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Una semblanza de la Gobernación de La Guajira 40 años de historias narradas por sus funcionarios

Con el fin de obtener una semblanza histórica y conocer la visión y opinión que tienen de La Guajira sus funcionarios, se realiza esta entrevista a tres de los empleados de la Gobernación de La Guajira que fueron homenajeados el pasado 27 de junio de 2019, en la celebración del Día Nacional del Servidor Público, que se realizó en cumplimiento del decreto único reglamentario de la función pública (Decreto 1083 de 2015), el cual exige a las entidades adelantar actividades que exalten la labor del servidor público y programar jornadas de capacitación y de reflexión institucional dirigidas a fortalecer el sentido de pertenencia, la eficiencia, la adecuada prestación del servicio, los valores y la ética del servicio en lo público y el buen gobierno.

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Hace cuarenta años, La Guajira estaba inmersa en la bonanza marimbera; un suceso que marcó la historia cultural, social, económica e institucional de este novel departamento creado apenas catorce años atrás. Las muertes violentas se originaban por conflictos entre narcotraficantes, guerras entre clanes indígenas o entre familias criollas, algunas de notorio impacto en la prensa y la historia. Sin embargo era una época relativamente tranquila si la comparamos con la actualidad. No había delincuencia y la gente caminaba tranquila por las calles porque todos se conocían.

El sitio de encuentro social era la Terraza Marina, los grandes eventos se festejaban en el Club Federman y los hoteles de renombre eran el Gimaura y el Padilla. Las salinas de Manaure se convirtieron en un emporio administrado por el IFI, la producción gasífera y la Universidad de La Guajira estaban apenas iniciando, mientras que el Cerrejón ya empezaba a cristalizarse. Riohacha era, por ese entonces, una pequeña población de menos de 30 calles que celebraba la reciente incorporación de Arnoldo “el Guajiro” Iguarán en la selección nacional de fútbol.

El gobernador de ese entonces era el doctor Rafael Iguarán Mendoza, que llegó al cargo con un precedente de alto perfil, pues reemplazó a Lola de la Cruz Mattos, la única mujer que ha gobernado La Guajira, quien desarrolló una gestión incansable por crear una imagen positiva del departamento y posteriormente llegó a ser ministra y embajadora de Colombia. La gobernación poseía un recurso humano proveniente de todos los municipios, por lo que se convirtió en el crisol donde se empezaron a fundir las relaciones entre riohacheros, peninsulares y provincianos; tres subregiones con identidades distintas que se unieron como un solo departamento.

La reciente inauguración de la carretera troncal del Caribe hizo más rápida la comunicación con Santa Marta y las demás capitales de la costa, ya que anteriormente era por barco y tomaba toda una noche; esto exigía un gran nivel de responsabilidad de parte de los funcionarios, ya que la simple expedición de un documento podía tomar hasta cinco días. En general, el ambiente de trabajo era cálido, solidario y muy comprometido que con un presupuesto insignificante enfrentaba las grandes necesidades de la región, encabezadas por la carencia ancestral de agua potable; un problema de tales dimensiones que obligó a cambiar el horario de trabajo en el gobierno de Francisco Javier Daza y ocasionaría un violento paro cívico que impactó a todo el país.

Este era el contexto general a mediados de 1979, cuando Sixta Pimienta ingresó al equipo de trabajo de la Gobernación de La Guajira hace ya cuarenta años, treinta de los cuales ha servido como secretaria del despacho del gobernador; una posición envidiada, no solo por el estatus laboral sino por su espacio de trabajo que ofrece una amplia vista del imponente mar Caribe en su histórico dialogo con la avenida la Marina. Ella nos cuenta un poco de lo que fue el desarrollo de los avances tecnológicos en telecomunicaciones que han llegado a la gobernación.

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“Fueron muchos retos que emprendimos por nosotros mismos, superando el usual miedo al cambio. Yo comencé con la Olivetti, que era la máquina de escribir manual y de ahí a la IBM eléctrica. Después vino el Fax, que me pareció una cosa maravillosa porque los documentos viajaban de una ciudad a otra más rápido que cualquier avión. Para nosotras, como secretarias, fue  más fácil la transición al computador, pero igual fue un proceso adaptarse y aprender; y ahora el internet es una gran ayuda que facilita enormemente las comunicaciones y el manejo de la información, ya que inicialmente era muy presencial, habían varios mensajeros y debíamos trasladarnos de una dependencia a la otra; todo se soportaba en papel. Luego se instalaron intercomunicadores para agilizar las comunicaciones, pero estos entraron en desuso con el paso de los años y la llegada de la telefonía celular”.

Aunque comparte la misma visión y años de servicio que Sixta, el caso de Alicia Soto Contreras es diferente porque labora como profesional universitario especializado por fuera del palacio de la Marina, en la Secretaría Departamental de Salud, conocida en ese entonces como Departamento Administrativo de Salud pública. Los funcionarios que laboran en dependencias ubicadas por fuera de la gobernación no han podido participar plenamente de los espacios de formación ni de la dotación de insumos y elementos de oficina, por ello se han visto obligados a aportar desde sus propias iniciativas e, incluso, de sus bolsillos, para no carecer de muchos elementos necesarios para el desarrollo de su trabajo, aunque ello en nada afecta su sentido de pertenencia y capacidad de compromiso, pues dicen sentirse parte importante de un mismo equipo.

Alicia, que es cartagenera de nacimiento y riohachera por adopción, afirma que el capital humano de La Guajira es de gran calidad, somos alegres y amables, a pesar que nos han querido mostrar con otra imagen. En su opinión, La Guajira ha vivido aciertos y desaciertos que han marcado su vida institucional y social. Desaciertos como la ingobernabilidad que ha afectado a toda la actividad departamental con el discurrir de más de doce gobernadores en apenas ocho años, generando inestabilidad e incertidumbre financiera, política y técnica, además de la intervención administrativa en tres sectores cruciales: salud, agua y educación.

Con una sonrisa llena de esperanza afirma que “Somos perseverantes y por eso podemos superar todo esto, que es difícil. La gente es lo más importante y ese es nuestro potencial. La preocupación de los padres de convertir a sus hijos en excelentes profesionales y de los jóvenes que ya no piensan en el narcotráfico, como en la época de la marimba, sino que le apuestan a la legalidad, ha derrumbado el estigma del guajiro traqueto. Hoy son miles los profesionales talentosos, muchos especializados, con maestrías y doctorados que se han destacado en el ámbito nacional e internacional, como la doctora Iliana Curiel, mujer Éxito 2018, hoy presidenta de la asociación latinoamericana de pediatría.

El ingreso de Víctor Raúl Romero a la oficina de prensa de la gobernación fue posterior, en 1986, cuando los riohacheros andábamos engreídos de ser paisanos de María Mónica Urbina, la primera mujer guajira en convertirse en Reina Nacional de la Belleza. En sus recuerdos, antes del proceso de reestructuración administrativa iniciado por el gobernador Jorge Pérez, la gobernación era una empresa con más de mil cuatrocientos funcionarios, muchos de los cuales vivían una intensa pero pacífica actividad política. La oficina de prensa emitía sus propios programas de radio y televisión, y la actividad social era una impactante representación de todos los municipios; una integración de fin de año o un viernes de carnaval eran memorables, no solo por la cantidad de personas sino por la majestuosidad de los vestuarios. Víctor afirma que todo esto ha decaído: “La imagen institucional de antes era mucho mejor que ahora. Por ejemplo, los sepelios despertaban la solidaridad de todos los compañeros de trabajo, que parecían una sola familia. Hoy la mayoría son contratistas nombrados por los gobiernos de turno que no laboran los doce  meses del año; por ello, no se conocen siquiera los unos a los otros”.

El camino por andar es largo, si bien hay muchos sucesos positivos, el horizonte para La Guajira es de múltiples retos por superar. Para Víctor muchos de los acontecimientos importantes en el departamento tienen un doble impacto que puede ser considerado algo positivo o todo lo contrario. Por ejemplo, las regalías: “En La Guajira existe un antes y después de la explotación carbonífera de El Cerrejón. Definitivamente las regalías fueron un aspecto de progreso y desarrollo para nuestro departamento, por eso hoy, que por decisión del gobierno nacional no son directas ni al 100%, se ve un retroceso total, nefasto para la inversión social”. En ello coincide con Sixta, quien hace énfasis las graves afectaciones a la gratuidad de la educación pública desde la Universidad de La Guajira que han surgido con la modificación del sistema de regalías.

Factores como este han contribuido a generar un ambiente complejo en la clase política local pues, si bien son innegables los avances en participación y elegibilidad que trajo la Constitución Política del 91, actualmente se vive un ambiente caótico en el que la pugna por el poder ha politizado la lucha contra la corrupción, metiendo zancadillas judiciales al opositor que ocasionan inestabilidad administrativa y frustran el progreso de todo un departamento.

Alicia nos recuerda que, aunque actualmente el ambiente de desconfianza en la administración pública es generalizado para todo el país, en La Guajira esta percepción se agudiza porque los indicadores demuestran que seguimos siendo un departamento pobre con altos índices de miseria, desempleo, falta de oportunidades e inseguridad alimentaria. Sin embargo, no debemos perder de vista que, en gran medida, esto ha sido resultado de las oleadas de desplazamiento por el conflicto armado y por la crisis migratoria de Venezuela que han generado un enorme crecimiento poblacional sin que se den cambios en la oferta laboral ni la infraestructura de servicios.

Finalmente, el optimismo sigue presente como el verde esperanza de nuestra bandera. A pesar de los contrastes lo positivo impera, así lo refleja Sixta cuando ve los  espolones de Riohacha como “un gran avance porque lograron ampliar las playas para realizar actividades turísticas y los grandes festivales, además de traer más desarrollo y valorización a la zona”; también Víctor que, por su parte, valora “las grandes mejoras en conectividad que tenemos hoy con nuestras carreteras y telecomunicaciones haciendo más eficiente el diálogo y corto el desplazamiento de un municipio a otro o hacia el resto del país”; y Alicia, que admira a los guajiros como “el mayor potencial de esta tierra hermosa, porque son abiertos, cálidos y hospitalarios”. Todos estos factores apuntan al turismo como el motor de desarrollo que puede enarbolar las banderas de la revolución política, económica y humana que requiere La Guajira para cumplir la misión que el destino le tiene reservada: Convertirse en puntal de progreso y desarrollo social para toda Colombia.

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