¡Diego, trabaja!

¡Diego, trabaja! Gritábamos a su paso hecho de zancadas impetuosas y su cara se transformaba en una mueca malhumorada mientras gritaba a todo pulmón: “Viva el gran Partido Conservador” y desaparecía entre las calles, perdido en los laberintos de su cordura, (…).

El muelle

El viejo muelle te asustaba por ruinoso y destartalado; las olas lo mecían y en su vaivén sentías una lúgubre y crujiente melodía de leña mojada y divisabas las tablas desajustadas pender peligrosamente mientras besaban las agua que, como imán, las atraía.

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