Por Pedro Rosado Ríos – Miembro del taller de creación literaria Relata Guajira.
Se hizo a un lado a los viejos tíos maternos, al muy querido y respetado “Talaula” y aparecieron por toda la guajira, jóvenes líderes, algunos estudiados, profesionales unos, bachilleres otros. Muy bien vestidos y bañados en perfumes extranjeros.
En las rancherías se pensó que al fin llegaba un futuro mejor, esos jóvenes de su familia “apushi”, serían la solución, ya no los engañarían más el gobierno ni los politiqueros de turno. Pues, esos jóvenes saben hablar muy bien el español y el wayunaiki. Conocen las costumbres arijunas y las costumbres wayuu.
Pero como dice el dicho: “No hay cuña que apriete más que la del mismo palo”.
Esos nuevos líderes wayuu, estas nuevas autoridades. Viven en las ciudades y prefieren algunos las costumbres arijunas. Construyen casas al estilo de los mafiosos y traquetos guajiros. Unas construcciones en donde en la parte externa, en la calle solo se ve un gran portón, el área residencial queda al fondo del terreno. A esta especie de casas en Riohacha le llaman “parqueaderos” en Maicao le llaman “patios”. Y la estrategia de su construcción es evitar que los transeúntes y ciudadanos comunes no vean lo que hacen los residentes adentro. Además, los blinda contra atentados y ataques de sicarios y delincuentes comunes. Pero, así como los nuevos jóvenes y líderes wayuu copiaron el modelo de casas de los mafiosos y traquetos, copiaron también la forma de vida de estos.
Entonces la sencillez y buenos ejemplos de las autoridades wayuu de antaño, de esos viejos tíos maternos, cambio totalmente. Estos jóvenes solo van a las rancherías cuando necesitan los votos. Mientras que el viejo tío materno wayuu, madrugaba en solitario acompañado solo por un fiel perro y su tradicional bastón de palabrero.
Esos sabios ancianos llegaban de madrugada a las rancherías y su llegada en vez de causar molestias por interrumpir el sueño, era causa de alegría y corrían todos los habitantes de la ranchería desde el más viejo hasta el más joven a saludar a ese tío sabio que los honraba con su presencia y sabiduría.
Era tanto el respeto de todos para ese anciano, que apresuradas las mujeres ponían a hacer café. Y todos rodeaban a la autoridad de la familia. Él rompía el hielo tocando las cabezas de los niños y recordándoles sus travesuras de infancia que causaban un revuelo de alegría y humor entre todos.
Era tanta la autoridad y el respeto que emanaban esos ancianos. Que sin preguntarles los problemas que existían en la comunidad, terminaban después de las risas y saludos de rigor y bajando la cabeza en señal de respeto contando las problemáticas y tristezas que los aquejaban. Entonces, ese viejo sabio dibujando extrañas figuras en la arena con su bastón. Sacaba conclusiones y proponía soluciones sabias y justas que todos acataban con respeto y solemnidad.
Después del desayuno el viejo partía dejándoles Paz y justicia. Los jóvenes debatían para ver quien tenía el privilegio de ser el acompañante de ese sabio hasta su Ranchería. Hoy en cambio la llegada de los nuevos líderes causa temor y desconfianza.
Acompañados de guardaespaldas arijunas de miradas asesinas y comportamientos sospechosos que recuerdan a los temibles paracos que asesinaron a los hermanos de Bahía Portete, llegan a las rancherías no de mañanita como los viejos sabios. Sino a cualquier hora. Tras un polvorín levantado por sus lujosos vehículos blindados, a veces con escandalosos volúmenes de música como los marimberos de antaño. La llegada de estos nuevos líderes wayuu, ya no es recibida ni con alegría ni con respeto. Sino con desconfianza, y se escucha el murmullo entre los presentes.
-Que le traerá por aquí a este arijuna. Algo necesita de nosotros.
Sus arijunas acompañantes no esperan que le brinden sillas o chinchorros. Se van sentando o acostando en los chinchorros de los ancianos. En el intocable chinchorro del abuelo. Y se escuchan sus carcajadas y diálogos en español. Que dejan el sabor amargo de que se están burlando de los habitantes de la ranchería. Los nuevos líderes wayuu reparten dulces entre los niños, y traen algunos víveres. Pero los habitantes a diferencia del respeto a los viejos de antes. Saben que detrás de esa visita algunas trampas preparan en alianzas con el gobierno o políticos de turno.
Y es que copiaron las costumbres de los arijunas hasta el punto que algunos líderes han llevado a las rancherías conjunto vallenatos a amenizar fiestas de cumpleaños o parrandas.
Luego se marchan dejándoles a unos la resaca y las basuras en las rancherías que distinguen el paso de los civilizados. Y la misma miseria de siempre. Ellos solo se llevan los votos o las huellas dactilares para justificar contratos o falsos proyectos.
Y sigue la misma miseria en la comunidad. Y siguen tomando la misma agua sucia. Mientras los nuevos líderes wayuu viven en las ciudades capitales en sus seguras casas. Rodeados de escoltas y novias arijunas mientras la única muestra de que son líderes wayuu es el hermoso chinchorro multicolor que cuelga en un gran quiosco de palma y maderas finas.
Mientras tanto en las rancherías la solidaridad del wayuu no se pierde a pesar del comportamiento del joven sobrino y líder wayuu, a pesar del hambre y la miseria están preparando un gran caldero de friche y otro de arroz de cecina para mandárselo al nuevo líder wayuu que no hace nada por ellos pero que les toca soportar porque al menos es el único familiar que logró salir de ese desierto.
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