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EL TIEMPO DE LOS VATES

 Por Abel Medina Sierra

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Es muy común que a los que tienen como oficio la creación poética, se les denomine como vates. La palabra tiene un origen latino, aunque existe también un cognado entre los celtas, donde, así como entre los romanos, el vate no solo era quien oficiaba la palabra (el bardo), sino que en su poesía trataba de augurar el curso de los hechos. De allí que el vate, también era una especie de adivino, a tal punto que de esta palabra es que deviene “vaticinio”. 

La coyuntura poselectoral y de arranque de un nuevo gobierno de izquierda, hecho sin precedentes en la historia política del país, me ha hecho recordar esta asociación entre palabra y vaticinio. En los medios, las redes sociales, los congresos o foros, hoy pululan una especie de vates que, desde su tribuna oral o escrita, lanzan pesimistas vaticinios sobre el futuro del país, como efecto de un gobierno que no tiene ni dos meses en el poder y por sus reformas en curso o en carpeta.

La mayoría de estos vates, vienen o son apalancados desde los gremios de industriales, sector minero energético, sector financiero, dueños de EPS, administradoras de pensiones o de los anteriores y los medios al mismo tiempo.  Estos gremios, muy pronto olvidaron la lección del paro nacional y el levantamiento social reciente. Prometieron aportar más para tener un país más equitativo, pero la “generosidad” duró lo que un helado en boca de un niño sediento.  Muy pronto lanzaron una feroz ofensiva mediática para “emputar” al país, bloquear la reforma tributaria y comenzar a estigmatizar la pensional. Todo apuntaba a crear opinión capaz de movilizar millones de colombianos el pasado 26 de septiembre. Sin embargo, aunque el organizador de la marcha se propuso como meta mover millones de “emputados”, según cifras de la Policía Nacional, no pasó de 60 mil indignados anti-petristas. Ni muchos, ni pocos. 

Como parte de esta ofensiva, se comenzaron a escuchar oscuros vaticinios que no barruntaban sino un país en cataclismo. Desde la Andi, Mac Master, vaticinó un bajón en el PIB, pérdida de miles de empleos, recesión, desaceleramiento de la producción y la economía. Cuando el ministro de hacienda, José A. Ocampo, le cuestionó que sus cifras no tenían base empírica, corrió a aplicar una encuesta entre sus agremiados con la única intención de mostrar un panorama sombrío si se aprobaba la reforma tributaria. No faltó el que lanzó la alarma que por el impuesto a las bebidas azucaradas (que será entre 18 y 35 pesos), cerrarían miles de tiendas en el país y los pobres se morirían de hambre.

El periódico El Tiempo, de los mismos dueños de la entidad privada que administra la mayoría de pensiones en el país, no demoró en vaticinar que las pensiones de miles de colombianos que han ahorrado toda su vida, estaban en riesgo e iban a ser dilapidados por el gobierno en subsidios a quienes nunca lograron cotizar lo suficiente. Escuché a un despistado protestante decir que Petro usaría estos recursos para pagarle a guerrilleros. Algunos de los airados gritos en el reciente paro, eran de personas a las que esta campaña convenció y que, inocentemente, están sirviendo de idiotas útiles al bolsillo de Luis Carlos Sarmiento Angulo quien no quiere que le arrebaten el negociazo de los rendimientos financieros de las pensiones. Esos son los recursos que usaría el gobierno para una pensión mínima al taxista, vendedor ambulante o de lotería que nunca tendría una pensión normal. 

La revista Semana, siempre tan “objetiva”, ilustró portada dando a entender que había pánico entre el sector de médicos, paramédicos y pacientes como respuesta a una reforma salud que aspira que no existe tanta intermediación y, ese dinero que hoy se queda en privados, se dedique efectivamente a la atención de los usuarios, a la calidad y cobertura del servicio de salud. Ahora, las campañas mediáticas quieren convertir en “santas” y redentores a Salucoop, Coomeva, Cafesalud, Medimás y todas las que han desangrado el presupuesto de salud.  No faltará el incauto que estará pensando que la reforma a la salud lo va a dejar sin atención y por ello haya salido a protestar el 26S.  Los vaticinios se apoyaron en fake news, llegaron al nivel que en las marchas se escucharon voces que rechazan la venida de médicos cubanos que no sabemos de qué mente salió.     

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Juan Camilo Nariño, presidente de la Asociación Nacional de minería, corrió a mojar tinta en los medios a vaticinar que, por culpa de las alzas a los impuestos de exportaciones de minerales, se afectarían miles de empleos, la gente dejaría de comprar en los supermercados y tiendas: “ningún negocio pequeño, ni grande como Cerrejón podría funcionar del todo bien”. Augura que en Cerrejón se perderían 11 mil empleos. Lo peor de todo esto es que usan parlantes regionales, como el columnista Luis Guillermo Baquero quien en un reciente artículo, pronostica el fin de la minería y la debacle económica en La Guajira por culpa de la reforma tributaria. Ya quisiera yo ver a Cerrejón “cerrar el chuzo” porque tiene que tributar más, en especial cuando los precios del carbón están en bonanza. No será la primera vez que Cerrejón “mete un cañazo” para presionar al Estado en procura de privilegios.

También, a nivel local, un despistado y ultraderechista periodista pronosticó que la marcha del 26S haría temblar al petrismo, otro de estos que publican píldoras de rumores dio por seguro que después de la marcha caería el ministro de hacienda y habría la primera crisis ministerial. Todos ellos, tan buenos adivinos que hacen parte de los creadores de aquellas famosas profecías “Petro nunca será presidente” y “Petro ya llegó al techo en votación”.

Todos estos vates, incidieron en la gente que salió a marchar, aunque la mayoría de estos protestantes, no necesitan un tábano para manifestarse contra Petro. Todo el que salió odia a Petro, ninguno de ellos votó por él, ni se siente decepcionado tan rápido. Ese marchante, que tiene todo su derecho a hacerlo, saldría antes, durante y después de este gobierno cada vez que lo inviten a expresar su odio contra el actual presidente, así lo haga bien. Con reforma o sin reforma tiene razones para oponerse, aunque ya Uribe haya reconocido que no ve nada de comunismo en este gobierno y Jaime Bayly pondera a Petro como “un capitalista floreciente que quiere traer el progreso económico”.  Quizás, una razón de la frustración manifestada en las marchas, es la certeza que sus peores presagios se volvieron trizas, pero nunca lo van a reconocer: no hay la mínima evidencia de comunismo, ni de dictadura, ni de expropiación, tampoco de “venezolanización”, ni se ha censurado a Semana o RCN con todo su sesgo político, mucho menos se vislumbra nacionalización de la empresa privada, no veo al primer industrial que haya hecho maletas (ni siquiera Marbelle).   Lo que sí veo, sin ser vate, es a muchos que, para desprestigiar desde ya al gobierno, van a seguir, como Nostradamus, augurando apocalipsis. Allá quien les crea.

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