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Por Primeria Barros.
Las huelgas de hambre se han transformado en un medio más de la lucha política contemporánea. Nombres como los de Guillermo Fariñas, que ha protestado por esa vía en más de veinte oportunidades, por las condiciones de los presos políticos cubanos, o Anna Hazare y su lucha contra la corrupción en la India, son conocidos en todo el planeta. A ellos hay que sumar disidentes tibetanos, ciertos comuneros mapuches y diversos casos de estudiantes en Chile, por ejemplo, el que ha sido llamado “Caso del párroco de San Roque”, y también universitarios venezolanos, que se han valido de ese medio particularmente radical para oponerse al chavismo.
Como arma política, la huelga de hambre representa una novedad. En efecto, en la lucha política tradicional, el destinatario de los ataques era siempre el adversario. Si la cosa pasaba a mayores, entonces la política se transformaba en guerra, pero en todos los casos se mantenía la idea de que el primer receptor del ataque era el oponente. Esta lógica cambia con las huelgas de hambre. Aquí el primer daño lo sufre quien la lleva a cabo, lo que da a los huelguistas una enorme grandeza ante la opinión pública. Se trata de una grandeza que algunos consideran perversa, pero grandeza al fin, que destaca en una época como la nuestra, que parece poco dada a heroísmos. La huelga de hambre, dice Riederer, busca mostrar la propia superioridad moral frente a la del enemigo, representado en este caso por el Estado.
No es de extrañar, entonces, que miremos con simpatía a los huelguistas porque parecen romper una lógica de violencia que ha imperado en la humanidad durante siglos, y porque enfrentan al poder con métodos que lo desarman. Además, muchas veces sus causas están llenas de justicia, y quienes recurren a esta drástica medida de presión suelen ser personas de una integridad moral muy superior a la del promedio de los ciudadanos.
Este es el caso de 8 jóvenes riohacheros que decidieron valientemente hacer una huelga de hambre desde el 1 de julio, apostados en el parque Simón Bolívar de Riohacha. Las razones son más que suficientes y todos en La Guajira las conocemos, que valientes por el sacrificio y la lucha, lucha que deberíamos estar dando todos de alguna manera para que las cosas cambien de una vez por todas, pero esta afirmación de cambio resulta inservible cuando pensamos que el cambio solo viene en una sola vía, y no es así el verdadero cambio debe comenzar por nosotros al ejercer nuestro derecho al voto sin presiones, sin amarres y sugestiones. En fin, aplaudo a estos jóvenes valientes que inspiran a que despertemos de una vez por todas y trabajemos por sacar adelante a nuestro departamento. ¡Gracias y mucha fuerza!