Por: Weildler Guerra Curvelo
No cesa el horror generado por el trato inhumano dado durante décadas a decenas de miles de niños indígenas en instituciones educativas católicas de Canadá. Según representantes de las llamadas primeras naciones indígenasde ese país un estudio reciente de un segmento de la tierra que rodea la escuela residencial de la Misión de St Josephs y un rancho vecino en la Columbia Británica ha permitido identificar 93 sitios de posibles tumbas de dichos infantes.Estos nuevos hallazgos ensanchan la dimensión de la tragedia y ponen en evidencia el lado más oscuro del comportamiento humano.
A esta detección realizada con sofisticados equipos tecnológicos deberá seguir una etapa de excavación de esos sitios lo que arrojará más detalles de este drama que ha sido considerado un auténtico genocidio cultural y que contemplo todo tipo de abusos físicos entre ellos torturas, violaciones, hambre sistemática, desapariciones y asesinatos de los niños recluidos a la fuerza en dichas escuelas. Estas funcionaron de manera más parecida a cruentas penitenciarias que a genuinos centros educativos. Las atrocidades se dieron entre el último cuarto del siglo XIX y se mantuvieron a lo largo del siglo XX. Centros misionales como el de Saint Josephs, en donde hace pocos días se encontraron las tumbas, funcionaron desde 1891 y se mantuvieron abiertos hasta 1981. Se cree que el número de niños asesinados puede pasar de seis mil.
Las formas de organización social, prácticas y cosmologías de estas primeras naciones indígenas fueron vistas como un problema por los gobiernos, la iglesia y parte de las llamadas mayorías demográficas. Ese temor generó lo que se conoce como identidades predatorias. Estas, como lo ha dicho Arjun Appadurai en su obra El rechazo de las minorías, requieren de la extinción de otras categorías sociales próximas que son percibidas como una amenaza para la existencia de determinado grupo definido como “nosotros”. El objetivo expresado por quienes diseñaron este proceso de asimilación forzada de los indígenas era “matar al indio que se encontraba dentro del niño” y así poder incorporarlo a la sociedad canadiense demográficamente mayoritaria. «Me llevaron allí y trataron de volver a entrenarme para que fuera alguien que no era», dijo un jefe indígena que fue internado durante su infancia.
El silencio de la iglesia católica sobre sus actuaciones en estas escuelas es ominoso e injustificable. Muchos de los archivos vinculados a estos hechos han sido sistemáticamente destruidos por los gobiernos, las autoridades educativas y la propia policía. Sin embargo, miles de testimonios acerca de estos abusos fueron documentados por la Comisión de la Verdad y la Reconciliación de Canadá. Ello llevó al propio Primer Ministro Justin Trudeau a condenar los hechos y pedir perdón a los indígenas de ese país “por esta forma colonial de pensar que condujo a prácticas que causaron un gran daño».
Tristemente la dolorosa relación colonial no se limitó a estas instituciones educativas. Un jefe innu declaró que su comunidad no aceptaba la disculpa de Trudeau por ser demasiado limitada. «Nuestros ancianos no están listos para aceptar una disculpa realizada sólo sobre una pequeña parte de nuestra experiencia».