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Conversando con mi hija: una mirada a Emilia Pérez más allá del escándalo

Reflexiones sobre una película que divide opiniones

Por Jaime de la Hoz Simanca

Leyla, he aquí mi opinión acerca de Emilia Pérez, la película de moda nominada a múltiples Óscares, sometida a críticas implacables y con un ingrediente añadido que despierta curiosidad: la española transexual Karla Sofía Gascón, quien es la actriz principal del filme que representa a Francia en los populares premios. Se trata de unos apuntes que desean ir más allá del torbellino mediático de las redes sociales. Estas reflexiones constituyen apenas las impresiones de un observador sin pretensiones de crítico. Resumo:

La película es, simultáneamente, encantadora y desagradable; cursi y refinada; dramática y trágica; descarnada y atrevida; divertida y tensa; lacrimosa y acusadora; inverosímil y creíble. Hay más adjetivos que podrían atribuírsele; pero, todo conduce hacia un filme controvertido que cuenta con innumerables aristas que son necesarias tener en cuenta.

Dos actrices la salvan: Zoé Saldaña (en el papel de la abogada Rita Mora Casto) y Karla Sofía (Emilia Pérez transformada en mujer luego de una transición). Las dos actuaciones merecen reconocimientos y tal vez los obtengan en los Óscares, aparte de otras estatuillas.

La historia es divertida, audaz y con una buena dosis de creatividad no exenta de truculencias cinematográficas. Son acumulaciones de minúsculas historias en medio de un eje central matizado con suspensos, humor, giros inesperados y un final que cierra la historia en medio del sabor agridulce que deja en el espectador.

La trascendencia de la película y la atención que ha suscitado en el mundo del cine tiene dos aristas: el morbo que despierta la presencia de una actriz transexual que se desenvuelve con destreza a través de una historia de narcos que pasaría inadvertida si no hubiese sido ella la que encarnara el rol principal; por otro lado, el recurso musical que acompaña el melodrama. En ocasiones, hay que decirlo, tales elementos acercan la película a un culebrón mexicano de aquellos que seducen a las muchachas del servicio doméstico acostumbradas a lloriquear frente al televisor mientras se derrama la leche.

Me sorprenden las visiones simplistas que campean por doquier frente a la complejidad de una temática y una realidad cada vez más evidente: la expresión de la sexualidad y el universo narco que genera infinitas historias aún no develadas, pues se mantienen en una especie de clóset secreto.

El reclamo y la protesta airada de un sector de la sociedad mexicana es comprensible; pero, el arte es un reflejo, casi siempre ficcionado, de los hechos reales. El arte (la cinematografía, la literatura, etc.) nace de situaciones vívidas, cotidianas y objetivas que la ficción eleva a niveles insospechados. ¿No es acaso el mundo transexual una vivencia que forma parte de la existencia humana? Pero, claro, la circunstancia de romper y atravesar como un cuchillo la cultura preestablecida, conservadora y retardataria, y la sensibilidad del tema trans, origina escándalos y visiones sesgadas que, a la larga, terminan reafirmando la tesis vargasllosiana: «la civilización del espectáculo».

Vayan a ver Emilia Pérez: como pocos filmes, allí hay de todo como en botica.

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