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Los niños de Pondores quieren su propia biblioteca de la paz

Con libros que trajeron a lomo de mula, desde la selva, y con entregas de entidades como el Banco de la República, exguerrilleros del antiguo ETCR de Pondores, en Fonseca, La Guajira, levantaron una pequeña biblioteca que ahora quieren convertir en centro cultural.

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“Pulgarcito era un niño que tenía seis hermanos y que era hijo de unos leñadores muy pobres. Como el papá no podía darles de comer, los abandonó en el bosque. Un día estaban en peligro, llegaron a la casa de un monstruo que los encerró en una cueva, pero ellos se volaron por un rotico por donde solo pudo salir Pulgarcito, porque era muy pequeñito”.

La historia la cuenta Jesús Contreras, un niño de nueve años que vive en el antiguo Espacio de Capacitación y Reincorporación (ETCR), de Pondores, en Fonseca, La Guajira, donde realizan su proceso de reincorporación más de 200 exguerrilleros de las Farc. Jesús vive con su mamá, su abuelita y su tío Freddy, un excombatiente que ahora es escolta de la Unidad Nacional de Protección (UNP).

Su casa es de paredes de cartón y yeso, tiene techo de zinc y una sola habitación. Su entorno, es el de un campamento de casas prefabricadas con muchas zonas áridas repletas de arena amarilla como la del desierto. En Pondores no hay parque infantil, ni juegos, ni lugares para los niños, pero sí hay una pequeña biblioteca, ubicada en una esquina en la parte de atrás del campamento, en medio del inclemente sol guajiro.

Los excombatientes dicen que allí “es muy difícil incentivar la lectura, por las condiciones del espacio, porque hace mucho calor, no hay aire acondicionado y no tiene sillas, ni mesas”. No obstante, una vez a la semana, el presidente de la Junta de Acción Comunal, Álvaro Canchila Soto, reúne a un grupo de niños allí y les entrega libros infantiles para que lean en sus casas. A la semana siguiente, les pide un resumen, que ellos deben entregar por escrito, como la historia de Pulgarcito. Así trata de incentivar la lectura.

“Somos conscientes de la importancia que tiene el universo de la lectura en los niños, en la construcción de condiciones para la paz y un mejor futuro, y por eso ideamos estas estrategias para incentivarla”, explica Álvaro¸ un exguerrillero de 59 años, que estuvo en armas por tres décadas bajo el seudónimo de Sandino.

La biblioteca

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“Usted no me lo va a creer, pero nosotros, en la guerrilla, como parte de la dotación, siempre debíamos cargar un libro, y leerlo, y luego compartíamos lo leído con nuestros compañeros”, dice Virginia Lobo, una exguerrillera encargada del tema cultural en el ETCR en Pondores. “En las horas culturales de la mañana, se hacía lectura de documentos y de textos y, además, teníamos escuelas de formación en el monte. En los campamentos que eran más estables, siempre se ubicaba una biblioteca, y en las escuelas de formación de las Farc, había cientos de libros. El estudio fue fundamental”, agrega Virginia.

Quizá por ello, cuando empezó el proceso de paz, un grupo de excombatientes se dedicó a tratar de salvar los libros que tenían en la selva, trajeron a lomo de mula cuatro bultos de ellos, que fueron distribuidos en los ETCR de Pondores (La Guajira) y Tierra Grata (Cesar), con el objetivo de abrir unas bibliotecas.

“Los demás libros tocó dejarlos en la selva, entre bolsas de plástico y con veneno para que no se los comiera el comején”, cuenta Virginia.

Esos libros quedaron apilados en cajas, y Vicente, el esposo de la vicepresidenta de la Junta, por su propia iniciativa, construyó un estante artesanal para poder darle vida a la biblioteca Sueños de paz, que fue construida con los mismos materiales prefabricados de las casas.

Allí se almacenaron los libros que trajeron del monte, y se sumaron donaciones y canjes de entidades como Alianza para la paz, La Universidad de la Salle y la Biblioteca Luis Ángel Arango, del Banco de la República, que en enero de este año entregó, a través y por gestión de la Misión de Verificación de las Naciones Unidas, más de 500 libros, centenares de revistas y películas que se siguen sumando al sueño de tener una buena biblioteca. Llegaron libros de arte, ciencia, historia, política y literatura infantil, que fueron distribuidos en partes iguales entre a las bibliotecas de Pondores y Tierra Grata.

Bibliotecas públicas móviles

Recién se firmó el Acuerdo de paz entre el Gobierno y las Farc, se habló de la importancia de la cultura y de la necesidad de que llegaran a estas zonas oferta cultural e inversiones del Estado.

Así nació el proyecto de las Bibliotecas móviles para la paz, en las que se invirtieron cerca de dos millones de dólares, con los que el Gobierno fundó 20 Bibliotecas, una de las cuales quedó ubicada en el corregimiento de Conejo, en Fonseca, La Guajira, a unos seis kilómetros de Pondores.

La biblioteca funciona y es un lugar idóneo para la lectura. También tiene una sala de música, no obstante, queda a más de una hora a pie, por lo que sus habitantes siguen insistiendo en crear su propia biblioteca, sobre todo pensando en los más niños que, como Jesús, no pueden movilizarse hasta Conejo.

El sueño

“Nosotros queremos nuestra propia biblioteca de la paz”, dice Álvaro Canchila, “una que esté aquí en Pondores, para que se pueda consultar sin necesidad de caminar una hora al rayo del sol”. Los excombatientes dicen que ya tienen los libros, pero que hace falta un lugar idóneo para la lectura, estantería, mesas, aire, y por eso quieren trasladar la biblioteca Sueños de paz a un lugar más central.

La idea, dice Jeiner Arrieta, un excombatiente conocido en Pondores como El médico, es desmontar la estructura de la actual y llevarla hasta la entrada de este antiguo ETCR donde la Mesa de Género y la asociación No hay Límites, de personas con discapacidad, están construyendo un parque infantil con apoyo de la ONG We Effect y el financiamiento de la Embajada de Suecia. “Vamos a llevarnos la biblioteca para allá, con paredes y todo, como aquí los muros son de drywall, la podemos desmontar y volverla a levantar en dónde queramos. Lo que necesitamos es quién nos apoye con estanterías, mesas, sillas, y en general con mobiliario”, añade Jeiner.

Ese parque, en el quedará un gimnasio al aire libre y unos juegos para niños, aspiran que se convierta en el lugar de esparcimiento del cual carecen en Pondores. Virginia dice que el sueño es construir un centro cultural que tenga biblioteca, sala de lectura infantil, un punto vive digital, un estudio de grabación y un teatrino, “eso es lo que soñamos acá”.

Por ahora, y mientras los sueños se cumplen, los niños siguen asistiendo una vez a la semana a la biblioteca Sueños de paz, para seguir con su lectura infantil. Álvaro Canchila sigue convocándolos a todos, y Jesús, sigue muy animado. Esta semana se está leyendo El Patito feo.

Por: Jorge Quintero, Oficial de Información Pública – regional Valledupar. Misión de Verificación de la ONU en Colombia.

 

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