Por Abel Medina Sierra
Las cifras y evidencias de natalidad y mortalidad actuales, terminaron por echar al suelo las tesis predictivas que desde 1798 el economista inglés Thomas Robert Malthus hizo famosas: la humanidad crecería tan desmesuradamente que el mundo sería insostenible e incapaz de producir su propia alimentación. La teoría malthusiana proponía un estricto control de la natalidad y hasta justificaba la regulación natural de las guerras y epidemias como solución final.
Hoy en día, el control de la natalidad dejó de ser una prioridad: lo que ahora está en riesgo es la misma reproducción de la especie humana. Los 8 mil millones de humanos que poblamos la tierra en el 2022 ha comenzado a decrecer a tal punto que, según estudios de la Universidad de Washington prevén que, así como vamos, a mediados de este siglo 155 de los 204 países no podrán sostener su población y para el 2100 el 97% de los países tendrá más defunciones que nacimientos.
Recientemente, en algunos países de Europa como España, Portugal e Italia, asiáticos como Corea del sur y la antes superpoblada China, escala cada día más la preocupación por la tendencia indeclinable de más de una década de tasas de natalidad muy bajas. Ya los estados no hallan qué beneficio crear para estimular a las parejas a tener hijos. En España, por ejemplo, el promedio de hijos por mujer es de solo 1,23- una de las más bajas en el mundo-.
No solo se trata de Europa, en América Latina, que se vislumbraba como la mayor fábrica de hijos, las cifras ya demuestran que vamos por el mismo camino. En Colombia, con lo “parinderas” que son nuestras mujeres, el Dane acaba de divulgar que el año pasado los nacimientos se redujeron en un 11% y que entre el 2019 y el 2023 ha habido una reducción del 20.6% en los nacimientos en una tendencia que viene desde el 2017.
¿Cuál es la razón para que algunos países se hayan convertidos en naciones envejecidas donde mueren más que los que nacen? Además de la masificación de métodos preservativos, mayor planificación de las familias, el auge del feminismo y de las parejas del mismo sexo, se explica por el emergente fenómeno de los dinks (dual income- no kids), acrónimo nacido en 1970 en Estados Unidos y que traduce “doble de ingresos sin hijos”. Se trata del creciente número de parejas que deciden no concebir hijos, aunque tengan dos ingresos para sostenerlos. A estos se suman las familias dinky (dual income- no kids yet) que son las parejas que deciden vivir varios años sin tener hijos todavía. Son padres que prefieren privilegiar sus carreras profesionales, darse sus gustos viajando, saliendo de rumba o a comer que invertir su salario y su tiempo criando hijos: “consumo mata a hijos”, parece ser su filosofía de vida.
Datos del Instituto Nacional de Estadística de España revelan que en ese país ya hay 2.8 millones de hogares con la estructura familiar dink: padres sin hijos. Con esto, España reducirá su población a la mitad al final de este siglo. En el caso de Reino Unido, la mitad de las mujeres llegan a los 30 años sin tener descendientes, un preocupante caso de maternidad tardía y en Estados Unidos el 14% de las parejas ha optado por este modelo de familia.
Ya no solo se trata de mujeres que, por llevar una vida más independiente, cada vez evitan tener más críos o retardar hasta casi los 40 el embarazo, sino que los hombres ya se suman al fenómeno dinks contrariando las leyes naturales de preservación y prolongación de la especie. Algunos ven el fenómeno con algo de optimismo y habrá más recursos para menos gente aplicando la sentencia que le escuché a una matrona en Maicao “Entre menos bultos, más claridad. Bollo menos: bollo más”. Pensarán que habrá más recursos alimenticios y menos saturación ambiental, pero los riesgos pueden ser peores. Por ejemplo: la falta de mano de obra y relevo necesario en la pirámide pensional.
Ahora bien, desde otras orillas comienzan a ver el fenómeno de las migraciones como la tabla de salvación de Europa, ya que los africanos y latinos son los que más tienden a multiplicarse prolijamente. Como añorarían en estos países donde los dinks y dinkies son moda, tener padrotes de estos que hemos conocido, por ejemplo, aquí en La Guajira y que dejaron su simiente y su apellido regado por toda la región.
En un ejercicio en el que tuve muchos amigos como informantes, he podido hacer un breve inventario de esos sementales guajiros que, si existieran, quizás serían “producto de exportación” para repoblar a Europa y espantar el fantasma de la extinción.
Por ejemplo, un Moisés Araújo de Urumita quien dejó “regados” la friolera de 63 hijos. Entre Riohacha, Manaure y hasta Venezuela, Manuel Barliza dejó sembrados más de 50 hijos. En San Juan y sus alrededores, José Dolores Mendoza Orozco dejó 52; también allí Ramoncito Rois tiene demostrada una prole de 50 vástagos. En el norte, a Germán Barros Romero se le han contado 57 hijos, aunque hay versiones de que pasa de los 60. En Manaure, a Ricardo Raúl Gámez, “Barrabás” la cuenta va por 32 hijos. En Maicao me recuerdan a Eusebio López de quien se dice que tuvo 58 hijos y a Francisco Boscán Bonivento que hizo su “modesto” aporte a la ciudad con 31 frutos. A Onosiforo “Fifo” Durán quien en apenas 47 años de vida que tuvo, dejó la paradójica cifra de 47 hijos. Entre Carraipía, Villanueva, Riohacha y Manaure Adaúlfo Ibarra Pana tuvo 30 hijos. En Barrancas Herminio Berardinelly aportó la “pequeñez” de 25 hijos, algo más que mi padre Erasmo Medina Gámez que para estos era un pichón de padrote con “solo” 20 hijos, perdonen “la poquedad” de mi viejo. Otros sementales emblemáticos que poblaron La Guajira son el “Mono” Flórez, Edicto Barroso, Néstor Brugés Pinedo, “Papum” Freile, Rafael Ripoll, Rafael Ocando, Claro Cotes Barros, Gustavo Mendoza Romero y ¿Por qué no?: Diomedes Díaz, entre otros gallos que hicieron “barrejobo” en muchos gallineros.
Si alguna vez, estos prolijos procreadores fueron criticados por su excesiva promiscuidad, con la tendencia a aminorar la especie se van a convertir en glorias a las que añoramos porque vinieron fue a poblar el mundo sin egoísmos, no como lo hacen los dinks que prefieren invertir más en champaña que en pañales y leche. Países envejecidos: urgen sementales y parinderas.