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La Guajira con una pésima universidad pública

Por: Gustavo Múnera Bohórquez

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Hay segundos puestos honrosos, pero cuando se habla de la mala calidad de quienes estudian en la Universidad de La Guajira, la cosa cambia. El pésimo nivel de sus alumnos en destrezas para desempeñarse en la vida profesional es aterrador. Eso es lo que mide la prueba Saber Pro, obligatorias desde 2003 para graduarse de pregrado. Por supuesto, las individualidades lavan un tanto el pellejo. Según los resultados consolidados para 2020, la Universidad de La Guajira alcanzó 130,7 puntos, el segundo peor en el escalafón universitario del país. Queda, dirán los áulicos de la pequeñez, el consuelo que menor fue el de la Universidad de Chocó con 120,2, el último de todos. Estuvimos cerca de perder el puesto.

Las pruebas Saber Pro constan de cinco módulos de competencias en una primera sesión: lectura crítica, razonamiento cuantitativo o matemático, competencias ciudadanas (conocimiento de las leyes colombianas), inglés y comunicación escrita (cómo argumentar) y un cuestionario de preguntas socioeconómicas; en una segunda sesión se escoge uno entre cuarenta cuestionarios sobre competencias específicas según el interés del estudiante. La incidencia de las inclinaciones profesionales de los evaluados es parcial, ya que en general se trata de medir qué tanto el estudiante se adaptará al mundo laboral.

Se discute la pertinencia de la prueba; para algunos favorece a estudiantes andinos y del eje cafetero (población predominantemente blanca), en detrimento de la periferia de Colombia, negra e india de manera particular. Resulta obvio que en el caso de La Guajira la dispersión de la población indígena y la desprotección de las comunidades wayuus por deficiencias en conectividad, transporte, alimentación, y de manera importante, el atraso profesional de los profesores de etnoeducación (lo que en sí mismo es un contrasentido porque tiende a crear gulags educativos), podrían explicar por qué la etnia mayoritaria de La Guajira está sentenciada a una morosidad en el conocimiento por razones estrictamente políticas.

Semejante desastre en la Universidad de La Guajira tiene culpables; por ejemplo, su Consejo Superior Universitario y el rector nombrado por este ente, la clase política en cabeza del gobernador y la ciudadanía misma junto a la inefable dirigencia wayuu. ¿Creen tener alguna incumbencia en los hechos? ¿Serían capaces de someterse a un juicio de residencia y determinarse las causas de tal timo para recomponer el camino? De muy poco sirve abrir nuevos programas para obtener idéntica mediocridad.

La Universidad Javeriana ante la misma prueba obtuvo “apenas” el noveno lugar entre las mejores; pero, la élite sí se preocupa de no prohijar inhábiles. Hizo un estudio para precisar dónde se hallan sus estudiantes malos (programa de psicología a la cabeza) y dónde están los mejores (medicina y odontología). Sin embargo, La Guajira no está lista para esa conversación.

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