La lengua castellana: un tesoro de multiculturalidad

Por Abel Medina Sierra

Al conmemorarse el 23 de este mes el Día del Idioma en Colombia, es necesario reconocer en este sistema simbólico el principal legado de la cultura hispánica y europea a nuestra América. El castellano, la lengua española que heredamos, es hoy la más hablada de las lenguas romances en el mundo. Datos del Instituto Cervantes de fines del año anterior revelan que más de 600 millones de parlantes la usan como lengua materna o como variedad disglósica (junto a otra lengua), lo que hace que haya pasado de ser la cuarta a la segunda lengua más hablada del orbe después del chino mandarín y superando ahora al inglés y el hindi. El 7,5% de la población mundial hoy habla la lengua de Cervantes.

Al margen de los 500 millones de hablantes nativos, se calcula que unos 74 millones de personas en el mundo hablan español como segundo idioma y más de 23 millones de personas estudian el español como lengua extranjera. En España se encuentra aproximadamente el 11% de esa totalidad de hablantes y donde, además del castellano, se hablan otras lenguas autónomas y oficiales en sus respectivos territorios. Esto llevó al reclamo de esas regiones para que a nuestra lengua se le denominara “castellano” y no “español” porque el catalán, valenciano, gallego, euskera y aranés también son lenguas “españolas”.

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El 79% de los hispanoparlantes se encuentran en América, los países hispanoamericanos (21 países), además de algunas naciones donde, aunque se usa, no ha sido declarado oficial, como Estados Unidos (más de 36 millones de hablantes), las Antillas Neerlandesas y Belice. El castellano es lengua oficial en 24 países y lengua cooficial en 12 países. Es de anotar que el mayor número de hablantes del castellano se encuentra en esta inmensa área. Actualmente, México es el país con mayor número de hablantes del castellano con unos 124 millones.

El 10% restante se encuentra distribuido en países distantes. En África: Ceuta y Melilla en Marruecos, Guinea Ecuatorial (el 85% de la población de 1.600.000 hablantes), las Islas Canarias (geográficamente africana, pero políticamente española) y el Sahara. También hay algunas comunidades de hispanoparlantes en Angola y en Sudán del Sur. Lo hablan las colonias sefardíes en Turquía, Grecia y otros territorios orientales de Europa y África. El castellano también se habla en Andorra (unos 30.400 hispanoparlantes). En Asia, Filipinas con casi 4 millones de hablantes.

La lengua castellana nació en la región de Castilla como variante regional del latín, lengua en desuso pero que llegó a ser la lengua franca en casi toda Europa Occidental en la plenitud del imperio romano. El latín era el dialecto de los habitantes de Lacio en el sur de Italia, quienes fundaron a Roma en el siglo VIII a.C. El latín hace parte de la rama itálica de la familia indoeuropea, se considera la madre de las lenguas llamadas romances: castellano, italiano, portugués, francés, rumano, rético, catalán, sardo y dalmático.

La lengua castellana nos abre un umbral que, al asomarnos, nos muestra cómo en su andadura ha recogido muchas influencias y herencias muy variopintas. Toda lengua recoge en su devenir muchas influencias, siendo la lexical, como piel de la lengua, la que más recibe aportes. En el léxico que constituye una lengua se presentan dos grandes fuentes: por un lado, el vocabulario patrimonial que, en el caso del castellano, son las voces tomadas de la lengua de procedencia, es decir, el latín. La otra parte sería el vocabulario del sustrato, que son las palabras procedentes de otras lenguas que se han integrado antes o después de la romanización.

Por ello, un breve repaso nos demuestra que además de palabras del latín y el griego (la segunda más importante fuente de aportes lexicales al castellano), nuestra lengua se constituyó con palabras de lenguas prerromanas de Europa como el fenicio y céltico. Son muchos los germanismos o palabras que provienen del alemán y se calcula que más de 4.000 palabras que usamos en el castellano tienen origen árabe. Otro filón importante son los africanismos venidos de lenguas como el lingala, kikongo, quimbundo de la familia bantú. Son muchos italianismos los que han llegado al castellano, primero durante el Renacimiento en los campos humanista y académico, que sirvieron como fuente de influencia lexical sobre el castellano; no es menos importante que sectores como la banca y los negocios legaran sus tecnicismos durante el siglo XVI. Caso aparte recibe la notoria incidencia de vocablos del campo de la música que el italiano ha transferido.

Mayor es el aporte francés. En los siglos XVI y XVII el español recibió una considerable influencia cultista que se manifestó en el nivel lexical de la lengua. No olvidemos tampoco que ya desde los siglos X y XI la poesía trovadoresca y provenzal influía en la literatura europea; Francia sería en lo sucesivo una de las fuentes más recurrentes de influjo cultural y lingüístico. La avalancha de galicismos de tipo científico, cultural o literario se repetiría en los siglos XVIII y XIX.

El elemento inglés ocupa un lugar de privilegio después del indígena en el habla de los americanos. Al margen de la situación hegemónica del país del norte a nivel mundial, con un imperialismo avasallador no sólo a nivel político sino cultural y comercial, surge el permanente contacto con la cultura sajona a través del flujo migratorio de miles de latinos que hoy usan las dos lenguas y crean variantes como el spanglish. Por su parte, los indigenismos léxicos fueron un gran sustrato que alimentó al castellano desde el contacto de la conquista y colonia: lenguas como el taíno, náhuatl, quechua, aymará, muisca, guaraní, arahuacos, cumanagotas y caribes nutrieron el léxico, en especial de topónimos y palabras para designar animales y plantas.

¿Cuántas etnias y culturas se asoman a nuestra expresión cuando hablamos la lengua de Castilla? Difícil saberlo. Cada palabra tiene su historia, y esa historia, a veces, viene desde muy lejos y por circunstancias históricas y sociales vino a engrosar los más de cien mil términos que componen la lengua que usamos. De esta manera, reiteramos que la lengua con la que nos comunicamos no es más que un surtido mosaico de pedazos de varias lenguas.