Por Abel Medina Sierra
De los memoriosos a los desmemoriados
Leyendo, en estos días, la exquisita obra “El infinito en un junco” de Irene Vallejo, llamaba mi atención su énfasis en destacar el riguroso ejercicio de la memoria en los aedas, rapsodas, los lectores de los primeros libros, así como de bibliotecarios de los tiempos pre cristianos, a lo que podría agregar el enorme capacidad de los griots, especie de juglares africanos, para hilar el tejido de la memoria ancestral, como los mamos de la Sierra nevada de Santa Marta, quienes acumulan más poder simbólico y autoridad epistemológica a medida que pueden recordar con mayor precisión y extensión el árbol genealógico de sus antecesores.
En contradicción, hoy emerge con creciente entusiasmo una práctica que se suma a la lista creciente de tecnopatías, como es el caso del “efecto Google”. Hace parte de esa familia de patologías como la nomofobia o el miedo a salir de casa sin alguno de nuestros dispositivos móviles, el fomo (Fear of missing out) que se puede traducir como el miedo a perderse algo o la obsesión por enterarnos siempre de lo que está ocurriendo; o el Síndrome de la vibración fantasma que es la sensación de que nos está sonando el móvil cuando realmente no lo está. El efecto Google, es un fenómeno por el que tratamos de no retener datos porque sabemos que vamos a poder recuperar en una ligera búsqueda de Google. Estas tecnopatías tienen como común que son síndromes causados por el uso abusivo de Internet y las redes sociales.
El efecto Google
La denominación la propuso la psicóloga Betsy Sparrow, de la Universidad de Columbia. En el año 2011 publicó en la revista Science el resultado de unos experimentos con cien estudiantes de Harvard. A dos grupos de 50 estudiantes le presentó una prueba de cultura general. A uno de los grupos, se le impuso como regla que después podría consultar la información en un buscador; el otro lo tendría prohibido. Resultó que la segunda mitad de los participantes, es decir, aquellos a los que se les había dicho que no usarían su Google para almacenar información, superaron al resto. Así Sparrow demostró que la Red sirve de memoria externa; en ella guardamos el recuerdo de ciertas cosas, es decir, estamos cada vez vaciando nuestra memoria porque tenemos una bodega externa (Google) a la que podemos acudir cuando necesitemos esa información.
En estos días, se hizo viral varios videos en el que youtubers locales de nuestro Caribe, entrevistan a varios estudiantes de bachillerato en las afueras de un colegio. Sorprende que, la gran mayoría de estos, no fueron capaces de responder preguntas simples como el nombre de los últimos presidentes, la capital de Colombia, el orden de los colores de nuestra bandera o autor del “Quijote de la Mancha”. Obedece a cierta tendencia de youtubers que se ha replicado en varios países y que, dejan en ridículo a los estudiantes en cuanto a cultura general y llaman la atención sobre la prioridad de sus aprendizajes.
Pero no solo pasa con nuestros jóvenes. Recordemos que el “profe” Sergio Fajardo, candidato de un partido ambientalista, se rajó cuando le preguntaron sobre el nombre del páramo más alto del mundo, su respuesta fue que lo buscaran en Google. Recordemos a Rodolfo Hernández, cuando le preguntaron cuál era ese pueblo más pobre de Colombia donde habría prometido tomar posesión si ganaba las presidenciales, se fue a su infalible dispositivo y trató de buscar el dato en Google. He ahí, casos en los que se evidencia que, Google y toda la información que pone a nuestra disposición, ha modificado nuestra forma de pensar.
El vaciamiento de la memoria
Con mayor énfasis en los millennials y centennials, la gente se está acomodando a un uso que, para unos puede ser de precarización, empobrecimiento, de vaciamiento de nuestra memoria; para otros, de mejor aprovechamiento de la misma. Muchos se preguntan, después de todo, ¿por qué querrías guardar en tu memoria una fórmula matemática, la fecha de cumpleaños de tus amigos, el número de teléfono de tu esposo, si puedes confiar en un teléfono o computadora confiable? Igual pasará con la cultura general, los estudiantes saben que con solo buscar en Google (aunque hay otros motores de búsqueda, menos usuales), tienen acceso a cualquier dato, así que: ¡Relajados!
El celular se ha vuelto su memoria infalible, a ella se acude a cada momento. Datos de la Fundación Telefónica revelan que miramos el móvil más de 150 veces al día, lo que demuestra una dependencia cada vez mayor de las nuevas tecnologías. Según el estudio anual de Data Never Sleeps 7.0, en un solo minuto, se producen en Google 4,5 millones de búsquedas. Bajo estas premisas surgió el denominado Efecto Google: nuestro cerebro se niega a guardar información que podemos encontrar rápidamente buscándola en Internet. Estos hallazgos sobre el efecto Google, permiten concluir que los usuarios de Internet, prefieren aprender cómo hallar un dato más que a recordar el dato en sí mismo y que Internet sirve como una memoria externa, un banco de datos, que nos hace retener cada vez menos información en nuestros cerebros.
Si algunos científicos estaban preocupados por el déficit lingüístico de las nuevas generaciones –cada vez usan y reconocen menos palabras para comunicarse- lo que se ha llamado “afasia juvenil”, la precarización o poco uso de la memoria se suma a esta lista de síndromes que, para muchos, son un verdadero reto, en especial para los educadores de esta era.