Amylkar D. Acosta M 1
En el año 1971 los estados miembros de la Organización de las Naciones
Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) acordaron celebrar el
21 de marzo de cada año el Día mundial forestal. Se trata de destacar y
ponderar la importancia de los recursos forestales, los cuales contribuyen a
la reproducción y desarrollo sostenible de todas las especies que habitan el
globo terráqueo, incluido el ser humano. Tienen la virtud de capturar el
CO2 que flota en el medioambiente y libera oxígeno a través de sus
estomas, un proceso inverso al de los humanos que inhalan oxígeno y
exhalan CO2.
Se estima por parte de la FAO que cada año más de 130.000 km2 de
bosques sepierden debido a la deforestación. El caso de Colombia es
dramático: entre 2015 y 2016, cuando alcanzó las 179.000 hectáreas, se
incrementó la deforestación el 44%, en el 2017 se deforestaron 219.973
hectáreas, incrementándose el 23% con respecto al año anterior. En el
2018, según el IDEAM se registraron 280.000 hectáreas deforestadas, un
27.2% más con respecto al 2017, alcanzando su máximo histórico. Luego
se reduciría la deforestación, registrando en el 2019 la cifra de 158.894
hectáreas, tendencia que se revirtió el año siguiente, alcanzando un registro
de 171.894 hectáreas en 2020 y 174.103 hectáreas en 2021, una extensión
mayor que todo el territorio del Distrito especial de Bogotá en un solo año
(¡!).
La peor parte de esta depredación, de este ecocidio, la ha llevado la
Amazonía colombiana, el daño infligido es de tal magnitud que, según
datos revelados por el Ministerio de Ambiente y desarrollo sostenible
(MADS), en dos décadas, entre 2001 y 2021 de las 3 ́182.876 hectáreas
devastadas 1 ́858.285 hectáreas (58%) corresponde a la que es considerada
el pulmón del Planeta. Cuando no se conoce todavía el consolidado del año
anterior, sólo en el primer semestre de 2022 se perdieron más de 52.000
hectáreas de sus bosques (¡!).
Debemos destacar que la deforestación en Colombia en su principal fuente
generadora de gases de efecto invernadero causante del Cambio climático
con el 33% de ellas. Con toda razón sostiene el reconocido experto
ambientalista Pablo Ruíz que para honrar el compromiso de reducir en un
51% sus emisiones hacia el 2030, “la prioridad nacional debe ser reducir la
deforestación, mejorar el manejo de la tierra y reducir la demanda interna
de hidrocarburos”, así como mejorar la calidad de los mismos.
Bien dijo el Director de la Iniciativa internacional de clima y bosques
Andrés Dahl – Jorgensen, “no podemos resolver el problema del clima sin
abordar la deforestación…y no cumpliremos los Objetivos del desarrollo
sostenibles si seguimos talando bosques en todo el mundo”. Ello se torna
tanto más urgente después de conocido el más reciente Informe del Panel
de expertos de las Naciones Unidas (IPCC) en el cual se asegura que
“incluso si todos los países del mundo cumplen sus compromisos
climáticos actuales, eso probablemente no sea suficiente para mantener el
calentamiento global a 1.5 grados centígrados por encima de los niveles
preindustriales, un umbral que los científicos creen necesarios para evitar
los peores impactos del Cambio climático”.
Se sigue de lo anterior que necesitamos compromisos de reducción de
emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y de captura de los
mismos, acumulados en la atmósfera, más ambiciosos, para lo cual se
requieren acciones muchas más audaces por parte de los países. Claro está
que, como lo dejó establecido la COP26 el compromiso de los países en
esta ímproba tarea aunque es solidaria, porque ninguno de ellos está en
capacidad de encarar sólo los desafíos del Cambio climático y sus
consecuencias, es diferencial y el compromiso de cada uno de ellos debe
ser proporcional al grado de responsabilidad con respecto tanto de los GEI
acumulados en la atmósfera como de sus emisiones.
Colombia, particularmente, cuenta con más del cincuenta por ciento de su
superficie continental e insular cubierta por bosque natural; condición que
le da el rol de país forestal por excelencia. Ello da la medida de la magnitud
de la responsabilidad que le incumbe en cuanto se refiere a la protección de
sus bosques, tal y como lo prevén la Declaración de Bosques de Nueva
York, la Declaración de Bosques y uso de la tierra de Glasgow y el
recientemente adoptado Marco Mundial Kunming-Montreal de Diversidad
Biológica, todos ellos vinculantes para Colombia. Pero esta no puede
convertirse en el Atlas climático, asumiendo toda la carga y el costo que
ello implica, para salvar a la humanidad de los horrores del Cambio
climático.
En ese sentido, es de la mayor pertinencia la exhortación que hiciera el
Presidente Gustavo Petro en la COP27, cuando aseveró: “hay que salvar
los pilares del clima del planeta, antes que nada. La selva amazónica es
uno. Colombia otorgará 200 millones de dólares anualmente durante 20
años para salvar la Selva Amazónica. Esperamos el aporte mundial” para
recuperarla y ponerla a salvo de sus depredadores.