Por Abel Medina Sierra – Investigador cultural*
Estigmatizado como el equivalente vallenato de “música para planchar”, lo que reduce esta música al ámbito de las trabajadoras domésticas; censurado en algunos medios por no representar “el vallenato grueso” como si una canción se midiera por kilos; vilipendiado como “música de cantina pobre o salivones”, o la banda sonora de los mercados públicos y mototaxistas; impugnada por falsear la identidad de una música que antes no era despechada; con toda esta carga negativa ha tenido que sobrevivir un formato vallenato que ya cumplió unos 30 años y se sigue difundiendo con mucho vigor.
Lo que se denomina “vallenato llorón”, también se ha llamado “lloronato”, “balanato” (por la influencia de la balada), “vallenato sensiblero” y la investigadora, cantante y académica Marina Quintero también lo ha rotulado “urabanato”, porque en sus inicios tuvo, como gran precursor, a Iván Calderón, director de Los Gigantes del Vallenato. Este guitarrista y compositor, junto con sus hermanos Ibio y Kissy, provenientes del Urabá antioqueño, pasó por Los Diablitos, los Embajadores del vallenato, fue el mentor de Los Inquietos, así que fue diseminando la fórmula de un vallenato que interpelara la identidad y las preferencias del público andino y paisa. Así nace un formato de canciones, todas en la forma de paseo bajo o lento, con líricas de despecho, con frases melosas, voces andróginas, mucha presencia de la guitarra eléctrica y los teclados.
Desde inicios de los años 90s, grupos como Los Chiches, Los Gigantes, Los Inquietos, Los Diablitos (en especial en el periodo de Alex Manga como cantante), El Binomio de Oro post Rafael Orozco, Luis Mateus, Los Embajadores, Adriana Lucía, entre otros, conquistaron nichos de mercado como los santanderes, el Viejo Caldas y centro del país, así como gran parte de Venezuela y la zona región-montana de México donde el vallenato sensiblero tiene mucha acogida. En ciudades del Caribe colombiano como Riohacha, Valledupar o Barranquilla, poco se escucha este formato en las zonas rosas y discotecas, pero nunca falta en las verbenas de barrio, en fiestas de mototaxistas, billares, cantinas y mercados.
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Dos cosas llaman poderosamente la atención sobre este tipo de música. La primera es que ya poco suenen nuevos éxitos de estos intérpretes, al menos en esta región. El público se quedó con lo sonado en los 90s, tanto así que se está poniendo de moda los covers de canciones de Jesús Manuel. También puede ser evidencia que el tiempo esté graduando estas canciones como clásicas.
En segundo lugar, así como se ha estigmatizado a estos grupos, también a ciertos autores como “llorones”. Mi contertulio y amigo Álvaro Ibarra Daza hasta llama “los Corín Tellado del vallenato” por lo melodramáticos a Omar Geles, Tico Mercado, Wilfran Castillo y Antonio Meriño. Ya ninguno de los anteriores se podría categorizar como “llorones” porque hoy se fueron por la nueva ola.
Me asalta la pregunta: ¿qué es lo que el público valora como sensiblero o “estilo llorón”, la letra de la canción o la interpretación? ¿Si escuchamos “Otro adiós es morirme” de Tico Mercado en la voz de Diomedes, “No vuelvo” o “intensa tú” en la de Villazón, “No me abandones” en la de Poncho Zuleta (todas de Jean Carlos Centeno); “Si no me abrazas”, “Llévame contigo” de Wilfran Castillo, en la voz potente de Jorge Oñate; serían valoradas como lloronas? No lo creo.
Como opina mi otro contertulio Emmanuel Pichón Mora, “Hay muchos requiebros en canciones de Alejo Durán y Luis Enrique Martínez, pero una voz fuerte hace que no se sienta ese lamento”. Es el estilo interpretativo el que los melómanos asumen como sensibleros, cierto timbre agudo de la voz, esa marca que Calderón fue dejando en algunos grupos y sus canciones.
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Por otra parte, ninguno de estos autores ha sido más lacerado, melodramático y sensiblero que Efrén Calderón, en cuyas canciones no faltaba la palabra “llanto”. Sin embargo, nunca ha sido catalogado como “llorón”. La respuesta apunta al mismo argumento: a Efrén le grababa Oñate, Rafael Orozco, Poncho, Diomedes, Beto Zabaleta o Silvio Brito. Lo anterior refrenda que un autor puede componer canciones sensibleras, pero, si las graba un cantante de línea tradicional o nueva ola, se salva de estigma de “llorón”.
El vallenato “llorón” ya es mayor de edad, despreciado por unos y arropado por otros, son canciones que han contribuido a que el género vallenato se anide en otras regiones.
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