Por María Isabel Cabarcas Aguilar*.
El viernes pasado, terminé una intensa y gratificante sesión de dos días de capacitación en el Seminario en Competencias Laborales, ofrecido por Comfaguajira a través de su Agencia de Empleo para los usuarios de esta, quienes anhelan tanto ubicarse laboralmente como crecer en experiencias y conocimientos teórico-prácticos, a partir de sus diferentes perfiles profesionales, ocupaciones y oficios. Y es que ser docente ha sido y será siempre, un trabajo satisfactorio para mí, pues, desde que en el 2010 permitió Dios que iniciara en este sendero académico de la enseñanza, han sido innumerables los momentos enriquecedores que han hecho que mi compromiso ético con el ejercicio de esta vocación innata cada día crezca y se fortalezca mucho más.
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En estas jornadas, con el propósito de nutrir la programación y hacerlas más dinámicas para los participantes, llevo a cabo conferencias magistrales, talleres, actividades individuales y grupales, al tiempo que utilizo variadas herramientas audiovisuales, como diapositivas, entrevistas y videos, que reafirman los conceptos compartidos a partir de los ejes temáticos desarrollados. En el abordaje de temas como la empatía, comunicación asertiva e inteligencia emocional, presenté la charla TEDx de Mónica Lewinski denominada “El precio de la vergüenza”. En ella, la ex becaria de la Casa Blanca, relata de manera abierta, honesta y reflexiva, las nefastas consecuencias que para su vida personal y profesional, trajo aquel recordado episodio en el que ella y el ex Presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, resultaron inmiscuidos sentimentalmente. Lewinski, confiesa a través de un lenguaje y actitud resiliente, que sufrió sistemáticos episodios de aislamiento social, depresión y tendencia al suicidio. Aunque los hechos sucedieron antes de que estallara el boom de las redes sociales, a través de las diferentes plataformas Online, se ha perpetuado esta historia y muchas más, y paradójicamente, aquellas cargadas de una alta dosis de vergüenza y que mayor posibilidad de humillación le generan a la opinión pública, son justamente las de mayor consumo entre los millones de usuarios que estas poseen.
Escribo sobre este tema, ya que ese día también fue el partido de la Selección Colombia, y mientras agonizaba emocionalmente con cada intento de gol del equipo Chileno, animaba al nuestro desde este lado de la pantalla del televisor a hacer un poco más, pues sentía que la optimista posibilidad de la alegría colectiva de la Copa América para nuestro país, podría de alguna forma restaurar nuestra esperanza, en el deporte nacional más popular, en la valía de nuestro equipo y en la necesidad de reencontrarnos en el júbilo del triunfo, reconciliándonos como nación y superando las diferencias que tanto nos vienen distanciando como sociedad. Sin embargo, sentí no solo una profunda tristeza con aquel quinto cobro errático de Tesillo, si no también, una inmensa preocupación por saberlo de forma inmediata, víctima de ese cruel tráfico de la vergüenza que alimenta la cultura de la humillación y que tan rápidamente se amplifica y vuelve viral, a través de las poderosas redes sociales. En ocasiones en necesario entender, que quienes cometen errores visibles a tantas miradas, son tan humanos como nosotros y merecen al igual que nosotros una alta dosis de respeto, valor entrado en desuso últimamente.
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Hago un llamado en las palabras de la prestigiosa Trabajadora Social norteamericana Brené Brown, quien expresa en sus interesantes conferencias, las cuales cuentan con una numerosa audiencia, disponibles en Netflix y en YouTube, que “La vergüenza no puede sobrevivir a la empatía”, y es a ello justamente a lo que estamos llamados, a sentir como propio el sufrimiento ajeno, a hacer de la compasión, la solidaridad y la consideración, preceptos de vida que nos motiven a ser y a hacer mejor cada día.
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