Por Angel Roys Mejía*.
“Fraguador de historias
en sones repetidos
jamás despliegues tu sombra para halagar asesinos”.
Acordeonero. Ración de sombras.
Víctor Bravo Mendoza.
Cada vez que se activa una campaña electoral en territorio de La Guajira, las tensiones que abrigan la búsqueda del poder se cargan de un espíritu panfletario, de un inspeccionismo obcecado por descubrir inhabilidades, señalar actos de corrupción y hasta por hurgar en las preferencias sexuales de los candidatos. Este ánimo por chuzar lo ajeno pone en evidencia la crisis de escrúpulos que dicta catedra en el ambiente político de la región.
Entre tanto la ciudadanía que espera debates que consagren las ideas para superar la crisis institucional es agredida por los improperios, las injurias, las falsas noticias, documentos apócrifos y toda suerte de artimañas presentadas como verdad, fraguadas en las bodegas de las candidaturas enfrentadas y catapultadas por las redes sociales, que constituyen hoy el canal en donde transita la opinión general.
Este comportamiento nervioso de las huestes electoreras que se conocen muy bien entre sí, porque en cada elección mudan de bandos como de partidos, se nutren de la propaganda que construyen en años transpirando las mismas intimidades, que superado el periodo de amistad convenida, luego usan para revelar como si poseyeran los archivos de Snowden.
Así como se preconiza el fin del mundo y de la historia, en la provincia y en la región ha llegado el fin de las ideologías. Los trapos rojos, azules, verdes, amarillos y naranjas entre tantos se mezclan o mudan sin ningún recato. Diputados rojos inscriben hijos amarillos, ex alcaldes colorados se apropian de listas “independientes”, concejales dan un paso al costado para que sus parientes contraten o se vistan con las camisetas del oportunismo y así se configura una camaleónica fotografía de este tiempo. Lo importante es el cálculo, estar dentro del mecanismo, esa es la filosofía. Este diseño provincial del “mecanismo” con sus raíces mafiosas, no solo funciona aquí, ha dado al traste con la caída de gobiernos en Brasil, Perú y otras naciones, aquí sobrevive por que se ha convertido en un hecho tan institucional, que hasta los aparatos del Estado tejen su blindaje y tratar de romperlo se puede pagar con la muerte.
Entre tanto por los caminos del arte en Brasil se ha reproducido en Neflixt una serie por capítulos que cuenta el mayor escándalo de corrupción de todos los tiempos, cuya única metáfora está en sus nombres El Mecanismo y Lava Jato (Lava autos en portugués), la mayor operación contra la corrupción en su historia, que mandó a prisión a decenas de políticos y a varios de los principales empresarios del país por haber montado una red para desviar recursos de la petrolera estatal Petrobras a través de la firma Odebrecht. Aquí a prisión van de verano unos cuantos “chivos expiatorios” que siguen lanzando el grito de Wilson Manyoma, mientras el atávico tejemaneje de contratistas, políticos y mafiosos corroe todos los cimientos negando la posibilidad de que el aforismo “Una marea alta levanta todos los barcos”, se cumpla y de vuelco a la historia.
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