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La escuela del desierto: «Tejiendo sueños de justicia y equidad en La Guajira»

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Por: Víctor Manuel De Luque Vidal

El sol, un disco incandescente suspendido en el cielo azul cobalto, quema sobre La Guajira. Sus rayos implacables parecen evaporar cualquier rastro de duda, cualquier atisbo de egoísmo en nuestros corazones. Somos un puñado de almas, reunidas por el imán invisible del amor a esta tierra, a esa cultura ancestral que se resiste y resiste.

«Reunión de sabios», dicen algunos con sorna. ¿Sabios nosotros? Más bien, aprendices en la escuela del desierto, bebiendo a sorbos la sabiduría ancestral del pueblo Wayúu, ese que se teje en la fibra misma de la mochila y se canta en la cadencia melancólica del Jayechi.

Distintos conceptos, desde la real academia de la lengua han definido la sabiduría de tres maneras: 1) grado más alto del conocimiento; 2) conducta prudente en la vida o los negocios, 3) conocimiento profundo en letras o en arte. Por otro lado, el pequeño Larousse ilustrado La define como: 1) “conjunto de conocimientos profundos que una persona ha adquirido sobre una materia a través del estudio o la experiencia”, y 2) “capacidad para actuar con prudencia y equidad. En ambos textos el concepto es asociado a la prudencia, y cobra todo el sentido ese adagio popular: «La prudencia es lo que hace verdaderos sabios»

Dos días. Dos días que se estiraron y se encogieron como el tiempo en destiempo. Horas que parecieron eternas bajo el sol implacable en un bloqueo, debatiendo, soñando, construyendo con palabras La Guajira que anhelamos y la incidencia que debemos ejercer. Una Guajira donde el agua, deje de ser un espejismo. Donde la educación florezca en cada ranchería como un cactus tenaz que se abre paso entre la aridez. Donde la salud sea global y no sea un privilegio de pocos, sino un derecho irrenunciable para todos.

Sabiduría. La palabra resuena en el aire caliente como un eco lejano. ¿Acaso no es sabiduría esta amalgama de experiencias, de conocimientos, de anhelos compartidos? La sabiduría no se mide en títulos ni en diplomas, sino en la pasión con la que abrazamos la causa, en la honestidad de nuestras intenciones. Somos artesanos, esculpiendo con nuestras manos el futuro de un territorio que nos pertenece.

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Sí, aquí estamos, tejiendo un tapiz de sueños con hilos de esperanza, justicia y equidad. Porque la verdadera sabiduría no se jacta, no se vanagloria, sino que se pone al servicio de los demás. Y en esta entrega desinteresada, en este sacrificio compartido, encontramos la verdadera recompensa: la satisfacción de ser instrumentos de cambio, de ser la voz de las voces que quizás no se escuchan.

Al final, cuando el sol se oculte en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos ocres y violetas, sabremos que no somos sabios, pero sí Guajiros con una aspiración constante, en ese anhelo irrenunciable de construir un futuro mejor para La Guajira. Y ahí, en esa lucha incansable, en esa determinación inquebrantable, reside nuestra verdadera grandeza.

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