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Colombia en pánico moral

                  Por Abel Medina Sierra*

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*Las opiniones expresadas en este espacio son responsabilidad de sus creadores y no reflejan la posición editorial de revistaentornos.com    

Un pánico reciclable

Las tensiones políticas entre una emergente corriente política progresista de centro izquierda y los partidos tradicionales que han extremado su pugnacidad en los últimos años, en especial con la llegada de Gustavo Petro a la presidencia, ha instaurado en la opinión pública una reactivación del pánico moral como estrategia de oposición y deslegitimación política, amplificada, en especial, por la alianza entre grandes medios de comunicación, el empresariado monopólico y fuerzas conservadoras.

Cuando nos referimos a pánicos morales, estamos usando una herramienta conceptual de la sociología vigente desde los años 70, en especial por los autores Jack Young (1971) y Stanley Cohen en 1972.  Un pánico moral es una coyuntura, episodio o periodo en una sociedad en el que existe una reacción desproporcionada y la representación social de sentirse amenazados en sus valores e intereses por parte de un grupo de personas, una corriente o movimiento social. Buckingham (2002) considera que el pánico puede significar algo irracional e incontrolable que podría implicar una especie de falsa conciencia creada por el periodismo sensacionalista y su narrativa victimista y estereotipada. También es bueno señalar que esos pánicos morales se basan en miedos preexistentes, que se reciclan periódicamente creando una atmósfera de inseguridad y la percepción que los valores más fundamentales están en riesgo, que las instituciones más sagradas están amenazas y hay que protegerlas a ultranza.

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Pánico moral es el que surgió en Europa en los 60 cuando emergen las culturas juveniles, lo que ha generado el cada vez creciente destape de identidades sexuales, las migraciones, la aprobación del aborto o la legalización del cannabis. Pánico moral fue lo que vivió Colombia cuando los conservadores vieron a los liberales como el mayor riesgo para el país y crearon su ejército de chulavitas para cazarlos como pájaros.  El pánico moral se ha coinvertido en la principal estrategia de campaña política como lo ha demostrado Donal Trump quien apela a crear miedo en la sociedad blanca hegemónica de Estados Unidos estigmatizando a los migrantes como “criminales que llegan a nuestro país desde prisiones y cárceles, desde instituciones psiquiátricas y manicomios”. Reciente agregó a sus estigmas que los migrantes se están comiendo hasta las mascotas en Estados Unidos.

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Los profetas del pánico

Colombia no ha sido la excepción en generación de pánicos morales. El ascenso en liderazgo de Gustavo Petro, el estallido social y el desgaste de la derecha con el gobierno de Iván Duque, hizo que la llegada del progresismo al gobierno fuera inminente y la estrategia fue crear un pánico moral para frenarlo. “Pachito” Santos se convirtió en profeta apocalíptico y comenzó a vaticinar la devaluación del peso, la inflación mayor al 20 por ciento; otros pronosticaron la “venezolanización” de Colombia, la llegada de un régimen comunista, la expropiación, censura de la prensa, límite a las libertades, la dictadura, el empobrecimiento generalizado.

Pero el pánico moral como forma de oposición no se quedó en campaña y los grandes medios se han convertido en su principal caja de resonancia. Cuando esto sucede, según Young, la amplificación mediática de esa aparente “desviación” crea una espiral de miedo e indignación. La concentración mediática, junto a los empresarios morales y las agencias de control social definen un enorme proceso de estigmatización que tiende incluso a amplificar la desviación en cuestión sostiene Young.

En Colombia se volvió costumbre que ver noticias en medios como Caracol, RCN, Infobae, El Tiempo, La FM, El Colombiano o El Heraldo, aporta cada día más a fortalecer una percepción que el país está al borde del abismo, que nunca habíamos estado peor, que hay un desgobierno, que hay que “salvar” urgentemente las instituciones pues están en riesgo.  No se suele argumentar con cifras sino a través de la opinión de políticos que hoy son oposición y antes gobernantes fracasados. Si se usan cifras, se sobredimensionan las repercusiones de las que son negativas para el gobierno. Todo desatino de gobierno – que los hay y muchos- se exacerba, todo logro se minimiza: si el crecimiento económico decae es por culpa del gobierno, si crece es a pesar del gobierno y gracias al empresariado. 

Se presagia que cualquier revés del presidente va a crear ingobernabilidad, que la reforma tributaria cerraría miles de tiendas y haría desaparecer 11 mil empleos en la minería; que la reforma pensional tomaría los ahorros de los pensionados para hacer “politiquería”; que la reforma laboral quebraría la mayoría de empresas y genera desempleo; que la reforma a la salud haría que los enfermos se mueran en las puertas de las clínicas; que la reforma agraria se hará expropiando tierras; que la propuesta de inversión forzosa al sector financiero conduce que se gasten los ahorros que tenemos en los bancos.  ¿Quién no entra en pánico con alarmas como estas que resultaron ser falsas?    

¿Un gobierno desviado?

Kenneth Thompson, sociólogo británico, en su libro “Pánicos Morales” (2014), es quien más ha interpretado que en la actualidad ese fenómeno se hace indesligable de los medios de comunicación y sus agendas empresariales.  Plantea que los medios masivos de comunicación, como el caso colombiano, se caracterizada por un marcado giro hacia el sensacionalismo, construyendo relatos dramáticos con un fuerte componente presuntamente ético que gozan de un carácter exagerado y predictivo.

La idea es crear pánico hacia el actual gobierno, crear la percepción que el progresismo es una corriente “desviada”, algo que va contra lo “normal” que es tener gobiernos conservadores y no reformistas (en este país, hasta los liberales son conservadores). Se exacerba el nerviosismo en la sociedad ahora estigmatizando a los “mamertos” como se ha hecho lo mismo antes con los migrantes venezolanos.  Ven un gobierno progresista o de izquierda si se quiere, como lo inmoral, lo que favorece las libertades sexuales con la ideología de género, la despenalización del aborto y la dosis personal, como un riesgo para al catolicismo hegemónico y como un riesgo para lo ya estatuido. Las marchas contra Petro demuestran que, aunque la gente pide “cambio”, realmente se muestra en contra de las reformas, la oposición y lo medios los han convencido que lo mejor es que nada cambie porque todo cambio es riesgoso. 

Como lo sostiene Cohen sobre los pánicos morales: “En los medios de comunicación masiva se presenta su naturaleza de manera […] estereotípica; editores, obispos, políticos y demás personas bienpensantes se encargan de erigir barreras morales; se consulta a expertos que emiten su diagnóstico y solución” (1972). Esa reflexión retrata justamente lo que ocurre en Colombia donde es común que los grandes medios inviten opinadores que se acomodan a su agenda política para hacer un “análisis objetivo” de la situación del país alarmando a la audiencia: “Esto es grave”. 

Al político ahora en oposición le conviene este panorama de inseguridad colectiva. Cuando ocurre un pánico moral, siempre surgen los redentores, los mesías con la bandera de rescatar lo que no se ha perdido, de salvaguardar la “reserva moral”, de proteger las instituciones y los más “altos valores” de la sociedad. Precisamente, para no caer en pánico moral, cada vez veo menos noticieros. 

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