Gracias al apoyo del Fondo Mixto de Cultura de La Guajira, unas 25 abuelitas beneficiarias de la Fundación “Fonseca Siosi”, realizaron un Taller de Escritura Creativa dictado por la reconocida escritora wayuu Vicenta Siosi Pino. La jornada se afianzó en lo vivencial como fuente de inspiración para crear historias, un recurso que ofrece muchas posibilidades creativas al adulto mayor, que tiene tantas vivencias e historias por contar.
La tallerista inició la actividad formativa leyendo dos cuentos de su autoría y abrió un espacio para que comentaran sus percepciones. Posteriormente, se fueron desarrollando aportes de estilo y ortografía y la generación de anécdotas escritas por las participantes. Vicenta Siosi comentó sobre la experiencia vivida: “Les conté cómo me hice escritora, les di sugerencias para escribir e hicimos un ejercicio de escritura en el que ellas recordaron eventos de su niñez. Escribieron cosas hermosas que luego se leyeron en voz alta. Se aplaudieron emocionadas al escuchar lo que produjeron de sus recuerdos”.
El grupo beneficiario del taller lo conforman 25 abuelitas que se reúnen los lunes y miércoles de cada semana como una estrategia de la Fundación “Fonseca Siosi” para darles momentos de diversión y felicidad con calidad. Allí tienen un espacio de socialización, realizan manualidades, celebraciones, bingos y programan salidas a los eventos de la ciudad.
La Fundación “Fonseca Siosi” nació como un sueño del exgobernador de La Guajira, Cristóbal Fonseca Siosi, quien pensó en la necesidad de los adultos mayores de contar con espacios lúdicos de calidad y empezó a trabajar ofreciendo un almuerzo recreativo cada 2 de febrero en el que, además, les hacían una misa especial y les entregaban la tradicional vela amarilla a los abuelitos. Fonseca Siosi, falleció cuando aún se estaba trabajando en la creación de la Fundación y su hija María del Pilar continuó con ese sueño.
“El trabajo desarrollado por la fundación es arduo pero muy gratificante. También trabajamos con jóvenes en los temas de emprendimiento, educación financiera y en diciembre entregamos regalos de navidad en diversas rancherías wayuu. Es una lástima que hasta el momento no hemos logrado el apoyo de ningún gobierno, pero seguimos adelante porque sabemos que es una gran necesidad y no podemos abandonar un sueño tan bello”, manifestó María del Pilar Fonseca, quien lidera esta iniciativa.
A continuación algunos fragmentos de historias escritas por las participantes del Taller de Escritura Creativa, apoyado por el Fondo Mixto de Cultura de La Guajira:
Fedalma Martínez
“Mi calle antes era de tierra y piedra. La casa de barro y el techo de zinc.El zinc tenía varios huecos y se veía la luna de noche, pero cuando llovía no se mojaba porque el techo estaba inclinado. Mientras dormíamos, a las doce de la noche se escuchaba el llanto de la llorona y nos asustábamos”.
Yolanda Celedón Roys
“Nací en la calle dos, pero nos mudamos al Barrio Abajo. Vivía en la calle nueve. Todas las casas eran de barro, repelladas en el frente con cemento y las pintaban, casi siempre de dos tonos. Parecía que allí había una fábrica de perros, porque eran muchos y de noche ladraban al mismo tiempo. Todos nos acostábamos a las nueve de la noche por miedo a la “carretilla del otro mundo”, pero descubrimos que era un vecino de la calle diez, que salía a las 12:00 am con una carretilla para robarse los materiales en donde encontrara una construcción”.
Leonor Sánchez
“La calle 3B era tierra suelta y se levantaba un polvorín. La casa era de palma con paredes blancas. Cerca vendían leche y bollo de maíz. Había un señor llamado Chicopopo y al mediodía salía a vender cocadas gritando: dulces, dulces, dulces”.
Carmen Castro
“Crecí en Carraipía, que era solo una calle arenosa con casas de palma. Cocinábamos con leña y recogíamos agua del molino de viento, la arriábamos en la cabeza. En esos tiempos había mucha brisa, jugábamos al trompo y andábamos en caballos y burros”.
Gala Bermúdez
“Vivía en la calle 8 con carrera 8. Cuando llovía las calles de arena se llenaban de agua. Un señor que vivía cerca era matarife y metía los animales en su patio y las reses hacían bulla desde temprano hasta que se los llevaban. El olor a boñiga era permanente. A pesar de que no había muchos carros, pasaban por allá y los podía ver”.