Por Abel Medina Sierra
A pesar que a lo largo de los años he oficiado como reportero y redactor de noticias, que soy columnista de varios medios hace más de 20 años y que suelo incursionar en los géneros de la crónica, el perfil y el reportaje, nunca me he querido presentar como periodista. Y lo hago por inmenso respeto que le tengo a ese oficio, así que, eso justifica que hoy me sienta un doliente conmovido por el presente del periodismo en Colombia. Es que, nunca como en estos últimos años, el periodismo en este país ha sido tan troleado, desprestigiado, señalado y hasta atacado, no siempre “por decir la verdad” como se han defendido algunos de estos comunicadores.
Cuando escribo esto, Riohacha y La Guajira se debate en una aguda polémica por los recurrentes ataques de un periodista a las movilizaciones de los sindicatos y seguidores del gobierno a lo que respondió, de una manera hostil y también irrespetuosa un líder del sindicato de trabajadores de Cerrejón. La agremiación Colegio Nacional de Periodistas – CNP en su nodo Guajira, pidió al sindicalista retractarse de los señalamientos y al periodista “sensatez y cordura”. Cuando una agremiación de periodistas llama a la “cordura” a un periodista es porque ha traspasado la línea de imparcialidad y objetividad que deben ser principios del oficio.
A nivel nacional no es menos hostil el clima de tensión entre algunos medios, periodistas y el gobierno con sus seguidores. Si estuviéramos en un país en el que la prensa es libre, independiente y objetiva, eso no pasaría. Pero ya estamos acostumbrados a que los grandes medios siempre estén a favor o en contra del gobierno, es decir, toman partido a favor de uno de los bandos ideológicos y si alguien se mete en una pelea entre bandos, nunca va a salir ileso, algún golpe le cae.
En este país, es conocido y normalizado que los grandes monopolios económicos financien las campañas presidenciales y luego cobren privilegios contractuales y tributarios. Esos mismos empresarios son los dueños de los grandes medios del país. Así que, era común que la prensa en poder de esta élite respalde al gobierno de turno y, a llegar un presidente que no recibió financiación de ellos, instrumenten a muchos periodistas para atacar al gobierno, si es posible tumbarlo o garantizar que en cuatro años puedan volver a cobrar sus réditos.
Nunca un presidente de Colombia había sido tan atacado por la prensa como Gustavo Petro, tampoco nunca antes, un presidente, sus funcionarios y sus seguidores habían atacado tanta a la prensa del país. Da que te vienen dando, tire y tape. La guerra ha sido intensa y despiadada. Que medios tan masivos y emblemáticos como Caracol Tv y Radio, la W, La FM, Blu Radio, RCN radio y televisión, NTN, Red+ noticias, El tiempo, El colombiano, El Heraldo, la revista Semana y portales como Infobae ataquen incesantemente al gobierno, es una muestra de la guerra de contenidos, de ideologías y de agendas que tiene a este país tan convulsionado. Pero, en la otra orilla, el presidente se defiende atacando, también sus voceros, activistas y bodegueros. Si en algo se parece Petro a Uribe es en lo reactivo y pendenciero. Así que la prensa, si bien ha contribuido en parte a desprestigiar al gobierno, también ha recibido un poco de lo que ha dado. Hoy más que nunca, la prensa colombiana vive un momento maculado de señalamientos.
Petro, quien también ha dado mucha “papaya” para que lo ataquen ha demostrado que es muy vulnerable y su imagen puede ser muy manchada por quienes se van lanza en ristre contra él. Pero, también ha dado muestras que él y sus seguidores tienen el poder de devolver esa agua sucia y manchar a sus rivales políticos. Sino que lo diga desde Álvaro Uribe (la encuesta del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica en octubre reciente le da un 64, 3 de imagen negativa) pasando por Alejandro Ordóñez, la dupla Barbosa- Mancera, hasta Margarita Cabello o Vicky Dávila (51, 6 de imagen negativa y 23.8 de positiva).
Hay hechos recientes que agravan el álgido ambiente político atizado por la prensa. Que Vicky Dávila se haya postulado para la presidencia no deja de preocupar a quienes aspiran que quien remplace a Petro, al menos tenga preparación como estadista y algo de decoro en su ética profesional. Una periodista que nunca fue objetiva, que lanza fake news solo para ganar lectores y cumplir con una agenda política, que es señalada de usar la red Pegasus de espionaje para chuzar hasta al mismo presidente, que como lo ha denunciado el periódico El País de España, plagia noticias y se inventa fuentes y entrevistas como la del niño ambientalista Francisco Javier Manzanares; ese no es precisamente el perfil de alguien que le trasmita confianza a los ciudadanos para que lo suban al sillón presidencial. Si hizo ochas y panochas desde los medios, no me quiero imaginar lo que hará en la presidencia.
Otra magra noticia fue la cooptación que hizo el Grupo Prisa, propietario de Caracol Radio, del Canal Uno que era de los pocos medios independientes con los que contábamos. Con suma sorpresa, de pronto, de la noche a la mañana, la programación (y la oposición) radial de Caracol se multiplicó con la pantalla chica. Muchos han denunciado que con esta maniobra empresarial se le confiere una posición monopólica a Caracol radio, Mauricio Lizcano, ministro de tecnologías de las comunicaciones y las Tics, defiende la legalidad de la operación entre Plural comunicaciones que tenía derechos en la programación del Canal Uno y el grupo Prisa. Así que, Petro, si no quería una taza de café marca Caracol, ahora tendrá cuatro tazas: dos canales de tv y dos cadenas de radio incluyendo la W echándole lodo a su gestión.
Como efecto de esta cooptación mediática, el noticiero que siempre tuvimos como última reserva moral y de independencia, CMI, se despide tras 32 años de periodismo de altura y veracidad liderados por el venerado Yamid Amad. Nada ha dolido más que perder la última línea de defensa en el camino de la independencia periodística. Porque tampoco es sano que el equilibrio informativo solo venga de los medios que están en poder del gobierno como RCTV.
El periodismo que hace Luis Carlos Vélez, Vicky Dávila, Néstor Morales, Juan Diego Alvira, Juan Roberto Vargas, Juan Lozano, Juan Manuel Acevedo, Salud Hernández, Ericka Fontalvo, Hassan Nassar o Claudia Gurisatti no es el mejor ejemplo para quienes se forman en las facultades de periodismo, como tampoco lo es lo que hace Hollman Morris defendiendo a ultranza al gobierno. La sociedad clama y reclama un periodismo de altura, uno que arroje luces y no oscuridad sobre la verdad, uno que no obedezca a oscuras agendas desestabilizadoras y tampoco sea escudero de los gobernantes. Que hoy muchos periodistas sean atacados no justificable pero tampoco es gratis, la credibilidad está en crisis, la verdad también.
*Las opiniones expresadas en este espacio son responsabilidad de sus creadores y no reflejan la posición editorial de revistaentornos.com