Rirritana. Kilómetro 55. Maicao
Esta historia comienza en Medellín, en una feria en la que participó Tania González, líder de las artesanas de esta comunidad, que cambió su vida y el futuro de la Rirritana para siempre: “Participé en una feria, vendí mis mochilas y en lo que más me enfoqué fue en el valor, ese que tiene para los extranjeros y turistas que compraron el producto. Cuando yo llegué nuevamente a mi comunidad, a mi territorio, les transmití el mensaje a todas esas mujeres, que valoraran su trabajo, porque no es fácil. Una mujer wayuu no se sienta a tejer florecitas, se sienta a tejer un pensamiento, un sueño, algo que estampa en esa mochila. A partir de ahí, le hemos dado valor y hemos crecido. La calidad de vida de algunas de las mujeres, que son madres cabeza de hogar, ha mejorado mucho. Son independientes, son autosuficientes, son esas personas que hoy en día dicen ‘voy a arreglar esa enramada’ y tiene recursos para hacerlo”.
¿Qué es para estas treinta mujeres que lidera Tania, el tejido, la artesanía? ¿Qué les brinda? ¿Por qué lo hacen? Ella lo explica: “La artesanía para mí es un arte, un oficio, una identidad, nos identifica como mujeres wayuu, como esta comunidad. ¿Qué queremos nosotros a través de eso? Crecer económicamente y que las personas conozcan nuestro trabajo, el significado. Cada diseño tiene un significado y queremos mostrarlo. Y también para las nuevas generaciones, que tengan ese sentido de pertenencia por la cultura y por lo que somos”.
Pero esta historia también podría iniciar muchos años atrás, cuando Tania era una niña y su papá falleció. Su madre, Elena Epieyu, no tuvo otra opción que trabajar y buscar la manera de sobrevivir entrelazando hilos en sus manos. Y encontró en este arte alimento para su familia, educación para sus hijos y una herencia que ellos acogerían para siempre: “Mi labor es el tejido de la mochila, esto con el fin de darle estudios a mis hijos. En mis tiempos libres me pongo a tejer mochilas. Es básicamente lo que realizo en mi comunidad. Aproveché para inculcar este arte a mi última hija y que le permitiera sostenerse económicamente, así como lo hice para sostener a mis hijos cuando su papá partió de este mundo y los mantuve yo sola”, afirma Elena.
A Rirritana se llega entrando a mano derecha por el kilómetro 55 vía Puerto Bolívar, y sus 41 familias en cabeza de su autoridad Dagoberto Pana, son gente amable, que les gusta el trabajo, sus mujeres son empoderadas, son personas que quieren salir adelante, “como yo”, afirma Tania.
Tania cuenta también que alguna vez le hizo la solicitud a Cerrejón para recibir hilos y formación y le dijeron que sí. Es consciente de que, como wayuu, sabían tejer, pero necesitaban aprender y mejorar técnicamente la elaboración y todo lo que tuviese que ver con el arte de su cultura y la artesanía. La empresa les brinda apoyo en fortalecimiento artesanal y las impulsa en la participación de ferias locales y nacionales. Además, reciben apoyo comunitario con entregas de mercados para eventos culturales.
Sin duda, esta historia termina con el repaso de Tania a su niñez. Volver al pasado y ver a su madre tejiendo y tejiendo. Siendo mamá, cabeza de la familia, recuerda y entiende lo que de niña no comprendía al ver a su mamá: “Es lo que decía mama, como estaba muy pequeña quizá no le di tanto valor como hoy en día y valoro todo el trabajo de ella. Hoy en día eso es lo que es, éramos muy pequeños y pensaba: ‘mamá teje, está ocupada, no sé qué tanto teje’, pero hoy en día sí entiendo porque mamá tejía tanto”.