Por Limedis Castillo Mendoza – Poeta, narrador y cronista.
Tenía pactado una reunión en la plataforma Zoom con el escritor Eunaldo Amaya Loaiza. Al instante nos conectamos. Sin embargo, lo prevengo de la bulla de los vendedores ambulantes.
—Aquí se vive del día a día. —Le asevero.
No había dicho mucho sobre las griterías del rebusque y como una malicia del destino los vendedores ambulantes salen a nuestro encuentro:
Limones, aguacate, papaya… Vecina. Compre los aguacates. Hay aguacates que le ponen los ojos azules, hay yuca que le economiza el gas, limones que botan más agua que un diluvio, hay coco para los locos y para los cuerdos también… Vecina lleva yuca buenaza… hay piña para las niñas dulcecita como la azúcar… Limones, aguacate, papaya… Vecina.
Son la diez y cinco de la mañana, yo quiero que fluyan las palabras. Que fluya el bosque tupido de las imágenes, ese halo de misterio que encierra el encuentro con otro humano, con su voz degastada por los años, la cadencia de su lenguaje como vehículo de su música y su evocación.
Comienza Eunaldo a hablarme de su infancia.
—Yo fui un niño de un pueblo con calor humano donde todo el mundo se conoce y considera. Mi papá y mi abuelo tenían ganado. Desde niño me encanta andar detrás de la vacas, andar montando burro y caballo, me encanta el olor a monte.
Contenido sugerido:
- La pedagogía de los pájaros de Eduardo Lázaro
- La escritura o la producción de texto en el aula, una aproximación desde la escuela
- El reino errante de Hernando Díaz Escobar
- El mar cimarrón de Juan Barros Sierra
Eunaldo habla desde su reminiscencia. De un pueblo que despierta con el canto de los primeros pájaros, donde el café ya está caliente para apaciguar el sereno de la media noche; Cotoprix se llenaba de las pisadas de los burros y caballos, a lo lejos el mugido de las vacas, a los lejos también la madrugada que se desvanecía en los cerros. Y continúa con su alocución.
—Con los jornaleros me metía al corral, enrejaba y ordeñaba todos los días, después de ordeñar llevaba el ganado al potrero a pastar. En la tarde me iba con un jornalero a recoger el ganado.
Todo lo que dice está cimentado desde los materiales reales y simbólicos de su literatura hecha de tierra y árboles desde esa nostalgia que relata lo vivido de su pueblo de añoranza.
Por aquel entones Cotoprix su pueblo natal crecía entre el caracolí, el roble, el guayacán. Se sentía a lo lejos la filarmónica del rio y su música sublime. Bajaban de la sierra los cazadores del firmamento uno a uno; bajaba también el saíno y el venado cauquero; bajaba una niebla húmeda y su rocío metálico que lamía las hojas de los árboles y la hierba verde; bajaban los grillos y su ceremonia de cantos fúnebres; bajan las palabras de los niños y los achaques de los más viejos. Todo era descenso hasta aclarar la mañana en los árboles nativos y los techos de palma.
Amaya Loaiza, nació el 19 de octubre del año 1959 en Cotoprix, un corregimiento del Distrito de Riohacha, departamento de La Guajira. Es Licenciado en Filosofía y Letras, Especialista en Pedagogía de la Lengua Escrita, periodista, escritor, miembro de la Unión de Escritores de Sucre (UES), de la Asociación de Profesores de Español y Literatura (ASPEL) y del Parlamento Internacional de Escritores de Cartagena. Actualmente profesor de Español y Literatura en la I. E. Palmira Toluviejo en el departamento de Sucre. Aclara que estudió en la vocacional agropecuaria de Carraipía y luego se me graduó en el año 1979 como Bachiller Agrícola en el Instituto Agrícola de Fonseca -Guajira-. En 1980 fue nombrado docente de aula en el mismo corregimiento de Cotoprix; ese mismo año, el siete de diciembre se dio el asesinato de un tío. Eso trajo como consecuencia el abandono a su natal Guajira.
—Mi tío pagó algo que él no hizo. A mí me mandaron para Sincelejo. Yo me vine con el primo Jorge (“Monche”) Loaiza y nos hospedamos donde nuestro primo Medardo Brito, quien nos esperaba, previo acuerdo con mi preocupa madre. En el año 1981 fui nombrado en el Instituto Técnico Agropecuario “Guillermo Patrón” de Las Llanadas de Corozal, como profesor de Producción Agrícola.
—Yo recuerdo la Escuela Rural Mixta de Cotoprix y a mis maestras en la Básica primaria como lo fueron Elba Gómez Q.E.P.D., Elizabeth Henriquez, Nolvis Rosado, Ilsa Duarte y el profesor Julio Peñaranda.
Cuando era niño veía besar las nubes a las montañas en la sierra, donde con alguna frecuencia solía ir de cacería de palomas torcaza, perdices, conejos, iguanas y algunas travesuras, con amigos como Chamba (Q.E.P.D.), Eudis, Chente, Chande.
Esos retazos de vida juegan con su memoria, juegan entre alambres de púas y olor de las boñigas de vaca. Esa infancia que se esfumaba como el humo y los ladridos de los perros. Viene a su memoria el himno de la lluvia que apagaba las palabras de los ancianos y despertaba el concierto de los grillos. Ahora lo recuerda como desde el monte los pájaros cantaban esa canción líquida que se desvanecía por las madrinas de los potreros y por los árboles frutales. Eunaldo se recuerda en el patio de su casa materna debajo de la sombra de los mangos y nísperos espantando los zancudos con una varita de totumo. Se recuerda en los salones de bailes, con dos varitas, simulando tocar un cencerro al son de un buen vallenato, esos que siempre le arrugan el alma “desde antes de nacer”. Se recuerda arreando el ganado para ordeñar. Arreando la vida misma.
Y como si quiera el momento de nuestro encuentro se escucha otra bandada de palabras desde la calle: “Aproveche la pomada con marihuana con número cien y árnica, caléndula llévala por solo mil pesos; para los dolores de espalda, calambre, tortícolis, artritis, inflamación. Oye para un dolor de rodillas un dolor en un brazo, dolor en la parte baja del cuello, dolor de cabeza, dolor de muela. Le vale la pomada hoy mil pesos. Hoy aprovechando la pomada para los dolores. Oye mil pesos le vale la pomada, hoy. Bueno vamos aprovechar la pomada de extracto de matarratón penicilina especialmente para los brotes, para el sabañón, para el empeine, para cualquier clase de rasquiña la pomada de estrato de azufre, matarratón y penicilina aprovéchala por tan solo dos mil pesos. Esta pomada es eficaz para los paños, alergia sabañón, hongos y toda clase de rasquiña aprovéchala por tan solo dos mil pesos.
Después de la promoción de la pomada y pienso en La Guajira y su increíble y triste historia; según el DANE está con 61,8 por ciento de incidencia de pobreza monetaria; pero bueno ese no es el tema. Seguimos con el ejercicio de construir la crónica.
—Yo escribo de acuerdo al momento. —Me dice Amaya Loaiza. Y sigue:
—Para mí la crónica no es más que una noticia contada como un cuento. En la crónica se narra algo real con adornos del lenguaje y el autor puede exponer su punto de vista. Afirma con vehemencia.
—Yo también por mi parte quiero aprender hacer una crónica que esté a la altura de mis lectores, salir con la magia que tiene la cronista Leila Guerriero y Martín Caparrós. Eso quiero. Para Leila Guerriero (2019) la crónica es la reina del detalle y del contexto.
La crónica para mí es la literatura de lo habitual y apunta a sacarle provecho al silencio y al ruido. La crónica es la anécdota de la vida misma narrada en clave literaria, buscando siempre mi propia voz y la voz del sujeto en todo su esplendor. Dejo hasta allí mi apuntes sobre la crónica tampoco es una tesis sobre ella. Muchas veces se me sale el docente que hay en mí y todo lo quero definir. Sigo con mi trabajo de cronista.
Yo trato de indagar cómo surgió ese bicho raro de la literatura y sin mediar más palabras afirma:
—Se me hizo insoportable seguir esa procesión que llevaba por dentro. Yo quería escribir.
—Para nosotros aquí en Sincelejo y para mi país tenemos al poeta Giovanni Quessep; él es un referente para quienes estamos en pañales en esto de la creación literaria.
Hace una pausa…
— ¿Qué te parece si te leo un poema Giovanni Quessep?
Yo le digo que está bien. Al fin y al cabo serán los lectores de esta crónica quienes también escucharán el poema.
Si eres tú la que busco / ven en la noche de perdidos reflejos, /si eres el cuerpo amado ven entre árboles, entre canciones. / Aquí te espera un tiempo /desposeído de sus fábulas, un cuerpo castigado por la vida /y las zarzas de los caminos.
Eunaldo comienza a hilar su aventura con los libros. Explica que esa idea de su primer libro fue por el año 2004; hizo una compilación de sus artículos periodísticos de ensayos y crónicas ya publicados en el periódico El Meridiano de Sucre.
La periodista Madeleine Carolina Sánchez Narváez le había hecho una crónica titulada Sendero de letras Eunaldo Amaya Loaiza”. Allí describe lo siguiente de Eunaldo: “Su primer libro fue una respuesta al clamor de sus lectores del periódico El Meridiano. Ellos le insinuaban a Eunaldo que en un libro publicara los artículos que ya había escrito para el periódico. Él lo pensó durante un buen tiempo, y como la literatura es otra de sus pasiones, entonces decidió que sí lo haría y así fue que nació su primer libro (en el 2004) llamado “Desde la Otra Orilla”. El lanzamiento de dicho libro fue en Sincelejo, Montería y Riohacha y fue editado por Editorial Antillas de Barranquilla”.
Y continúa con su presentación.
—Me entusiasmé y empecé a escribir cuentos y cuando vi que tenía una buena cantidad, consideré la posibilidad de publicarlos, fue así como inicié el proceso de depuración, luego me reuní con amigos escritores, hicimos talleres con mis cuentos y allí decidí hacer la publicación. Y salió el libro de cuentos: “Huellas en el tiempo”, en el 2007. Creamos un grupo de estudio literario llamado “Héctor Rojas Herazo”. Alcanzamos a fundar la revista “Cedrón” y sacamos 5 ediciones, también montamos un programa de radio llamado “Desde el patio”, que duró como una año. Desafortunadamente, el humano es un ser de paradojas: Clamamos sociedades al tiempo que incitamos a su propia destrucción. Ese grupo de estudio, tuvo muy buena acogida y se ganó la admiración de la crítica literaria. Nada de eso existe hoy. Desde hace un año, pertenezco al Taller de Escritura Creativa “Raúl Gómez Jattin, que coordinan Omar Gallo y Edgar Trejos. Todos los integrantes (20), somos del Parlamento Internacional de Escritores de Cartagena.
Hace una pausa. Yo siento que se cayó el internet. Todo queda en el silencio más profundo. Y como si estuviera en una sesión de espiritismos le pregunto que si está allí. El silencio se hace infinito. El silencio se hace íntimo y perfectamente otro. Cada palabra estalla adentro. Tengo dos noches sin dormir bien.
—Maldito insomnio. —Me digo. Todo es como un túnel lleno de ausencias y desvelos.
—Aquí estoy compa —me dice y continúa.
—Estaba buscando un poema de Rojas Herazo para recitarle. —Me expresa—
—Él es como un faro para nosotros, es una lámpara, una luz. La Unión de Escritores de Sucre, está celebrando con júbilo, haber conseguido la declaratoria del año Héctor Rojas Herazo (Tolú-Sucre, 1921-Bogotá, 2002), por parte del departamento de Sucre y el Ministerio de Cultura, mediante Decreto No. 0109 del 1 de marzo y de la Resolución No. 0076 del 29 de marzo de 2021, respectivamente; con ello, buscamos honrar la memoria y promover la divulgación de la extensa obra (novelista, poeta, pintor, periodista) de uno de los autores más importantes y versátiles del Caribe colombiano.
Mira no más este poema:
“A un ruido vago, a una sorpresa en los armarios,/ la casa era más nuestra, buscaba nuestro aliento/como el susto de un niño./Por sobre los objetos era un dulce rumor,/una espina, una mano,/cruzando las alcobas y encendiendo su lumbre/furtiva en los rincones”.
Eunaldo presentó una propuesta a la editorial Oveja Negra para la publicación de un libro. Ha sido según sus palabras, uno de los logros más grande en su vida literaria. De allí nace su libro de cuentos Voces del caminante (2011). Enseguida viene el otro libro: “Confesiones de Alexander” (2015) que se lo publicó la editorial Torcaza. Más adelante publicó un libro de poemas: “Desojando el tiempo” (2019) pero se presentó la pandemia y no ha podido salir a promocionar su libro de poemas.
Como poeta y narrador le gusta la lluvia, las sabanas y los árboles son como elementos esenciales. Toma la voz y recita unos de sus poemas inéditos:
Declina el sol su bravura, cirros y nimbos festejan/ son pájaros de algodón en el firmamento que cambiar de forma y de color / el horizonte besa la tierra que ha sufrido los rigores de la canícula, las nubes ebrias y zigzagueantes sin saber geometrías de policromía ni de contornos…
—Escribir es imprescindible, —y sigue:
—La literatura me ha llevado a destinos impensables. Me ha dado muchos frutos. Con la literatura he alcanzado más lectores. Nunca he ganado ningún premio. Nunca he concursado. Pero me ha dado el honor de representar a Sucre en muchas partes de Colombia, y a Colombia en países como Argentina, Chile y Ecuador. Recientemente participé en la Feria virtual del libro de España y del Reino Unido.
Cuando habla de sus referentes dice que le encanta “A sangre fría” de Truman Capote, la narrativa de Capote me fascina tiene un hálito de misterio y sagacidad, Haruki Murakami le parece fabulosos; lo mismo que los cuentos de Antón Chejov que son de una alta costura, de Jorge Luis Borges afirma que es un gran maestro, Gabriel García Márquez, por supuesto, que es un experto en el cuento, y la poesía de Pablo Neruda tan cargada de imágenes, de Héctor Rojas Herazo y su búsqueda del ser y de Giovanni Quessep que lo regresa a los árboles y la infancia, esos son autores que lo han marcado irremediablemente.
Le cedo la palabra y me dice:
—El encuentro que más me impactó fue en el III Congreso de la Lengua Española, donde vi por primera y única vez a Gabriel García Márquez, a Mercedes Barcha, la esposa de Gabo y al escritor mexicano Carlos Fuentes. Tuve la oportunidad de entregarle un libro a Juan Gossaín.
—Una de las veces que he asistido a la Feria Internacional del Libro de Bogotá, más exactamente en el año 2012, me encontré con Fernando Soto Aparicio, autor de “Mientras Llueve”. Yo en bachillerato leí su obra, me dijeron que estaba en tal pabellón, salí en su búsqueda y me tomé fotos y le regalé un libro de los míos.
—Claro —le digo— escribir requiere de transitar en la penumbra. De ser un animal nocturno, ahora que estoy redactando esta crónica me doy cuenta que la noche trae sus melodías de hojas secas, trae su canto de pájaros nocturnos y el ruido de una ciudad como Riohacha que desvanece entre las últimas estrellas. —Levité, vuelvo a mí y la crónica — me digo.
Certifica que vive con Denis Bello Blanco, su esposa con la cual realizó su proyecto vital. Y de sus hijos, afirma que la hija mayor del matrimonio, Ana Marcela, es médica y trabaja en Medellín; el segundo es abogado, Carlos Andrés y la menor, María Clara está estudiando medicina en Medellín. También tiene un varón antes del matrimonio: Arnovys Andrés, es Administrador de Empresas. También tiene un par de gemelas María Clara y María Paola que estudian Psicología y Trabajo Social en Sincelejo.
Los vendedores ambulantes no dan tregua y viene otra tanda.
“Vecina le compro los hierros, los motores las estufas viejas, le estoy comprando. Unidades quemadas esas neveras viejas, los hierros, los chécheres viejos, las estufas viejas, estamos comprando que ya no le sirva. Le compramos lavadoras dañadas, televisores quemados, ventiladores dañados sillas partidas”.
—Gracias compadre, espero que venda todos los trastos y enseres viejos que tiene en casa.
—Aproveche, aproveche —me dice.
Le doy las gracias por darme la oportunidad de compartir la palabra y guardo la grabación.
La bulla desaparece. Habita un silencio en mi estudio. Es el silencio de esta pandemia que nos hostiga. Son las once y cuarenta y cinco de la mañana. Uno muchas veces cae en el silencio. Cae en el filo de los días, en el turno de deslizar la vida en la certeza de encontrar su propio lenguaje y su propia lucidez.