Por María Isabel Cabarcas Aguilar*.
El Caribe colombiano es un lugar amplio geográficamente hablando y diverso en las características, costumbres y modos de vida de la población que lo compone. También es culturalmente rico, folclóricamente expresivo, evidentemente alegre, y etnicamente plural. Cada rincón de esta icónica zona del país, está marcada por la calidéz, sensibilidad y espontaneidad de los seres que lo habitan.
Esa calidéz se vivencia en la temporada decembrina con una fuerza avasalladora que incluso supera cualquier tipo de distanciamiento o conflicto familiar, comunitario o social. Esta hermosa epoca del año, con su llegada, instaura el ambiente propicio para la realización de encuentros tendientes a la reconciliación, el perdón y el restablecimiento de las relaciones con nuestros semejantes.
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La fortaleza de los vínculos familiares en el caribe es suprema. Continuamente se encuentran familias extensas que conviven cotidianamente bajo el mismo techo. Pareciera que aunque se buscara la independencia, esta nunca se diera de forma absoluta sino que por el contrario, se evidencia una constante tendencia a la sobreprotección y dependencia entre quienes pertenecen a un mismo tronco o clan a lo largo de su vida.
Las familias y comunidades Católicas celebran la Novena de Aguinaldos, y durante nueve días se cantan villancicos, se rezan oraciones y se corean a una sola voz, los gozos, se reflexiona sobre el humilde camino recorrido con amor por la sagrada familia de Nazareth, y al calor de las luces que adornan el Pesebre, se contempla con gratitud, la extraordinaria llegada al mundo del salvador de la humanidad: el Divino Niño Jesús.
La expresividad, la alegría del reencuentro, la felicidad y el ánimo de probar las delicias culinarias y compartir los momentos especiales con los seres queridos, marcan la llegada de diciembre en los hogares caribeños. La mesa, la terraza y el patio de una casa, son los lugares preferidos para congregar al grupo familiar. Una increible variedad de exquisitos platos típicos entre los que se cuentan los sancochos, envueltos (pasteles, tamales o hayacas), arroces, las preparaciones de pavo o de cerdo, como perniles, rellenos, o en jamón, las picadas típicas y bebidas como el ponche de huevo, los dulces y postres tradicionales, e incluso los buñuelos y la natilla originales del centro de país, invaden las cocinas y se convierten en la excusa para deleitar tanto el paladar como el alma. Cada región posee a nivel culinario, su propia riqueza puesto que en ello también se manifiesta esa amplia diversidad geográfica y cultural. Entre anécdotas y relatos, los mayores buscan que las nuevas generaciones se conozcan e integren. Es inevitable también que en medio de la celebración, llegue el recuerdo de quienes se han marchado a la eternidad y algunas lágrimas evoquen viejos o recientes recuerdos de momentos compartidos.
Los niños del Caribe creen en el niño Dios y anhelan con inocencia su llegada a la media noche del veinticuatro de diciembre, cargado de regalos. Motivados por ello, duermen temprano esa bella noche de ilusión. La algarabía de la llegada de la Navidad, envuelve un efusivo saludo de besos, abrazos y buenos deseos entre familiares, vecinos y amigos, mientras que sigilosamente el niño Dios deposita los regalos al pie del árbol cuando los infantes están dormidos. Al lado de la celebración de la llegada del Niño Jesus también llegan a las familias, los deseos de que en esta bella época propicia para compartir, el Mesías renazca en el corazón de todos, llenándolo de nobleza, compasión, generosidad y amor por el prójimo.
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