Por Abel Medina Sierra – Investigador cultural*.
El pasado 21 de agosto, en Monterrey, capital del estado de Nueva León, México, falleció Celso Piña. Para muchos melómanos y músicos del Caribe colombiano el hecho pasó inadvertido. Murió a los 66 años, luego de haber sido recientemente sometido a una cirugía de corazón, tuvo una súbita recaída y sufrió un infarto.
Celso Piña era un afamado acordeonero y canta-autor, unos de los más internacionales de México, justo su muerte se produjo cuando acabada de retornar de una gira por Estados Unidos. Hoy podía estar animando un baile de calle en su natal y populosa colonia Independencia de Monterrey; mañana, en Francia, Alemania o Inglaterra, interpretando cumbia colombiana, un vallenato o aires de fusión, siempre con el acordeón como protagonista instrumental.
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A Celso Piña le debemos que hoy en Monterrey existan dos festivales de música vallenata, que en Nueva León y estados vecinos existan tantos conjuntos de vallenato- cumbia, que en la colonia Independencia (algo similar a Ciudad Bolívar en Bogotá), haya emergido una cultura juvenil que se hace llamar los cholombianos y cuyo estilo rinde culto a la cultura colombiana y su música, en especial los géneros de la cumbia y el vallenato (para ellos, dos formas de una misma música). Gracias a la influencia de Celso Piña, la música del Caribe colombiano es la hegemónica en los sonideros, como llaman a los picós y sus verbenas en esta parte de México. Gracias a su legado en los tianguis, o ventas callejeras, los que bajan de los cerros en “La Indepe”, se arremolinan a comprar el CD de unos intérpretes tradicionales como Andrés Landeros, Luis Enrique Martínez o Adolfo Pacheco, el Binomio de Oro o nuevas figuras como Los Diablitos, Nelson Velásquez, Alex Manga o Jorge Celedón, verdaderos ídolos en estas lejanas tierras.
La influencia diseminadora de la música tropical colombiana en México, primero, se dio con canciones como “La pollera colorá” y “La cumbia cienaguera”. Luego en los 60´s, sobreviene la incidencia de músicos como Alfredo Gutiérrez, Lizandro Meza, Aníbal Velásquez, Andrés Landeros y Aniceto Molina y en especial, Los Corraleros de Majagual. De estos, Aniceto Molina se quedó en México, pero luego, las giras de los artistas colombianos, se hizo más esporádica, aunque la música se quedó en los pliegues de la memoria de sectores populares como los de Monterrey. Es entonces que Celso Piña se anima a coger el acordeón y tratar de emular a Alfredo Gutiérrez, de allí que se hizo llamar, hasta su muerte: “El rebelde del acordeón”, igual que el genio de Paloquemao, Sucre.
Celso, fue el ícono de la música de acordeón en México, el emblema de la onda cumbiambera colombiana que generó en México sus variantes: en el norte la cumbia y hacia Texas el tex mex o música tejana que derivó en la denominada onda grupera. Esta influencia es notoria en músicos afamados en México y el área latina de Estados Unidos, en épocas más recientes en la zona de Monterrey, Salinas, Nuevo León y el territorio cercano se ha relocalizado una tercera variante, la del vallenato y la cumbia que era el fuerte de Piña.
Siguiendo la línea marcada por Celso Piña y su Ronda Bogotá, como llamó su banda musical, surgieron agrupaciones locales como La Tropa Vallenata, Tierra Santa, Grupo M 19, Los Gigantes de América, Los Descalzos, Los Vallenatos de la Cumbia, Brisa Vallenata, La Misión Colombiana, Javier López y la Dinastía Reyes Vallenatos, o el trágicamente célebre Kombo Colombia, se compiten el mercado regiomontano con los vallenatos colombianos. La diseminación de esta música ya trasciende el norte de México, los canales de televisión y la mayoría de emisoras, entre ellas Radio 13 y Antología Vallenata, conceden al vallenato una relevancia mayor que a la música local y regional lo que indica que lo ha integrado a su identidad por un proceso de negociación y de cooptación.
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Celso Piña, tuvo una trayectoria de más de 25 álbumes, fusionando ritmos tropicales y música norteña con el hip hop, el ska y el reggae. Hizo varias colaboraciones con artistas como Rubén Albarrán, de Café Tacuba, Gloria Trevi, Julieta Venegas y Lupe Esparza. La música de acordeón del Caribe colombiano tuvo en él, un pregonero incansable, un embajador dedicado y creativo, su influencia fue clave para que en una esquina de México el vallenato y la cumba tengan un nicho muy consolidado. Por todo eso: ¡Gracias Celso!
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