga caravana del destino. “Cuando pasan los años, uno va comprendiendo que lo más bello, es regalar ternura, es sentir el cariño de los amigos y de la gente de mi pueblo”.
Frase maravillosa
Después de dar vueltas por los recovecos del ayer dijo una frase de esas que hay que aplaudir de pie. “Todavía canto mis canciones porque son crónicas de mi propia existencia”. En esa frase desnudó el secreto del hombre que se asomó a la vida cargado de sentimientos y que supo darle el peso preciso para transportar las tristezas calcadas en su alma. Claro, también algunas alegrías que se escaparon pendiendo de un hilo.
Definitivamente, charlar con Gustavo Gutiérrez Cabello es mirar a lo lejos las historias que no tienen fin, porque aparecen esas bellas canciones con la esencia misma de un paisaje de sol y de rumores de viejas voces. De igual manera donde invita al amigo a darle la mano y charlar de cosas llenas de recuerdos.
Él es un hombre hecho de romances, sentimientos, nostalgias, añoranzas, poesías y que nunca ha podido separarse de las cosas más hermosas, de las ligadas a su vida. Es el mismo que todos hemos conocido, como el del cantar herido.
Por eso es fácil encontrarlo pensativo dándole forma en el último rincón de su memoria a su universo lírico, y con esa sed infinita creciendo entre suspiro y suspiro. Él se emociona sin pedir permiso construyendo de inmediato las palabras precisas para anunciar que la felicidad se le sale del cuerpo regándola por su Valledupar del alma, ese donde sembró su historia musical y además pidió que la violencia no se asome por estos lares.
Una de las grandes virtudes de ‘Tavo’ Gutiérrez, ha sido sacar las tristezas de su corazón y sentarlas en el pentagrama, para que luego de un tiempo se levanten vestidas de melodías y con los versos exactos, para que sean recibidos por los románticos del mundo, esos quienes siempre están sentados en los senderos de la vida. Los que ven en sus cantos sus propias historias.
Desde hace algún tiempo ha dicho que dejará quieto su canto, pero él mismo no se lo cree porque su voz está conectada directamente con el corazón. Eso no será posible porque como en una de sus canciones se le puede decir. “Maestro, siga siendo romántico y soñador. Por favor, no cambie nunca la fuerza de su expresión”.
Cuando la charla estaba llegando al punto aparte, hizo una confesión sobre su primera decisión, antes de dar a conocer su famosa confidencia de amor que lo proyectó como compositor vallenato.
Sin más preámbulos expresó. “Mi deseo era irme a Italia para aprender ópera y piano, pero una profesora en Bogotá me dijo que no tenía el talento, ni la voz. En ese instante desistí del proyecto y me metí de lleno a componer canciones vallenatas. La primera fue ‘Confidencia’, para pasar a ‘La Espina’. Después llegaron más y más hasta decidir por voluntad propia hacer un alto”.
Al final y sin pedírselo tomó su guitarra e hizo un corto recorrido por varias de sus canciones, volviéndose a escuchar esos versos sentidos donde nunca han podido huir las nostalgias y los recuerdos que se esconden en su alma.
Así es. Todo sucedió allá por Valledupar donde se escucha un lamento triste y la noche es larga, pa’ sollozar. A él, los destellos del amor lo fueron acostumbrando a encontrarse con las penas y a conocerlas de frente, pero también tuvo la virtud de borrarlas como lo hace la lluvia con las huellas.
El hombre acostumbrado a recorrer caminos largos haciendo posible que en un verso rimara una flor, estuvo en trance muchas veces unido a la melancolía, pero ahora no se cansa de agradecer al Todopoderoso por darle más vida y volver a recordar aquel canto. “Atrás de tus ojos despierta el alma mía, atrás quedó la noche que yo quería olvidar”.
Gracias maestro
El cantautor Gustavo Gutiérrez Cabello, ‘El Flaco de Oro’, quien tiene como sucesor en el canto a su hijo ‘Kike’ Gutiérrez, ahora vive agarrando con sus manos una pesada carga de nostalgias, develando versos untados de amores escondidos en el ayer, siendo testigo de cantos llenos de sentimientos y juntando diversos hechos de su amado Valledupar, del que nunca ha querido partir.
Gracias maestro por ser ese poeta que reseñó con el corazón en la mano y sin medir distancia, la historia viva de esta tierra donde los acordeones o las guitarras ponen la nota exacta para que nazca una canción, como aquella donde usted avanzó por un camino largo siguiendo la sombra de sus antepasados.