La huelga cruel
Nunca la infelicidad estuvo tan bien repartida. Una joven española, su novio y cuarenta de sus familiares y amigos se dirigían a la isla de Santo Domingo para celebrar una boda largamente esperada. Para ese día ya habían pagado las reservaciones de hotel, los gastos propios de la ceremonia y el subsecuente festejo. Los medios informaron también de un grupo de jóvenes voluntarios españoles provenientes de África que habían quedado varados en Ankara. Cada viajero podría contar su propia versión de la desdicha.