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Mi buen amor

Por María Isabel Cabarcas Aguilar

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Que tu amor fue mar cuando sedienta, me arrimé a tu puerto a descansar, canta Gloria Estefan en su canción “Mi Buen Amor”, y mi madre, siempre fue mi puerto amoroso. Ena Luz Aguilar Arismendy es el dulce nombre de la mujer a quien le debo todo lo que soy y lo que seré. Nació en Riohacha en 1938, en el hogar conformado por José Prudencio Aguilar Márquez y Antonia Lucía Arismendy Gómez. Al lado de sus hermanos forjó lazos de confraternidad que perduraron y perdurarán por siempre.

Desde muy joven después de cursar su bachillerato, interna en la Escuela Magdalena en Santa Marta, trabajó en el sector público, estando vinculada al Departamento Administrativo de Salud Pública en La Guajira, donde se conoció con mi papá Cicerón Cabarcas Puello en la década de los setenta, conformando un hogar ejemplar, al cual tuve el privilegio de llegar para ser su única hija. Los recortes de periódicos de la época, los cuales atesoro, relatan las maravillas de su desempeño y altas calidades humanas que caracterizaron su noble servicio.

En mis gratos recuerdos de infancia feliz en medio de una familia maravillosa y rodeada de amor, hallo a mi madre visitando a sus comadres y compadres, amigos y familiares los fines de semana, celebrando su compañía, y haciéndoles sentir como solo ella podía hacerlo, su inmenso cariño. La sola idea de impulsar o participar en una integración familiar en alguna ranchería, la entusiasmaba demasiado, pues siempre les profesó un amor inmenso a los suyos.

Se pensionó después de trabajar más de treinta años como secretaria ejecutiva, oficio que desempeñó con lujo de detalles, siendo ejemplo en todo momento de amabilidad, rectitud, compromiso, integridad y destacadas competencias técnicas en su amado rol. Fue miembro de la agremiación secretarial CADES, demostrando allí también su compromiso por aquello a lo que se dedicó gran parte de su vida.

En los noventa nació Confecciones y Boutique Mary´s pues su gran sueño de ser empresaria se mantuvo vigente hasta que vio la luz, dedicándose de manera exclusiva a forjar con amor, aquello que había aprendido de su madre: la modistería. La vi formarse en cursos y talleres sobre emprendimiento, empresarismo y contabilidad, de la mano de organizaciones como FUNDICAR donde además de asesorías técnicas, recibiría también préstamos en dinero para fortalecer su negocio. Como fruto de su excelente desempeño como empresaria, recibió el Premio Estrella Nova concedido por esa entidad. Participó en ferias nacionales e internacionales como la Feria de la Chinita en Maracaibo en 1994 dejando en alto el nombre de La Guajira, impulsó la empleabilidad y mantuvo excelentes relaciones financieras con el sector bancario.

Su habilidad para las manualidades era extraordinaria. En los últimos veinticinco años alternaba la gerencia de su negocio junto con la elaboración de flores y tocados de carnaval, así como hermosas vinchas, lazos y peinetas para niñas, hechas con gran dedicación y un perfeccionista sentido de la estética. Mientras los hacía silbaba magistralmente las melodías de canciones de su gusto.

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Fue una destacada narradora oral entre sus sobrinos, pues deleitó a tres generaciones con historias que incluso ella misma creaba, o que repetía según lo relatado originalmente por mi abuela. Ella se gozaba la inocencia de la niñez y disfrutaba las novenas de navidad en casa, alrededor del pesebre que por veinte años hicimos para compartir con los más pequeños el milagro del nacimiento de Jesús en un pesebre.

Como católica fue una mujer creyente, practicante disciplinada de su religión, devota de la Virgen de los Remedios y del Sagrado Corazón de Jesús, participante recurrente de la Eucaristía dominical en esta, la parroquia San Judas Tadeo, ubicada en nuestro barrio, donde años antes de morir, iríamos los tres, mi hijo, mi madre y yo, a celebrar el milagro de la comunión. Por años la vi rezar el Rosario de la Divina Misericordia a las tres de la tarde, sentada en la sala de nuestra casa y sé que entre sus intenciones siempre estuve.

Cocinaba con gran destreza, los más insignes platillos de la cocina criolla, con una sazón única, por lo que su talento me acompañaría en una muestra para la destacada chef Leonor Espinosa en Hay Festival en 2017. Era una mujer extremadamente organizada, conservando incluso, en el archivo familiar, las partidas de nacimiento de sus sobrinos. Amaba las plantas, le gustaban las flores y les dedicaba tiempo y cariño en su jardín en el patio.

Luego de que decidiera cerrar Confecciones y Boutique Mary´s, abrió un multiservicio al que se dedicara por varios años hasta que, por motivos de salud y después de varias semanas interna en la Clínica Renacer debido a una fuerte erisipela, tuviera que venderlo en el año 2015.

Tal vez uno de sus sueños inconclusos fue, regresar a Guayacasira, territorio de nuestros ancestros Aguilar. Quienes la conocieron recuerdan esa especial forma de tratar a los demás que se reflejaba incluso en el saludo que brindaba a las personas a quienes apreciaba, su amplia sonrisa en cada encuentro, los brazos abiertos sinceramente y la candencia de su voz al conversar.

De ella aprendí desde niña y con su propio ejemplo, a ser una mujer autónoma, independiente y empoderada, a luchar por mis sueños, a trabajar con dedicación, integridad y amor y a combatir las injusticias, tal vez por ello decidí convertirme en abogada. De su mano recibí también, la sugerencia (casi directriz) de formarme como trabajadora social en la Universidad de La Guajira una vez culminé mi primera carrera y de esa forma he logrado también trabajar con las comunidades wayuu, algo de lo cual ella sentía muy feliz y orgullosa.

Así como de su presencia recibí las orientaciones e inspiración para escribir, en su ausencia he hallado también, el consuelo que las letras me prodigan, al tiempo que han sido en ocasiones un detonante emocional en los más tristes días de este largo año de ausencia física. Mientras Dios me de licencia, exaltaré su memoria y la seguiré descubriendo en todo, pues el amor trascendente el buen amor que nos une nunca deja de ser.

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