Por Abel Medina Sierra – Investigador cultural*
Se nos volvió costumbre que cada semana el país se levante con un nuevo escándalo que involucre a los funcionarios del gobierno Duque o a su partido de gobierno. Es tan abrumador el alud de escándalos, micos, salidas en falso, actos de corrupción o la promulgación de normas impopulares que, no alcanzamos bien a digerir y reaccionar ante uno, cuando ya se nos precipita otro.
El ruido de cada uno de estos escándalos, termina por poner lodo y remover a la imagen de alguna de las fichas del gobierno de Iván Duque o sus más allegados escuderos. El caso más publicitado últimamente, el de la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez. Confieso que llegué a considerarla, por un tiempo, la figura más digna y decorosa del gobierno. Resultó ser ni lo uno, ni lo otro. Aunque, con el ominoso caso de un hermano narco, sus influencias para pagar la fianza y los vínculos de su esposo con el narco “Memo fantasma” no constituye per se causal de delito, como dicen Tola y Maruja, por este hecho “se cayó su estatua”. Quien se presentaba como alto referente de moral de un gobierno mancillado, de lucha frontal contra la corrupción, no tendrá, desde ahora, la autoridad para pontificar blancuras y firmezas teniendo pies de barro. Por menos que eso han caído presidentes en otros países.
Pero, no hemos salido de tener en boca y en la mira a la “vice”, cuando el “geniecito” guajiro, ministro Malagón, viene a turno para escandalizar al país. Primero fue su “ingeniosa” propuesta de hipoteca inversa, justificada bajo la premisa que si existe en Europa es buena para nosotros. El ministro olvida que la banca es igual de desalmada en el Vaticano que en poder de Sarmiento Angulo. La sola propuesta ha evidenciado una vez más que, el gobierno ha usado la emergencia económica para privilegiar la banca, los industriales, a los patrones y no a los obreros. De ñapa, resulta que el “geniecito” de la mentirosa “Guajira azul” no lo es tanto, su tesis de grado resultó ser un plagio parcial de trabajos de sus mismos estudiantes.
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Ya antes de lo de la Vice y Malagón, el país no sabía si concentrarse en una nueva sindicación para Álvaro Uribe, por serios indicios de ser el receptor, una vez más, de las chuzadas del ejército, o reflexionar en la vergonzosa manera en que el fiscal Barbosa usa la institucionalidad para tapar ollas a sus amigos y salpicar a sus contradictores políticos. La manera cómo eludió tomar testimonio a Aida Merlano (caso al que le echó conveniente tierra), su desinterés en la “ñeñepolítica”, la forma cómo desvió hacia los agentes interceptores el tema de la financiación de la campaña Duque con dineros “calientes”; las ridículas investigaciones contra Claudia López y Gustavo Petro, son apenas algunas de las perlitas escandalosas que tienen al país pensando en la necesidad de una legislación que impida fiscales de bolsillo del presidente y, con la certeza que no hay ninguna independencia de poderes. Por eso, lo que es con el fiscal, es como si fuera escándalo del gobierno.
Antes de esto, el Ejército y la Policía también han contribuido a manchar al gobierno: las denuncia de ‘chuzadas’, hechas públicas por la revista Semana lo que, provocó la salida del comandante del Ejército, general Nicacio Martínez. Las denuncias de corrupción en contratos millonarios, hasta con el uso del combustible, o el de las casas fiscales de la Policía. No olvidemos los graves hechos que provocaron la salida de un Ministro de Defensa Guillermo Botero y de varios oficiales del Ejército por ocultar la muerte de varios niños en un operativo de bombardeo; la muerte en plena indefensión de Dimar Torres; la denuncia que hizo el periódico The New York Times sobre la directriz del entonces comandante del Ejército, Nicacio Martínez, para evaluar a los comandantes de brigadas militares por las bajas que obtuvieran en combate, lo que reviviría los “falsos positivos”. Aquí entra el “oso” que ante la ONU hizo el presidente con el dossier de Venezuela, usando fotografías que no correspondían a la realidad, sino un corte y pegue descontextualizado.
Seguimos sumando, el contrato para comprar dotaciones del ESMAD y carros blindados aprovechando la emergencia económica por parte de Duque, las “ayuditas” para la banca, la propuesta de su ministra del trabajo de contratar “por horas”, de su vice para “que las mujeres dejen de estudiar sociología o comunicación”, el nombramiento del hijo de Jorge 40 en un cargo en el que tiene que defender a las víctimas de su padre al que considera “víctima”; los nombramientos de Claudia Bloom como canciller, a parientes de Cayita Daza para “callarla”. Su embajador en Estados Unidos, “Pachito” Santos, solo se recuerda por tratar de impedir la extradición a Colombia de Andrés Felipe Arias, en vez de abogar para que la concedieran. Escándalo también la lucha del gobierno y su partido para que haya impunidad en el caso Agroingreso Seguro. No olvidemos el caso del embajador en Uruguay, Fernando Sanclemente, con laboratorio propio para procesar drogas. La “mermelada” que tanto criticó, hoy, en cargos diplomáticos y clientelismo estatal, es la única estrategia de Duque para lograr mayorías en el Congreso.
A esto se suma que, algunos miembros del Centro Democrático, cuando se expresan públicamente, le hacen un raquítico favor al gobierno: Paloma Valencia, María Fernanda Cabal, Ernesto Macías o John Milton Rodríguez, aquel pastor que propuso extirpar toda mención a ideologías en las escuelas y que el Estado asuma los gastos de las iglesias durante la cuarentena. Funcionarios encargados de ser enlaces con los indígenas y que dicen “odiarlos”, en fin, una cadena interminable de embarradas e ineptitudes que ya tienen hastiado al país.
Hemos tenido gobiernos escandalosos, pero este sí que ha hecho del escándalo su impronta y su estilo, pero como estamos en el país donde todo pasa y no pasa, esperemos “desesperanzados”, cuál será la cuota escandalosa de esta semana para reírnos o llorar de nuevo.
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