Por Abel Medina Sierra – Investigador cultural.
A los televidentes que siguen el canal regional Telecaribe cada día se les hace más extraño, la repentina salida del aire de los programas que tienen como oferta un componente musical. Ya dijeron chao programas como “Contacto”, también los dirigidos por el humorista Lucho Chamie y el programador Alí Guerrero, ventanas recurrentes de difusión de nuestra música regional y a los que solían invitar a nuestros más reconocidos intérpretes. A esto se suma que, productores y directores de documentales para el canal, ya lo piensan no dos, sino muchas veces para animarse a generar piezas en las que músicas como el vallenato, el porro, tamboras o la cumbia, tengan protagonismo. Un canal que nació como pionero en el esfuerzo contra hegemónico de las regiones para, desde las esquinas del país, tener presencia cultural en la pantalla chica, mira con impotencia cómo, la alta carga derechos de autor y de reproducción, los hace eludir el uso de la música en sus programas.
La culpa no está en el canal, tampoco en los realizadores, los dedos señalan, en gran parte, a Acodem, la Asociación Colombiana de editores de música que está llevando a la quiebra a los que se dedican a generar contenidos en los que se tengan que reproducir música. Esta asociación agremia a las 16 más importantes editoras de música del país y el extranjero, funcionan como agencias licenciatarias integradoras y proveedoras que cobran por el derecho de reproducción y uso de las canciones de cientos de autores. Todo esto, al margen de los recaudos que hace Sayco por su lado. Son delegadas por los autores o sus representantes para recaudar por el uso, así sea de un fragmento de 3 segundos, de una canción en cualquier programa, en este caso, de televisión. Para Caracol o RCN es apenas pellizcarle un granito a su bolsa de recaudos, pero para una programadora regional, un camino inexorable a la quiebra si el Estado no toma urgentes medidas.
Para entrar en detalles, si un realizador pretende emitir un programa en el cual se entrevista a Isaac “Tijito” Carrillo o se trata de un documental sobre Luis Enrique Martínez, por solo una estrofa de una canción de estos autores que se reproduzca, los productores deben desembolsar la “pírrica” suma de 11 millones de pesos a Acodem. Además, se paga por impacto, es decir, si alguien quiere dedicar un programa a la canción “La piragua”, sería normal que fragmentos de la canción suenen al menos unas 10 veces en el programa, es decir, 110 millones de pesos se tendrían que buscar solo para Acodem. Si alguien solo tararea un brevísimo fragmento de una canción, ya eso se cobra como si hubiese sonado la canción completa.
De los aportes de Mintic que suelen destinarse para convocatorias de documentales como los que se producen sobre las músicas del Caribe colombiano, los productores, si usan pocos segundos de unas 5 canciones, deberían aportar por ello, más de la mitad de los recursos. Así las cosas, los productores tienen dos opciones: o evitan al máximo el uso de la música en sus programas o acuden al uso de material sonoro inédito, sino quieren dejar las escasas ganancias de su trabajo en las arcas de Acodem.
Justo es que los autores reciban aportes por la reproducción de sus canciones en los medios, a eso nadie se opone, pero se está llevando este recaudo a unos extremos que resultan onerosos para los generadores de contenido, lo que termina perjudicando en últimas tanto a los que hacen televisión como a los que hacen música. Hace poco, las empresas de telefonía impusieron ante la Superintendencia de Industria y Comercio una queja contra Acodem, justamente por los excesivos y lesivos cobros en el uso de ringtones. En estos momentos, la mira de Acodem está puesta en las redes, lo que apunta a que, dentro de poco, si algún músico aficionado quiere publicar un cover de una canción de Alejo Durán tendría que pagar unos 11 millones de pesos, panorama apocalíptico que desestimularía la mayor plataforma de difusión musical.
Ojalá no pase como cuando Sayco intentó legalizar un cobro a los taxistas y propietarios de buses de transporte colectivo urbano por el uso de reproductores de radio y música. La amenaza de los taxistas y transportadores que preferían desinstalar sus equipos de sonido y comenzar a chiflar con tal de no pagar este recaudo, hizo que Sayco desistiera de tan impopular medida.
Como dice mi contertulio “Nene” Acosta Medina, “están matando al gallo para sacarle el pito” en Acodem lo que, en búsqueda de mejores recaudos para los músicos, terminará haciendo que su música no se escuche, justo cuando otros géneros nos están ganando la batalla mediática.