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Por Amylkar D. Acosta M. – Exministro de Minas y Energía y Miembro de número de la ACCE
Una de las peculiaridades del mercado petrolero es la volatilidad de los precios del crudo, determinados no sólo por los fundamentales del mismo (oferta y demanda) – dado que la oferta va a la zaga de la demanda -, sino por factores exógenos tales como la geopolítica y por la interferencia de la posición dominante que ha recobrado en los últimos años el cartel de la Organización de países productores de petróleo (OPEP), que reúne a 13 países encabezados por los países árabes, después de su debilitamiento por décadas, gracias a su alianza con otros 10 grandes productores de crudo con Rusia a la cabeza, más conocida como OPEP+.
Las fluctuaciones en los precios del crudo han sido la constante en la última década, oscilando desde los US $117.48 el barril hasta caer vertiginosamente hasta los USW $28.71 en febrero de 2016, para luego cotizarse en terreno negativo en abril de 2020, marcado por la pandemia y al tocar fondo se ha venido elevando de manera sostenida el precio, que subió en el 2021 hasta los US $71 el barril, para un incremento del 50% con respecto al 2020, superando en este momento la barrera psicológica de los US $100 el barril, que no se veía desde agosto de 2014, con tendencia al alza. Aquí vale la pena resaltar que la OPEP+, después de acordar el 5 de diciembre de 2019 un drástico recorte de su oferta de crudo en 500 mil barriles/día para contener la destorcida de los precios, han venido abriendo nuevamente los grifos e incrementando su suministro en 400 mil barriles/día desde mediados del año anterior, justo cuando la economía global empezada a reactivarse.
Después del descalabro de la industria petrolera, atribuible en gran medida a la conjunción de la disputa por los mercados y al desencuentro entre Arabia Saudita y Rusia y la súbita contracción de la demanda de crudo a consecuencia de la recesión económica global en 2020, que se tradujo en un decrecimiento del PIB del 4.3%, cerca de 2.5 veces más que durante la gran crisis hipotecaria de 2009, el efecto rebote del crecimiento de la economía, ahora en franca reactivación ha impulsado nuevamente al alza los precios del petróleo.
La lenta y gradual “normalización” del bombeo de crudo por parte de la OPEP+, insuficiente para equilibrar el mercado, la mayor demanda de crudo por la inclemencia del tiempo en EEUU y en la Unión Europea, así como la caída de los inventarios vienen presionando al alza los precios. Y lo que es más grave, en el mes de enero la oferta de crudo por parte de la OPEP+ (28.01 millones de barriles/día) estuvo por debajo del aumento previsto, pese al nivel de precios que está en sus máximos en siete años. Este incumplimiento del acuerdo se atribuye, entre otras razones, al bloqueo del cual ha sido objeto el más importante campo de producción (Sharara) en Libia por parte de las milicias.
Pero, también obedece a la baja de la inversión en el sector debido a la incertidumbre generada por el nuevo pico de la pandemia del COVID 19 atribuido a la variante Ómicron, que torna cautelosas a las empresas. Ello ha impedido que, como ha ocurrido en el pasado, que un aumento de precio iba seguido por las mayores inversiones en la actividad petrolera, era sólo cuestión de tiempo para reversar la tendencia al alza de los precios.
De allí que en concepto de Wellingence Energy Analitics, no obstante que se tiene una previsión de un incremento de la inversión global en 2021 del 17%, esta no alcanzará todavía el nivel alcanzado en la prepandemia (2019) A ello se han venido a añadir las tensiones entre las grandes potencias en torno a Ucrania y la invasión rusa a esta República independiente, que se constituyó como tal desde 1991 cuando se dio la disolución de la antigua URSS.
Como lo acota Rob Haworth, estratega senior de inversiones de US Bank Wealth Management, esta espiral alcista de los precios del crudo se puede considerar como “una historia de suministro”. Y añade: “el crudo está volando frente a un dólar estadounidense fuerte y un mercado de valores global débil. Se reduce a sus propios fundamentos más que a cualquier otra cosa”. Ello, después que estábamos acostumbrados a la relación inversa entre los altibajos en los precios del crudo y la cotización del dólar.
El Presidente de EEUU joe Biden tiene sentimientos encontrados, pues por un lado la potencia del norte se beneficia de los altos precios del crudo, ahora que se convirtió en el mayor productor y volvió nuevamente a ser exportador de 3 millones de barriles/día, pero por el otro le teme a que atice una hiperinflación, ahora que el aumento de precios ha escalado hasta el 7.5% en enero, cifra record en 40 años y de contera frene la reactivación económica y la generación de empleo.
Como lo ha manifestado Biden, está dispuesto a recurrir a las reservas estratégicas con las que cuenta EEUU para intentar de contener la escalada alcista de los precios del petróleo. Con el mismo fin está en tratativas con Irán tendiente a restablecer el acuerdo alcanzado en 2015 por el Presidente Obama y roto por Trump, con lo cual se liberarían 3 millones de barriles, aproximadamente, los cuales contribuirían a relajar la presión sobre los precios. Claro está que con la guerra declarada por Putin y su amenaza a otros países de la Unión Europea sus prioridades son otras.
Cota, febrero, 26 de 2022
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