Por Matty González Ferrer.
El 2 de febrero* es el Día Mundial de los Humedales, fecha en la cual organismos, entidades y grupos de la sociedad civil realizan actividades diversas de sensibilización en torno a la importancia de estos cuerpos de agua. Sea entonces la ocasión para ocuparnos de lo que ocurre entre nosotros en este frente.
El Sistema de humedales urbanos de Riohacha está conformado por El Riíto- Laguna Salada, los humedales Bocagrande, La Esperanza y las Mercedes. Y si bien algunos de ellos son poco representativos en términos de extensión, cumplen un papel importante en el drenaje urbano como captadores naturales de las aguas de escorrentía. Sin embargo, su deterioro es cada vez más dramático, la toma de sus predios para distintos usos, ha ocasionado disminución de su función ecosistémica, que hoy no se acerca siquiera al 50% de la que podrían cumplir en circunstancias normales.
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“Es deber del estado proteger la diversidad e integridad del ambiente, conservar las áreas de especial importancia ecológica y fomentar la educación para el logro de estos fines».Constitución de Colombia.
En Riohacha, en efecto, existen múltiples problemáticas ambientales como la que ocurre con los manglares de la ciudad que son talados para producir carbón vegetal, comprometiendo la sostenibilidad de ecosistemas estratégicos. De estos, el más importante es la Laguna Salada, escenario de una de las batallas más trascendentales del Almirante José Prudencio Padilla, héroe local y prócer de la independencia. La laguna presenta actualmente una situación crítica por su conversión en botadero de basuras y vertedero de aguas servidas, a esto se le adiciona la invasión por personas en situación de indigencia, muchos de ellos de nacionalidad venezolana quienes han armado una serie de improvisados cambuches como solución de vivienda ante la falta de lugares en donde vivir en condiciones dignas; esto ha acrecentando la problemática de este humedal porque hay más basura represada y ademas se convierte en foco de infecciones.
Las consecuencias de la degradación de sus territorios son múltiples, entre ellas el aumento de las temperaturas, la migración de las aves, la pérdida de sus bienes y servicios ambientales, el creciente deterioro de la calidad de vida vegetal, animal y humana en sus inmediaciones, la disminución de los servicios ecosistémicos, la pérdida del patrimonio paisajístico, y en general la lenta desaparición de toda la biodiversidad que alguna vez albergaron. Y lo más grave: la pérdida de espacios de apropiación cultural.
Estas afectaciones ocurren pese a que existe una normatividad local, nacional e internacional clara para la protección y conservación de los acuíferos urbanos.
El plan de recuperación
Atacar las causas de esta problemática implica en primer lugar un mayor compromiso del Estado cuya obligación es darle cumplimiento a la legislación ambiental vigente para garantizar la preservación y sostenibilidad de un patrimonio natural vital en tiempos de sequía y cambio climático.
Y si bien la Corporación Autónoma Regional de La Guajira (Corpoguajira) ha emprendido acciones encaminadas a la optimización del sistema de humedales de Riohacha aún hace falta más presencia institucional y pedagogía en las comunidades de su área de influencia.
Y es que las personas que habitan o circulan por los alrededores de los humedales deben ser vistas como aliadas potenciales para su proceso de recuperación, resulta evidente que sin su concurso y toma de conciencia sobre la importancia de los servicios ecosistémicos que prestan los acuíferos o de lo perjudicial que es depositar basuras y residuos sólidos en ellos, la tarea será aún más difícil, sino imposible.
Lo que se espera entonces es que se pongan en marcha estrategias que propicien la construcción de «representaciones sociales» desde la participación ciudadana orientadas a promover nuevos imaginarios en torno a lo ambiental. En otros términos: es necesario generar una amplia movilización social alrededor de esta iniciativa, vinculando al conjunto de los actores del conflicto que plantea la lenta y acaso irreversible destrucción de un activo ambiental, cultural y social tan importante.
En resumen: la presión a que se ven sometidos los humedales, la transformación de sus rondas, la falta de conciencia ambiental de los habitantes del entorno y su poca participación en las acciones de recuperación actúan como factores que empujan la pérdida de su aforo de carga y por consiguiente una merma de su capacidad de captación, hecho que en un futuro cercano puede originar el desplazamiento de las aguas hacia otros puntos de la ciudad, provocando inundaciones o desastres técnica e institucionalmente previsibles.
* La Convención sobre los Humedales, firmada en Ramsar, Irán, el 2 de febrero de 1971, es un tratado intergubernamental que sirve de marco para la acción nacional y la cooperación internacional en pro de la conservación y uso racional de los humedales y sus recursos. La Convención se basa en tres pilares: el uso racional de todos los recursos de humedales en cada país, la designación de humedales de importancia internacional y su gestión, y la cooperación internacional.
La Misión de la Convención es la conservación y el uso racional de los humedales mediante acciones locales, regionales y nacionales como contribución al logro de un desarrollo sostenible en todo el mundo.