Por Angel Roys Mejía
Antes de la pandemia un grupo de asistentes al taller literario Cantos de Juyá, Relata La Guajira, orientado por el escritor Víctor Bravo Mendoza, luego del disciplinado encuentro del sábado, quedábamos con el almíbar y el gusto por la palabra desbordados. Pedro Rosado, una especie de sabio catalán guajiro, lanzó la provocadora propuesta de fundar un club de lectura, con un plan lector anual y con encuentros que hicieran itinerancia por espacios lúdicos, gastronómicos y de solaz del Distrito.
Diez apóstoles iniciales empezamos la tarea. Llegábamos con el análisis escrito en el formato de comentario de texto, se alternaba la coordinación del encuentro-el coordinador de turno se encargaba de organizar lo logístico y el protocolo de debate, disponiendo el lugar, presentando al autor y su obra y moderando la sesión-. Luego un compartir, en la que lo literario seguía siendo protagónico en la chercha.
Durante 4 años fueron más de 50 títulos leídos, disfrutados y comentados. Hasta que llegó la pandemia. Habituados a la calidez de lo presencial seis contertulios perdieron el interés y hubo necesidad de explorar alternativas virtuales que posibilitaran la sincronía y la empatía. Allí fue surgiendo una nueva tropa, que en la pospandemia ha llegado a 12 miembros.
En el año 2021 nos constituimos en la primera tertulia literaria con aval del Ministerio de Cultura en La Guajira y este año tuvimos oportunidad de participar en el Encuentro Nacional Relata que convocó a 70 experiencias de talleres y tertulias de todo el país.
En ese mismo orden, desde la tertulia ganamos una beca de la Convocatoria Nacional de Estímulo, supervisada por la Biblioteca Nacional para promover la lectura en una Institución Educativa pública del Distrito. Lo que nos permitió trabajar con 46 niños y 5 docentes, en formación sobre la estrategia de club de lectura en el aula y recursos para análisis de textos literarios.
Dos evidencias que testimonian la preocupación propiciatoria del clan por anchar el mundo de lectores y por el fomento lector como alternativa a la precariedad de los esfuerzos públicos.
El clan tiene más de un lustro y sigue creciendo en una tierra que tiene pocos lectores, en la que la proporción de licoreras sobre librerías es de cien a cero y en la que los presupuestos para literatura se escabullen en las pampas sin escándalo, en direcciones que duran 4 años a bordo de sí mismos; mientras las letras siguen pidiendo un asilo en La Goajira.
Para el año entrante está definido el plan lector que se alternará con la lectura de textos propios para enriquecer en la escucha los problemas de técnica, poética y narrativa. Leeremos En Diciembre llegan las brisas de Marvel Moreno, y en medio, habitaremos el contexto inicial de la literatura guajira con las Pampas Escandalosas de José Ramon Lanao Loaiza, Sol y sal de la Hermana Josefina Zúñiga, Los dolores de una raza de Antonio Joaquín López; saltando al caribe con J.J Junieles, Illan Baca, Cepeda Samudio y Zapata Olivella.
Dice el escritor y periodista español, Pedro García Cuartango que: “Leer hoy es un anacronismo, un vicio pecaminoso, un acto de onanismo. Quizás sea uno de los últimos gestos de rebeldía ante la invasión de estulticia que soportan nuestros sentidos.” Un club de lectura, es un clan transgresor que se resiste a las voces apocalípticas que gritan la muerte de la lectura, conservando la palabra escrita como un grial que se rebela al final de los tiempos. O como decía Camus, que en medio del invierno aprendimos por fin que en nosotros había un verano invencible.