Descubierta en los departamentos de Córdoba, Bolívar, Sucre y Atlántico, se distingue de las demás especies de su género por la morfología de sus órganos genitales. Fue nombrada en honor a la comunidad indígena de Emberá, que habita la zona donde se encontró su primer espécimen.
La Actinopus embera se caracteriza por la fuerza de sus mandíbulas, así como por la capacidad para elaborar nidos que no se notan en el ambiente. Foto de Miguel Amaya (estudiante de Uniatlántico).
Identificar una nueva especie y diferenciarla de otras es un proceso minucioso para los biólogos, en el que las respuestas, por lo general, están en los pequeños detalles. Para el grupo de investigadores que recientemente describió una nueva especie de araña del género Actinopus, encontrada en los ecosistemas de bosque seco tropical de los departamentos de Córdoba, Bolívar, Sucre y Atlántico, la tarea es un poco más ardua, pues se trata de especies de las que se sabe muy poco por la dificultad para acceder a estas.
Esta nueva especie, nombrada Actinopus embera en honor a la comunidad indígena Emberá, que habita la zona de Córdoba donde se encontró su primer espécimen en la naturaleza, tiene comportamientos típicos de las arañas trampa del género Actinopus. El artículo formal en el que se describen las características de la nueva especie fue publicado el 11 de marzo del 2025 en la revista Arachnology (Q1-Scimago) de la Sociedad Aracnológica Británica, organismo dedicado exclusivamente al estudio de los arácnidos (A new species of Actinopus Perty, 1833, belonging to the cucutaensis group, from Colombia (Araneae: Actinopodidae), with notes on its natural history).
En Colombia hay muy pocos estudios y registros del género Actinopus, por lo que los investigadores sospecharon, desde las primeras capturas, que podría tratarse de una nueva especie. Robin Casalla, profesor del Departamento de Química y Biología de Uninorte, quien hizo parte del grupo de científicos que firma el artículo, cuenta que también identificaron diferencias morfológicas muy claras, especialmente en las estructuras reproductivas, que son las que normalmente distinguen a las especies de arañas.
«En los machos observamos que el bulbo copulador (el órgano reproductor del pedipalpo) tenía una forma y proporciones inconfundibles que no correspondían a ninguna especie conocida. Por ejemplo, el émbolo –una parte alargada del bulbo– resultó ser más largo en relación con otra estructura llamada proceso tegular apical (ATP) de lo que se ha visto en especies descritas. Estos y otros detalles genitales nos indicaron que estábamos ante algo distinto, pues en arañas mygalomorfas (como Actinopus) la forma de los órganos genitales es altamente específica de cada especie», explica Casalla, doctor en Ciencias Naturales de la Universidad de Friburgo (Alemania).
Otro aspecto que llevó a pensar que se trataba de una especie nueva fue la distribución geográfica. Había registros de otros congéneres en lugares muy apartados —desde Norte de Santander (Colombia) hasta Brasil—, por lo que hacía dudar de cualquier relación. Este descubrimiento llevó a los investigadores a pensar que aún quedan muchas especies de arañas por descubrir.
Del comportamiento de las Actinopus embera se encontró que construyen madrigueras subterráneas revestidas de seda, con una tapa o «puerta trampa» circular bastante gruesa, hecha de tierra y restos vegetales que camuflan la entrada, que está unida por una bisagra de seda que le permite cerrarse automáticamente.
«No notamos ninguna pauta conductual radicalmente distinta en Actinopus embera frente a otras especies del género; de hecho, la realidad es que, por la dificultad de acceder a ellas, sabemos muy poco del comportamiento detallado de todas las Actinopus en general. Las arañas de este grupo son muy discretas, de hábitos mayoritariamente nocturnos, que raramente abandonan su madriguera (excepto durante la época de apareamiento). Logramos recopilar algunos datos ecológicos interesantes sobre A. embera que aportan al conocimiento del género», señaló Casalla.
Entre estos datos ecológicos identificados, los investigadores documentaron su patrón estacional de actividad reproductiva: los machos adultos se encontraron principalmente entre marzo y junio, lo que sugiere que el pico reproductivo ocurre a finales de la temporada seca e inicios de la de lluvias. «En cuanto a su hábitat, se encontró exclusivamente en relictos de bosque seco tropical de la costa Caribe colombiana, principalmente en áreas de colinas bajas y quebradas cercanas a cuerpos de agua, o sea que es una araña muy costeña», dijo Casalla.
Dentro del estudio, Casalla se enfocó, principalmente, en el análisis morfológico a través del microscopio electrónico de barrido, así como en revisar el documento para su envío al jornal científico. Este trabajo fue parte de una colaboración interinstitucional internacional en el que participaron investigadores de la Universidad del Atlántico, Luis Osorio y Neis Martínez; de la UNAM, Luis Quijano-Cuervo; y de la Asociación de Investigación en Aracnología, Danniella Sherwood.
La metodología para identificar una nueva especie empieza por el muestreo en campo, cuado se recolectan suficientes especímenes en la naturaleza; luego sigue el análisis morfológico y mediciones en laboratorio de los ejemplares, con el uso de microscopios se observan los detalles anatómicos relevantes; los aspectos identificados se evalúan para asegurar que las diferencias no sean simplemente variaciones individuales de una misma especie conocida; por último, con la evidencia a favor de una nueva especie se pasa a describirla científicamente y darle un nombre, haciendo énfasis en las características que la diferencia de sus parientes cercanos.
Una de las observaciones interesantes que hicieron los investigadores fue una relación de foresis (transporte pasivo) entre A. embera y ácaros de la familia Acaridae, que se adhieren a la cutícula de la araña. Este es el segundo caso conocido de interacción entre ácaros y arañas de este género.
«Hoy sabemos que muchos ácaros usan este mecanismo de adherencia a otras especies para dispersarse; son fases no reproductivas adaptadas para resistir condiciones adversas y moverse con ayuda de un huésped. Esto ya ha sido reportado en otras especies. Y no representan (hasta el momento) algún tipo de impacto negativo sobre A. embera«, explicó Casalla.
Con el descubrimiento de esta nueva especie los investigadores invitan a la preservación de los recursos biológicos y de la biodiversidad del país, por eso bautizaron la especie con un nombre que hace alusión a una comunidad representativa del territorio. En el caso específico de las arañas, que para algunas personas pueden estar asociadas a fobias, el llamado es a cuidarlas a pesar de estas emociones, pues estas cumplen una función como reguladores de poblaciones de otras especies y sirven de alimento para otras que se encuentran en un nivel trófico superior.
Por: Jesús Anturi