Unas letras a propósito del Premio Departamental de Cultura en la categoría Gestión Cultural.
Por María Isabel Cabarcas Aguilar
Recibí la noticia de manera sorpresiva y entre captures de los medios locales que anunciaban la premiación, comenzaron a llegar numerosos mensajes de felicitaciones por distintas vías los cuales adornaron con indescriptible alegría, aquella soleada mañana en la que despertaba en la ciudad de Oranjestad pues justo me encontraba haciendo lo que amo: gestión cultural por la integración con el gran Caribe siendo epicentro la isla de Aruba, de la Agenda Cultural guajiroarubiana 2024. Preparaba los últimos detalles de la primera conferencia que sería en la tarde en la Cas di Papiamento, por invitación del destacado lingüista riohachero Ramón Todd Dandaré.
Entre la felicidad y la nostalgia, comencé a mirar hacia atrás, intentando develar de qué manera la cultura había llegado a mi vida y me hallé entre recuerdos remotos siendo niña, en la casa de mis padres: Cicerón Cabarcas Puello, quien llegó a La Guajira en la década de los 60´s para quedarse. Era un melómano bohemio que amaba los boleros, orgulloso de su ser cartagenero y caribe quien leía profusamente y escribía con un toque de melancolía, románticas letras en honor a su bello terruño. Mi madre, Ena Luz Aguilar Arismendy, una elegante dama riohachera, orgullosa de sus ancestros wayuu, que se sentía feliz de comunicarse en wayunaiki, o “guajiro” como ella le decía, quien me regaló mi primera manta wayuu cuando tenía 5 años, y de quien supe tempranamente sobre nuestro linaje familiar en el que las matronas (mis tías) de esa etnia bravía, son protagonistas y ciertamente, ejemplo de valentía, fortaleza y resiliencia.
Entre ellos dos y gracias a su ejemplo, nació el amor por mi tierra, forjándose una inquebrantable identidad y pertenencia, al tiempo que se profundizaron aún más mis raíces y el sentido caribeño y guajiro de vivir, como solo sabemos hacerlo quienes somos parte de este exótico territorio peninsular explicado magistralmente por Gabo en Vivir para Contarla: “Aquel espíritu de evasión perpetua se sustentaba en una realidad geográfica. La Provincia tenía la autonomía de un mundo propio y una unidad cultural compacta y antigua, en un cañón feraz entre la Sierra Nevada de Santa Marta y la sierra del Perijá́, en el Caribe colombiano. Su comunicación era más fácil con el mundo que con el resto del país, pues su vida cotidiana se identificaba mejor con las Antillas por el tráfico fácil con Jamaica o Curazao, y casi se confundía con la de Venezuela por una frontera de puertas abiertas que no hacía distinciones de rangos y colores. Del interior del país, que se cocinaba a fuego lento en su propia sopa, llegaba apenas el óxido del poder: las leyes, los impuestos, los soldados, las malas noticias incubadas a dos mil quinientos metros de altura y a ocho días de navegación por el río Magdalena en un buque de vapor alimentado con leña.”
Somos una tierra milenaria multicultural y pluriétnica donde el amor se siente profundo, tan profundo como la identidad y la cultura. Así lo hicieron sentir los finalistas y ganadores quienes pasaron antes de mi por el escenario del auditorio de la Biblioteca Héctor Salah Zuleta, pues fue abrumadora la sensación de esperanza por reconocer en su talento, la tierra fértil en donde el legado de los grandes maestros de la cultura y las artes, la danza, el periodismo y la literatura, puede seguir creciendo y dando frutos.
Mientras observaba al público con el premio en mi mano en compañía de mi hijo, observaba entre los asistentes, los rostros de aquellos con quienes nos hemos encontrado en múltiples espacios. En los ensayos de la agrupación Los Iguarán en el patio de mi casa, en las ruedas de prensa con periodistas destacados como Betty Martínez, Luis Ferrer, Sixto A. Carrillo, Matty González, Tomás Pérez, Yuri Reales y Rita Pimienta, quienes siempre están dispuestos a difundir una invitación a un evento, o una buena noticia, así como don Ismael Fernández, su esposa la señora Demis Pacheco y sus hijas Mercy Edith y Demis quienes me acogieron con afecto en su familia periodística, siendo maestros en el arte de comunicar. Ni que decir de Marcos Barros Pinedo, qué honor estar en esa ceremonia siendo él uno de los homenajeados en vida, un personaje a quien considero la memoria viva del periodismo y la historia de La Guajira. Entre esas redes de afecto y apoyo mutuo, la cultura ha sido el epicentro en donde hemos confluido inexorablemente cada tanto.
Hace cinco años mi vida se transformó al comenzar a cursar la Maestría en Cultura Jurídica, Seguridad, Justica y Derecho de la Universidad de Girona, por sugerencia de la doctora Idairys Yolima Carrillo Pérez, egresada de la misma a quien le profeso profunda gratitud y admiración. En ese camino, motivada por las sabias orientaciones de maestros como Ricardo Rabinovich – Berkman (Argentina) y José María Pérez Collados (España), aprendí a poner en valor en los espacios académicos nuestra cultura, a partir de intersecciones entre el arte y la ciencia, tal como lo sugiere Clifforf Geertz en Many Ways of Knowing.
No he estado sola en este sendero pues también he hallado a quienes se han convertido en compañía imprescindible para sacar adelante muchas iniciativas y apuestas. Gracias a Yicelis Cantillo por postular mi nombre y por estar allí siempre de muchas maneras, lo mismo que a Yuleidis Peralta quien cruzó Suramérica con nosotros en otra de las travesías que cumplimos en 2023. Mi sobrina Hellen Mery Molina, quien ha atravesado este año por una dolorosa pérdida al tener que sepultar a su hermano, el cantante Jaime Molina conocido con sobrados méritos como “El amigo de todos”. En honor a su memoria, me pongo de pie cada día afrontando retos y siguiendo adelante con valentía pues figuras la música nos hizo vibrar esa noche, tal como lo logró Luisma, el ganador de la categoría música con su inmenso talento al interpretar esa hermosa canción dedicada a La Guajira.
La cultura nos hace únicos y nos recuerda cuan humanos somos, generando mucho más arraigo por este hermoso crisol que es Woumain (nuestra tierra). Sumar esfuerzos ha sido la constante en este camino que sigo andando, en el que anhelo que cuando le pregunten a mi hijo Manuel Antonio de Jesús quien tiene seis años: ¿De dónde eres tú?, él responda soy de La Guajira, con el corazón colmado de orgullo pues así se lo he inculcado.
Siempre quise regresar a mi tierra cuando estaba terminando mi primera carrera profesional que es el Derecho, en la Universidad Santo Tomás, de la cual me gradué hace 20 años, un 3 de diciembre de 2004. Hoy siento la tranquilidad de haber tomado la mejor decisión al volver motivada a hacer algunas contribuciones al engrandecimiento de su nombre y ser parte de las necesarias transformaciones para expandirnos en todo nuestro potencial en los distintos sectores.
Fueron muchos los que me abrieron las puertas de sus causas, para eventualmente liderar las propias. Desde el año 2003, en que organizábamos los Yootopülee con el liderazgo de Miguel Ángel López, desde la Fundación Construir Guajira. Los festivales de narración oral Akuentajüi e Ibercaribe, de cuyos equipos fui parte siendo muy joven. Todas y cada una de las organizaciones de hacedores del Carnaval de Riohacha que hacen parte de la Corporación Carnaval de Riohacha – CORCARI – liderada por Mercedes Quintero, quienes me eligieron Reina Embajadora en el año 2012, así como haber tenido la grandiosa oportunidad de cocrear junto al antropólogo Weildler Guerra, tío abuelo de mi hijo, el evento La Cocina Importa en el 2011. Luego llegarían los espacios que hemos creado desde la Asociación Kojutajirawaa, la cual nació en el 2022, o el honor de haber sido invitada a ser parte de la Comisión Coordinadora de la Junta Mayor Autónoma de Pütchipü´üi por por el maestro Guillermo Ojeda Jayariyu. En alianza con Stichting Rancho hemos creado múltiples espacios tanto en Aruba como en Riohacha, para fomentar la integración y el relacionamiento y especialmente este año en que se cumplen 200 años de la ciudad de Oranjestad, en el que desarrollamos los Diálogos con el Gran Caribe en el marco de la celebración del Día de la Guajiridad en alianza con el Centro Cultural del Banco de la República, la Semana de Integración Cultural y Lingüística con el Gran Caribe entre el 10 y 14 de septiembre con el liderazgo de Ramón Todd Dandaré, entre otros escenarios que han contado con aliados como la empresa Air-E a través de la Gerencia de Valor Social.
No puedo dejar pasar desapercibido el hecho de haber venido recientemente de haber cumplido con gran satisfacción y de forma exitosa, la Agenda Cultural guajiroarubiana con la que culminamos nuestra gestión binacional con la hermana isla de Aruba, a través de organizaciones de la sociedad civil como Stichting Rancho, las cuales hemos venido trabajando desde hace más de diez años en esta causa común: el hermanamiento y la integración de nuestros pueblos. De allá traigo un mensaje de fraternidad y el anhelo compartido de integración fluida y permanente entre nuestras gentes a través de la cultura, la literatura, las artes y las lenguas. Gracias al Gobernador Jairo Aguilar Deluque, a la Ingeniera Andreina García Gerente de ESEPGUA, a Francisco Mosquera y Capitol Consulting, a la Dirección de Gestión Comunitaria y Desarrollo Territorial de la empresa Air -E a cargo de Víctor Deluque Vidal y a Valentía Home con el talento de Keren Marín por haberme apoyado en esa gesta.
Nuestra cultura es nuestra mayor riqueza y como muy bien lo expresa el slogan del Fondo Mixto, el cuál creo que es mucho más que eso, es un llamado al alma colectiva de nuestro pueblo pues necesitamos, debemos, y merecemos, vivir intensamente nuestra cultura. Anayawatsü, masha danki, muchas gracias.