“Llevo en mi recuerdo la fecha de mi partida al pensar lo lejos que estaré del festival, porque al recordar forma parte de mi vida”.
Aún cansado, con un oído afectado pero feliz, escribo estas notas mientras recuerdo la parte preliminar transcrita de la canción “Despedida del Festival” de la autoría de Francisco Mendoza Pitre, que en 1973 Jorge Oñate con Los Hermanos López incluyeron en el LP “El cantor de Fonseca”, la cual narra algunas de nuestras vivencias recientes pasadas.
Gracias a Dios y a la ayuda de muchas almas buenas que extendieron su mano, ha concluido exitosamente el Festival del Dulce de Leche en su Edición Conmemorativa de los cincuenta años desde que se realizó el primero, durante los días 21, 22 y 23 de diciembre de 1974. Fue esta vez, y acorde con la misión adoptada desde el inicio, un maravilloso punto de encuentro entre los pueblos hermanos. Sí, porque todos tuvimos origen en el mismo lugar, Ciudad Moreno, por eso me he atrevido a manifestar que todos los habitantes de los pueblos del sur de Riohacha fuimos criados tomando leche de la misma vaca “La Terrible” del Tío Cabo, y con los mismos usos, consideraciones y costumbres.
No fue fácil realizar el festival, los recursos fueron muy limitados, se perdió tiempo en la gestión de los recursos ante las entidades territoriales, ateniéndonos al ofrecimiento de una gestión ante ellas que nunca hicieron. Esto obligó a pasar el sombrero entre familiares y amigos. La mayoría respondió en la medida de sus posibilidades y, así, tapando aquí un hueco y empatando allá, se logró realizar un certamen memorable que nada tuvo que envidiar a otros festivales con más recursos y más dolientes.
La presencia entre nosotros de nueve candidatas, todas ellas con méritos para ser coronadas reinas, fue fundamental. Igualmente, se destacan los otros protagonistas de la fiesta, que son los concursos. Se realizaron competencias deportivas y, en lo cultural, un gran concurso de Piquería, de Canciones Inéditas, y la sacamos del estadio. Hicimos historia porque, por primera vez, se realiza en La Guajira un Concurso Femenino de Acordeón, que tuvo como novedad algo que tampoco se había hecho en ningún festival. Se escogieron cuatro reinas: una del aire de Paseo, una del Merengue, una del Son y otra Reina de la Puya. En esto fue vital el apoyo brindado por la Escuela de Formación Musical “Sendero de Acordeones” de Carlos Díaz, quien nos ayudó a organizar todo y fue, a su vez, el maestro de las tituladas reinas. Fue vibrante. Cada una dio cuenta de su habilidad en el manejo del hermoso instrumento, constituyéndose ese concurso en la cereza del postre para hacer el festival diferente a todos los demás.
Las redes fueron movidas de manera vertiginosa con los registros de lo que en Monguí pasaba. Lo que nadie sabía, y muchos no saben, es que todo se hizo con las uñas y hubiera sido peor si SAYCO, Gases de La Guajira, Relaturg y la Fundación Faroca no se hubieran metido la mano al dril, así como algunas personalidades de nuestro pueblo y amigos de cada directivo, a quienes haremos llegar nuestra comunicación de gratitud. La vaina estuvo tan apretada que hubo recursos que se consiguieron para uno de los premios ya estando los competidores desgalillados en tarima, pero se cumplió. Sacamos del bolsillo, de los baúles y de las carteritas de algunas mujeres, pero lo logramos. Fueron momentos dramáticos que ahora nos parecen divertidos y que nunca se comentaron para quedarnos solos con la angustia y no desmotivar a quienes con todo el corazón estaban corriendo de un lado a otro. Las mujeres atendiendo a las candidatas, los muchachos al frente de lo deportivo, y el comité de cultura y los menos muchachos tirando lápiz, teléfono, pidiendo y sacando del bolsillo para que Monguí quedara bien. Se demostró que para realizar un buen festival no se necesitan sumas millonarias, ni es necesario cobrarle a la gente para que pueda presenciar las presentaciones musicales. Fue una fiesta grande, con sabor a pueblo.
Esta vez, todos los propósitos misionales de nuestra fundación sociocultural se cumplieron. Se rindió homenaje póstumo a algunos de los personajes que marcaron viejos tiempos, como Francisco El Hombre, Beto Socarras y su bus “Llegó el Hombre”, a Bertha Pinto y sus arepuelas, a Rita Rois, la primera campeona del dulce hace 50 años. Igualmente, fueron homenajeadas las que fueron coronadas Reinas del Dulce de veinte años hacia atrás.
Fue este un Festival simbólico, con curiosas casualidades, porque quien esta vez lo presidió, por incapacidad de Clarita, la presidenta designada, fue Lusardo Brito Nieto de Miguel, el primer presidente en 1974. También sucedió que este año fue la campeona en el concurso del mejor dulce una hija de quien ganó en el primer Festival, Rita Rois, y el premio llevaba su nombre. Y todavía hay más. Resulta que Edgardo Bolaños Geneco, el Rey Cuna del Acordeón, quien se presentó con su agrupación durante la noche del 15 de diciembre, es hijo de Belky Geneco, quien fue coronada en el festival hace más de treinta años reina, una de las más recordadas por el pueblo.
No hay duda de que cositas por corregir, es cierto, pero ante la magnitud de lo que se hizo hoy son insignificantes, porque se superaron todas las expectativas para desconcierto de quienes desde la oscuridad le apostaron al fracaso. Los únicos que no cometen errores son los ángeles, los vegetales y los fieles difuntos. Asumimos entonces, en su justa dimensión, los comentarios de quienes restan importancia a los logros para magnificar los lunares, pero que no aportaron absolutamente nada.
Cuando el Almanaque de Bristol anunció que comenzaba un nuevo día, el 16 de diciembre comenzó la recta final, pero la gente no dejó de bailar. Allí estuvimos hasta las cinco de la mañana, pendientes para que ningún imprudente fuera a dañar borracho el moño que se le estaba colocando a tres días de baile con sus noches, sin que se suscitara ningún incidente. La gente supo que bailaron hasta las 9 de la mañana, todos felices. Así terminó el festival, pero comenzó el camino para la estructuración del proyecto para que el próximo año se pueda hacer una fiesta aún mejor y sin las dificultades que se afrontaron esta vez. Eso sí, hago constar que todos los premios se pagaron, inclusive poniendo plata del bolsillo, y a ningún músico se le incumplieron sus pagos. Cuando subieron a tarima, ya tenían su plata en el sobaco. Lo que viene es otro reto, porque ya iniciamos y vamos para adelante, porque fueron veinte años perdidos, durante los cuales les quedó grande el legado a muchas generaciones.
A nuestra gente se les compuso la cuchara, la plática circuló, y nuestra gente se rebuscó. Todo lo que inventó lo vendió. Conocí el caso de una humilde mujer que alquiló su patio para guindar hamacas para descansar algunos visitantes, y la música estuvo a la altura de un acto histórico, con intérpretes de la vieja y de la nueva ola. Nadie se puede quejar. ¡Sí se pudo!
Las cuatro reinas del Acordeón en el concurso femenino realizado en Monguí:
Laura Deluque Medina, Dayra Díaz, Luisa Fernanda Rojas y Michele Díaz.
Todas fueron formadas por la Escuela Sendero de Acordeones de Carlos Díaz.