Por Amylkar D. Acosta M
Prematuramente, a sus 60 años, cuando aún le sonreía la vida, truncada por quebrantos de salud, ha partido mi amigo y admirado compositor de nuestra música vernácula y fiel intérprete de ellas, el Maestro Luis Aniceto Egurrola Hinojosa, hijo de Jaime y María Teresa. Sanjuanero raizal y cultor del Vallenato clásico. Me atrevo a compararlo con otro gran compositor, porque son del mismo género, Gustavo Gutiérrez Cabello.
Compositor por antonomasia y por dinastía, pues su vena artística le vino de su abuelo guitarrista y guitarrero, porque además de ejecutar la guitarra la fabricaba, Enrique Luis Egurrola Valverde. Pero también tuvo su influjo su madre María Teresa, quien le enseñó sus primeras letras a punta de poesías de su propia inspiración. Cómo se suele decir en nuestra tierra, la sangre no se vuelve agua y además tiene memoria, la que se aloja en el ADN que heredamos.
Desde su primera juventud, a temprana edad, cuando apenas era un mozalbete, ya mostraba sus dotes de avezado compositor y empezó a componer para no dejar el arte de hacerlo hasta el último hálito de su existencia. Dicho por él mismo, sus primeros versos salieron improvisando frases con un cuaderno en su cuarto y que una monja del pueblo, quien tenía conocimientos en música y leía partituras, se inventó un concurso de canto para niños. Y quién se lo ganaba sino él. Para entonces, cuando daba sus primeros pinitos, se inspiraba en sus primeros amores y vivencias de su transición entre la infancia y adolescencia.
Su género, el que cultivó con tesón y consagración, fue el romanticismo, sus canciones son poesías, son lírica, cargadas de sentimientos y de ternura. Escuchar canciones tales como Dónde están esos amores, Una aventura más, pero sobre todo Cómo te olvido, para mi gusto la más hermosa de todas, es transportarse a un mundo de Ilusiones, como otra de sus canciones, rebosantes todas de amor platónico.
Los destellos de su inspiración, van desde el título de sus canciones, como Tú vas a volar, Al final del sendero, Ilusiones, Ven conmigo, Alas de mil colores, porque fue profusa y prolífica su producción, hasta la letra de sus canciones, como cuando alude a los “versos solitarios”, “alas hechas de ilusiones”, “una aventura más”, son todos emotivos y emocionales, un mundo de fantasía y alegorías, siempre, siempre directas al corazón. La Musa a él nunca le faltó, nunca lo desamparó.
Le grabaron sus canciones, siempre exitosas, siempre entre las mejores, afamados intérpretes, desde el Cacique de la Junta Diomedes Díaz y su paisano Juancho Rois, el Binomio de Oro con Rafael Orozco y el Pollo Irra, Los Hermanos Zuleta, Farid Ortíz, Jorge Celedón, Los diablitos con Omar Geles, Juan Carlos Centeno, Otto Serge y Silvestre Dangond, entre otros, logrando posicionarse desde el acetato original hasta el de ahora que está de vuelta, pasando por el casete, el CD y su digitalización, producto de la modernidad. Ello le dio a él más seguidores, más admiradores y mayor reconocimiento, tanto como el que se merecía. Ello le mereció también que se alzara en dos oportunidades con el trofeo que lo declaraba no una sino dos veces Compositor del Año en el marco del Festival de Compositores de Música Vallenata, en su natal San Juan del Cesar.
Les expresamos nuestras sentidas condolencias y nuestra solidaridad, en estos momentos de tan dura prueba a su esposa Julieta Mendoza, a sus hijos Luis Carlos y Cristina, a sus hermanos María Teresa, Carlos, Jaime, Ana María y Claudia, así como a sus demás familiares, amigos y relacionados.
Bogotá, septiembre 16 de 2024
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