Por Sairot Martínez Freyle
El mes de diciembre marca el cierre de un ciclo y la proyección de nuevas metas. Es un tiempo cargado de energía renovadora, manifestaciones de alegría, unión familiar y un ambiente de celebración por lo logrado y por las bendiciones recibidas, así como las que están por venir. En todo el mundo, se percibe una energía colectiva que evoca abundancia y prosperidad, invitándonos a abrir nuestros corazones, perdonar, renacer, proyectarnos y conectar con lo mejor de nosotros mismos.
Diciembre es un mes lleno de tradiciones, leyendas y rituales. El árbol de Navidad, con su forma triangular, representa la conexión entre el cielo y la tierra. Decorarlo en familia es un acto simbólico que atrae luz a nuestros hogares. cada uno de los adornos que lleva tiene un significado especial que desde los hogares ha sido perpetuado de generación en generación. Al decorarlo, no solo estamos creando un espacio de celebración, sino también de paz y reconciliación.
El pesebre, por su parte, tiene un profundo significado espiritual. Más allá de ser una representación de la natividad, es un símbolo de humildad, de la importancia de lo simple, lo esencial. En sus figuras se refleja la unión de lo divino y lo humano, y su presencia en los hogares nos recuerda la importancia de la paz, la solidaridad y el amor incondicional. Es un recordatorio de que cada nuevo comienzo, aunque pequeño, tiene un gran valor.
El Papa Francisco, en su Carta Apostólica Admirabile Signum, destacó: “La representación del acontecimiento del nacimiento de Jesús equivale a anunciar el misterio de la encarnación del Hijo de Dios con sencillez y alegría”. Además, señaló que “la contemplación de la escena de la Navidad nos invita a ponernos espiritualmente en camino, atraídos por la humildad de Aquel que se ha hecho hombre para encontrar a cada hombre. Y descubrimos que Él nos ama hasta el punto de unirse a nosotros, para que también nosotros podamos unirnos a Él”
Ambos elementos, el árbol y el pesebre, invitan a una reflexión profunda sobre el sentido de la Navidad. Nos invitan a encontrar el equilibrio entre lo material y lo espiritual, entre lo humano y lo divino, y a recordar que todo en el universo está interconectado. En este sentido, la celebración navideña no solo es un acto festivo, sino también una oportunidad para renovar nuestro compromiso con la vida y el bienestar colectivo, en armonía con la naturaleza y con nosotros mismos.
En el enfoque holístico, la Navidad se vive como un momento de conexión profunda con la naturaleza, la familia y la espiritualidad. Tanto el árbol como el pesebre son símbolos cargados de significado que nos llevan a reflexionar sobre el equilibrio y la armonía en el universo. Aunque estos elementos son representativos, lo más valioso es actuar con conciencia y gratitud hacia nosotros mismos, la divinidad, la naturaleza y los demás. Es el renacimiento de un nuevo ciclo lleno de luz, abundancia y fertilidad.
La Navidad también es una oportunidad para agradecer a la madre naturaleza por todo lo que nos ha dado durante el año y pedirle que el próximo sea igual o mejor. Aunque hemos acostumbrado a celebrarla con luces, reuniones y regalos, lo verdaderamente importante es recordar que este es un momento para reflexionar sobre lo mucho que debemos agradecer a la vida que sustenta todo lo que somos y tenemos. De este agradecimiento surge la tradición de los regalos, que simbolizan el aprecio por las bendiciones recibidas.
Diciembre nos invita a renacer
Este domingo iniciaremos un mes lleno de energía especial: Adviento, velitas, Navidad y Año Nuevo. Es momento de limpiar nuestros corazones de energías de baja vibración que nos estancan y nos impiden fluir en el amor. Seamos agradecidos y preparemos nuestra vida para que la luz divina renazca en nosotros, actuando con conciencia y gratitud para atraer abundancia y prosperidad al nuevo año.
Espere en una próxima entrega especial día de las velitas
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