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Por Amylkar D. Acosta M. – Exministro de Minas y Energía y Miembro de número de la ACCE.
Anthony José Zambrano de la Cruz, nació en Maicao (La Guajira), es uno de tantos colombianos a quienes la violencia ha forzado a su desplazamiento y desarraigo. En su caso, no alcanzó a conocer a su padre, lo asesinaron vilmente y ello obligó a su madre Miladys a partir con su único hijo a rehacer su vida y la de él en la capital del Atlántico que los acogió. Anthony José es un hombre de retos, el primero de ellos fue sobrevivir en medio de la pobreza y la precariedad.
Anthony José y su madre Miladys, como decimos en nuestra tierra, han pasado más trabajo que Justo Rojas en Villanueva (ver mi Lexicón de guajirismos) o también, como se suele decir a menudo, les ha tocado pasar el Niágara en bicicleta y también en bicitaxi. A ellos les viene muy bien la composición de Marciano Martínez, interpretada por los Hermanos Zuleta, Pobre infancia, en la cual se dice que “era tanta la pobreza de mi vieja, que a veces hasta la candela pedía p ́a juntá el fogón”. Así de patética ha sido la vida de privaciones de este par de titanes.
De modo que si algo ha caracterizado a Anthony José es su espíritu de superación. Él no se conformó ni se resignó a seguir en la economía del rebusque en Barranquilla para conseguir el diario sustento de él y su madre. Siempre se ha impuesto metas más elevadas, con la obsesión de darle una casa a su madre “para que viva tranquila” y para que ella deje de estar, como ella misma lo dice, “de aquí p ́a ya y de allá p ́aca”. Y, rehuyéndole al vicio, a las pandillas y los malos pasos (ver mi Lexicón de guajirismos) que lo asediaban y acechaban en el barrio humilde en donde se refugiaron en Barranquilla, entendió desde bien temprano que, como dice el adagio popular, “más vale llegar a ser que haber nacido siendo”.
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A sus 21 años, Anthony José se colgó en Doha (Catar), en donde se realizó el Mundial de Atletismo, la medalla de plata, su tercera presea en línea, después de los Panamericanos de Lima en agosto de 2019, en donde se hizo acreedor a la medalla de oro por su brillante actuación, asegurándole de paso su participación en las justas de los juegos olímpicos de Tokio, precedida por su resonante triunfo en Suiza, en el mes de junio del mismo año, en donde se coronó como campeón en los 400 metros planos, que es su especialidad. En Doha ratificó sus excelsas condiciones, batiendo su propia marca con un registro de 44.57 segundos. Se trata de nada menos ni nada más que del primer medallista colombiano en un evento de pista en un campeonato Mundial de Atletismo, esta vez en Doha.
Él, como afirma Mandela, es consciente de que “después de escalar una colina, uno se encuentra sólo ante muchas colinas que escalar”; por eso ha dicho que “uno no tiene que ser mediocre y complacerse con una marca. Aquí sigo y vamos hacia adelante”. Como vemos, no es amigo de la autocomplacencia. Y lo acaba de mostrar y demostrar y de qué manera en los 400 metros de la válida de Florencia (Italia) de la Liga de Diamante, en donde se impuso con un tiempo de 44,46 segundos, dejando rezagados a los otros dos favoritos, el italiano Davide Re, que terminó con 45.80 segundos y el británico Matthew Hudson-Smith con una marca de 45.93 segundos. Una verdadera hazaña. Este triunfo lo catapulta hasta hacerse acreedor a la primera posición en la clasificación general de dicha Liga. ¡Cipote honor!
Anthony José, con su brillante actuación y su talante de deportista disciplinado y consagrado ha sabido dejar bien en alto el pendón tricolor, así como la divisa de los departamentos de La Guajira y el Atlántico, fundidos en él, como el hijo egregio del Caribe colombiano que es. Aspiramos y esperamos mucho más de él, ¡tiene madera e ímpetu para lograrlo!