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La deuda guajira con la novela

Recientemente los guajiros recibimos como novedad literaria, el lanzamiento de la novela “Inmigrando” de la autora con raíces guajiras Marga Palacio, residente en Italia, y cuya obra fue editada en España.  Ha sido quizás, la novela con mayor despliegue publicitario en el departamento, quizás por venir del extranjero. Cada vez que se lanza una nueva novela, mis expectativas son sumamente altas, en la medida en que tengo la certeza que, si existe una gran deuda en la literatura guajira, es con la novela. En este, como en los demás casos, terminé abrumadoramente decepcionado: más que una novela es un cuento largo; cursi y llano.

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Los autores literarios de La Guajira, han dado muestras de altura en el género de la poesía, tanto así que, Miguel Ángel López, en su invención de  Vito Apüshana, logró ganar el premio de literatura más prestigioso del continente, el Casa de las Américas. A él se suman poetas de pluma prodigiosa como Víctor Bravo Mendoza, Gustavo Maceas, Limedis Castillo, Johnny Beleño, Betsy Barros. También tuvieron un lugar cimero en el siglo pasado Cristóbal Mendoza Plata, entre otros. En lo que respecta al cuento, se destacan autores como los ya mencionados Castillo y Beleño, Vicenta Siosi Pino, Elkin Ortega, Julio César Guzmán, Estercilia Simanca entre otros.

Pero, en el género de la novela, aunque se haya publicado una cantidad considerable de estas, sobran dedos de la mano para buscar ejemplos de altura y decoro. Solo dos novelas ligadas a La Guajira hoy tienen un nombre en el mapa literario nacional. Una, no es que la haya escrito un autor guajiro, se trata de la célebre novela “Cuatro años a bordo de mí mismo” del bogotano Eduardo Zalamea Borda. Se trata del relato de un “rolo” aventurero de 17 años que llega a La Guajira, no solo en un periplo de extrañamiento, sino de un viaje interior y sensorial para descubrir su condición humana.  La otra, esta sí de autora guajira, “San tropel eterno”, de Ketty Cuello Lizarazo, obra finalista del premio nacional Planeta y que trascendió más por haber sido llevada al formato de telenovela, con rol protagónico de Carlos Muñoz en el papel de poco ortodoxo padre pío Quinto Quintero (Manuel Antonio Dávila, en realidad). 

Es un hito importante que, la primera mujer en publicar una novela en el Caribe colombiano, fue la riohachera Priscila Herrera de Núñez quien en 1879 escribió “Un asilo en La goajira” (publicada en 1936, luego en el 2007). Las novelas “Corina la de siempre” y “Jepirra” de José Soto Berardinelli, así como “Las pampas escandalosas” de José Ramón Lanao, “Los dolores de una raza” de Antonio José López y “La novia del monte” de Antonio Parodi, mostraron preludios de buen comienzo, pero sus autores se estancaron o sus siguientes obras no revalidaron sus credenciales. Pudieron señalar el camino a nuevas voces que los superaran y así potenciaran la novelística guajira a la altura de otras regiones, eso nunca pasó y en lugar de superar a estos autores, más bien el género ha decaído más. 

Hemos visto una gran cantidad de novelas que se han quedado en el anonimato, ediciones casi domésticas, sin trascender el grupo pequeño de buenos amigos y parientes que la adquieren casi como gesto compasivo con los autores, sin receptividad por parte de la crítica, es decir, novelas que nacen muertas. Esto se da por varios motivos. He conocido muchos autores de estas novelas que no tienen ninguna experiencia escritural previa y, enseguida, se aventuran publicar una novela como opera prima. La novela es el género más exigente, riguroso, complejo y totalizante de la literatura. Dejé de escribir textos de ficción desde hace una década, pero, a pesar de haber producido unas 30 obras, aún no me siento con la suficiencia para escribir una novela. En estos días vi un conversatorio con William Ospina, la estrella actual de la literatura colombiana, confesaba que a sus primeras novelas no les llamaba así porque consideraba que sería inmodestia y que solo les llamó “novelas” cuando los demás comenzaron a hacerlo.  Los mejores autores de La Guajira, entre estos López, Bravo, Maceas, Cantillo, Óscar Parra, a pesar de su trayectoria y oficio, aún no se atreven y creo que es por el respeto que merece el género novelístico.  Todo ello demuestra que, la novela no es la mejor manera para lanzarse a la literatura, a ella se llega con la madurez suficiente, es decir, cuando se tiene magisterio en el arte de escribir; no es la primera plana ni garabateo, es el grado como escritor.           

Además de la poca experiencia y oficio, les falta lectura; poco conocen sobre la historia cómo se ha ido consolidando la novela, de allí que quieren escribir novelas como se hacía un siglo atrás. Falta diálogo, taller, pulimiento, orfebrería; hacen una escritura muy imbuida, sin compartir sus textos con quienes tienen más experiencia en un celo excesivo como si un escritor de oficio estuviera pendiente de “robarle” una novela a un novato.  La novela sigue esperando redención en el mundo de las letras guajiras y esta, siendo escéptico a fuerza de tantas decepciones, no vendrá de parte de autores principiantes.

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