Por Abel Medina Sierra – Investigador cultural*
De mis tantas columnas, una que se llamó poderosamente la atención fue a titulada «¿El otoño del patriarca? «. Tanto así, que, inusitadamente para mí, en uno de los medios virtuales en los que se publicó, en medio día ya contaba con casi 800 lecturas. El escrito no dice nada que no se sepa, solo que estamos tan acostumbrados que los periodistas y columnistas hablen con sinceridad y franqueza en privado sobre la política, aunque con pinzas y caretas en público. Conozco muchos columnistas que hablan en abstracto y en bulto sobre la corrupción, pero en concreto nunca mencionan nombres. Que un columnista se atreva a insinuar el sol en las espaldas de un barón indestronable como Jorge Pérez Bernier, suena a osado atrevimiento y a eso atribuyo tanto ruido hecho por esa columna.
Tuve muchos comentarios solidarios, también ataques, lo que es apenas natural en tiempos de proselitismo. Pero, me llama la atención que días después, en un centro comercial de la ciudad, un amigo me saluda con esta frase de anzuelo: “Qué tal profe, ¿cómo va la campaña de Nemesio Rois?”. Dediqué pocos minutos a explicarle al amigo lector lo que ahora trataré de hacer con mayor detalle y para anticiparme a quienes, igual que él, o no leyeron bien mi columna o la miraron con sospecha.
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La tradición periodística regional nos acostumbró a la prensa teñida de un color político y a medios que tenían como propietarios a gamonales. Eso le hizo daño a la independencia de los periodistas a quienes la gente solía identificar como “eduardista”, “perista”, “ballesterista”, “rodriguista” y una larga lista de “istas”. Como efecto de esto, hoy, que existen medios como la revista virtual Entornos y Diario del Norte en los que se permite escribir sin censura ni corsets, todavía quienes opinamos desde esos canales, somos visto con sospecha de sesgo político.
El amigo que me hizo la pregunta, seguro estaba pensando como muchos, que vaticinar la decadencia de Jorge Pérez con una probable derrota de su hijo, significaba que yo le estaba “haciendo el mandado” a otro político; en este caso a Nemesio Rois. Tal como hice con él, aclaro que nunca he tenido la mínima cercanía con la campaña de Rois, no he pisado ninguno de sus comandos ni mucho menos. Pareciera que referirse sobre las debilidades de un candidato es leído como matricularse al lado contrario.
No señor, cuando escribo sobre política, nunca le estoy haciendo el mandado a nadie. Como todos en La Guajira, tengo amigos que son líderes políticos, pero en la historia que llevo como columnista, nunca he usado esta tribuna para demostrar adhesión o atacar a sus contrarios solo para plegarme a su agenda de oposición. Tampoco soy de los columnistas que tratan de ganar indulgencias de los políticos a punta de pluma lisonjera. La vez que un gobernador me ofreció un cargo importante lo decliné porque preferí la independencia de mis opiniones.
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Nunca he empeñado mi pluma para hacer campañas a nivel regional ni local, cuando me ido lance en ristre contra gobernantes como Tania Buitrago, Chemita Ballesteros o Wilson Rojas, ha sido como respuesta a sus actuaciones y en total independencia y no hostigado por el mandato de un jefe político. Y si alguna vez he publicado un escrito elogioso sobre los logros de algún gobernante, ha sido sin militancia en su movimiento y sin la búsqueda de beneficio personal, de allí que la mayoría de estos han sido después de su periodo de gobierno.
Una lectura más precisa de esa columna sobre los Pérez Bernier, evidenciaría que no hago un solo comentario ofensivo, al contrario, lo exalto como la más grande figura política que ha tenido La Guajira en las últimas décadas. Tampoco es que venda la imagen de Rois ni de Magdaniel, son cábalas que como aficionado al análisis político hago en virtud a lo probabilístico de las encuestas y el sentido común.
La independencia absoluta no existe, es una entelequia; pero, la opinión sin ataduras partidistas, sin la sombra de padrinos que le hablen al oído al columnista, sin el sesgo de la mala intención puesta al servicio de intereses politiqueros sí existe, aunque pareciera rito de una fe desgastada.
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